En honor a la verdad es necesario puntualizar que la arqueología subacuática en México tiene una tradición de más de 30 años, iniciada en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) por el Departamento de Arqueología Subacuática en 1980, gracias al esfuerzo de diversas personas e instituciones. De los investigadores involucrados en la fundación del departamento, ahora sólo se recuerda el de Pilar Luna Erreguerena, pues la historia oficial del devenir de dicha subdirección bajo su cargo (de Luna) ha ido sepultando en el olvido nombres como el de Rafael Alducin, quien descanse en paz, y el de Elsa Hernández Pons, quienes afortunadamente continuaron desarrollándose dentro del INAH en arqueología terrestre, aunque ellos no fueron los únicos. Desgraciadamente, además de olvidar a los fundadores de la dependencia, en más de 30 años la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) ha manejado y monopolizado el ejercicio de esta disciplina en el país, limitando a todos aquellos exploradores e investigadores que no formaran parte de la SAS, intentando a toda costa que cualquier trabajo de exploración e investigación sobre el patrimonio cultural sumergido quedara bajo su yugo, y si esto no era así pues finalmente el proyecto era bloqueado y el explorador o el investigador condenados a dedicarse a otra área. En resumidas cuentas: si estabas con Pilar Luna y bajo sus órdenes y supervisión podías participar de la arqueología subacuática; si no lo estabas, prácticamente eras borrado del panorama subacuático arqueológico.
Afortunadamente algunos investigadores incansables y comprometidos con el patrimonio cultural sumergido, como es el caso de Guillermo de Anda, aunque no es el único, siguieron con su labor de exploración e investigación en la medida que las limitaciones impuestas desde la SAS les permitían. Cabe señalar que desde 2006, De Anda, con permiso del Consejo de Arqueología, es director del proyecto Culto al Cenote, en el cual desde entonces ha realizado exploración de esos cuerpos de agua (imagen 1), y es gracias a esa labor que en su momento fue honrado con el importante nombramiento de la National Geographic Society, mismo que lo ha catapultado nacional e internacionalmente en el ámbito de la arqueología subacuática, y que lo llevó a obtener nuevamente el permiso del Consejo de Arqueología en diciembre de 2013 para dirigir la Fase II del mismo proyecto y no depender de la SAS, aunque reporta los avances de su exploración a la SAS atendiendo a las indicaciones del INAH. Cabe aclarar que Guillermo no trabaja en dicha Subdirección. El proyecto Culto al Cenote, Fase II está totalmente soportado por National Geographic y también tiene el aval académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a través del área de Estudios Mesoamericanos. Es así que la combinación de una larga trayectoria de exploración subacuática y el impulso de National Geographic ha sacado del inframundo a Guillermo para beneficio de la arqueología subacuática mexicana. Lo que Guillermo de Anda ha logrado no sólo repercutirá en su carrera profesional y le dará brillo a México mundialmente, sino que representa –y es lo más relevante– un punto de quiebre en el devenir del ejercicio de la arqueología subacuática mexicana, pues su tremenda irrupción en la disciplina significa que el monopolio ejercido por la SAS durante más de 30 años se ha roto, aunque la nave ya venía haciendo agua desde hace tiempo.
Si De Anda ha roto el monopolio desde fuera, Rojas lo está haciendo desde dentro de la institución. Ya antes he mencionado que sería ideal que cada centro INAH estatal se haga cargo de sus recursos culturales sumergidos (http://contralinea.com.mx/2014/01/05/arqueologia-subacuatica-en-mexico-balance-perspectivas/), lo cual aparentemente se materializa en Quintana Roo, aunque no es tan simple como parece. La SAS aún intenta mantener un monopolio que se resquebraja a pedazos, inventando cargos a algunos de sus miembros como el de responsable de arqueología subacuática para la Península de Yucatán, como Luna ha bautizado a Helena Barba, quien es parte de la SAS desde el centro INAH Campeche.
El caso de Guillermo de Anda puede y debe ser un ejemplo para todos aquellos arqueólogos subacuáticos y profesionales involucrados en la disciplina que, al verse limitados por la SAS, se alejaron del ejercicio de la misma. El caso de Carmen Rojas debe servir para motivar a los centros INAH estatales a hacerse cargo de su patrimonio cultural subacuático. Rojas ha demostrado que dentro del mismo INAH el monopolio de la SAS es inoperante, ya que la dependencia es insuficiente para proteger al patrimonio cultural sumergido de la nación.
Como ha señalado De Anda: “la exploración del patrimonio arqueológico subacuático está en pañales”, y tiene razón; pero lo que es increíble es que se encuentre así después de 34 años de existencia de la Subdirección. Con tanta riqueza cultural sumergida, la SAS ha sido rebasada en su labor, además de que contradictoriamente a su propósito, en muchas ocasiones ha sido una limitante para el desarrollo de la arqueología subacuática. Pero afortunadamente empieza a dejar de ser un lastre para la misma disciplina. Cuántas veces no leímos o escuchamos que en México no hay arqueólogos subacuáticos, que ellos –los de la SAS– son los únicos incansables investigadores subacuáticos. Afortunadamente la verdad es otra y De Anda y Rojas son prueba de ello, y mejor aún, no son los únicos. Hay, desde hace tiempo en el país, varios investigadores especializados de una u otra manera en arqueología subacuática que han sido parte de la SAS y que debieron abandonar la dependencia por diferencias con Luna Erreguerena; pero que son profesionales capacitados que bien podrían atender el patrimonio cultural sumergido de México a nivel estatal. Sólo es cuestión de que los centros INAH estatales así se lo propongan y que las altas autoridades del mismo Instituto se den cuenta del componente humano mexicano capacitado para la investigación en arqueología subacuática que se está desperdiciando como consecuencia del autoritarismo y egocentrismo que ha caracterizado a la titular de la SAS y a algunos de sus miembros.
Roberto E Galindo Domínguez*
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