Berlín, Alemania. La cuenta regresiva para las elecciones alemanas del 24 de septiembre ha comenzado. En el inicio de las campañas electorales de los diversos partidos políticos alemanes cabe destacar un desarrollo particular: el del sector de la extrema derecha con partidos como la Alternativa para Alemania (Alternative für Deutschland, AfD) o el Partido Nacionaldemócrata Alemán –heredero del extinto Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP, también conocidos popularmente como Nazi)–. Ambas agrupaciones constituyen actualmente el grueso del sector extrema-derecha alemán, que parece tener oportunidades para conquistar aún más escaños en los parlamentos nacionales y regionales teutones, según las encuestas.
Mientras que el NPD fue vetado a participar en la ciudad-estado de Berlín, a nivel federal no ha sido ilegalizado pese a varios intentos previos, los cuales nunca consiguieron su objetivo final, por mucho o poco margen. Simplemente la libertad de expresión y la aparente conformidad de sus estatutos políticos no han dado suficiente evidencia de su carácter antidemocrático, xenófobo y antimigrante. En la vía de los hechos, no obstante, no sólo sus argumentos parecen ganar en fuerza, en la medida que también parece atraer más votantes que en elecciones previas.
La AfD por su lado, agrupación de menor antigüedad que la antes mencionada NPD, puede presumir de un auge sin igual en la historia política reciente alemana. Sus postulados desde, sus inicios en 2013, fueron controvertidos e inclinados hacia una postura abiertamente antimusulmana y xenófoba. Cabe destacar que desde el año 2015 con la llegada masiva de refugiados al país, la polarización y la tensión entre las comunidades ha estado en crecimiento, al igual que la normalización de ideas, según las cuales la deportación en masa es una solución a la situación actual.
El uso de lemas como “Atrévete Alemania” (“Trau dich Deutschland”) y una recurrencia en los valores cristianos y conservadores en contraposición con la civilización musulmana, ha llevado a que esta corriente política afirme que vienen a invadir el país y a cambiarlo por dentro hacia una sociedad mayoritariamente islámica. Y se refugian en una versión idealizada de los valores alemanes.
En su página personal la parlamentaria berlinesa y candidata de la AfD, Jeannette Auricht, se dirige a su potencial electorado directamente: “Estimados ciudadanos, había una vez una Alemania donde existía la justicia, seguridad jurídica, libertad de opinión e igualdad ante la ley. El Estado podía proporcionar seguridad, integridad física y protección a la propiedad. […] Había justicia social y la política buscaba el bienestar de la población”.
Resumiendo sus palabras en pocas ideas: todo esto se ha perdido, sin dar una explicación sobre las razones puntuales para ese proceso. Sí, en cambio, recalca buscar “un país –mi país– del cual puedo sentirme orgullosa. Dónde la ciudadanía conoce y sabe defender sus logros y valores”. Y se prometió trabajar para ello.
Otro de los tópicos empleados es el caso suizo, donde mediante un referéndum se determinó que Suiza podría establecer un límite superior de migrantes admitidos a la nación helvética. Éste fue promovido por un partido de extrema derecha local y además es violatorio con las obligaciones adquiridas al ingresar al tratado de Schengen sobre el espacio común migratorio europeo. Éste es un ejemplo puesto adelante para Alemania tanto por la NPD, como por la AfD.
La NPD, por su lado, elabora temas como la nación y las efemérides de antiguos líderes nazis, como Rudolf Hess, para su trigésimo año de su controvertida muerte en una cárcel berlinesa. Busca polemizar con los Nafris, una contracción con connotación despectiva para los africanos del Norte (Nordafrikaner) que dicen que amenazan con la integridad de la nación. Ante todo, se oponen al paradigma del multiculturalismo y de la integración de otras culturas en Alemania, sobre todo si se trata de musulmanes. Y last but not least, despotrica sobre toda la izquierda, sea ésta radical o no, viéndolos como sus enemigos por excelencia (como ya sucede en las confrontaciones entre militantes de una y la otra tendencia en la calle desde hace años en Alemania).
Después de haber sobrevivido a dos intentos de ilegalización por vía judicial, y finalmente haber obtenido sus primeros escaños en algunos distritos de la periferia de Berlín, como en Marzahn-Hellersdorf, la NPD ahora busca hacer su ingreso a la gran política nacional, al Parlamento Alto (Bundestag) o a todos los locales que pueda alcanzar. Con unas elecciones para el 24 de septiembre 2017, y una tendencia general hacia la derecha en el país, se pueden observar cómo las encuestas tienen incluso divergencias mayores sobre el potencial volumen de votantes de la NPD o AfD.
Lejos de crear consenso, estas corrientes dividen la sociedad, ante todo a los más desfavorecidos y menos educados de Alemania, que ahora ven un enemigo en el extranjero, sin importar si este fuera refugiado asilado o incluso de forma legal en el país.
Lejos de quitarle protagonismo sólo a los grandes partidos establecidos, le resta votos a formaciones pequeñas desde la Izquierda (Die Linke): los comunistas, los verdes u otros, y se ha apropiado de un electorado propio, el cual es tendencialmente xenófobo, racista, antimusulmán y ultranacionalista.
Axel Plasa
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]
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