Felipe Carrillo Puerto (1872-1924) luchó por la justicia social, en especial por los derechos de los mayas. Como gobernador de Yucatán, impulsó proyectos de bienestar social, de educación y de defensa de las mujeres.
Fue asesinado a instancias de los sectores reaccionarios de la entidad, con el contubernio de militares golpistas.
Socialismo del Sureste
Desde pequeño, aprendió lengua maya, que le permitió relacionarse con esa etnia, e incluso con el tiempo traduciría a esa lengua la Constitución, para darles a conocer sus derechos.
Antes de cumplir la mayoría de edad, Carrillo Puerto fue encarcelado por exhortar a los mayas a derribar una cerca construida por los hacendados para impedirles el paso.
En los primeros años de su juventud, comenzó a leer libros sobre temas sociales, de autores como Marx, Kropotkin, Proudhon y otros “cuyas ideas, teorías y doctrinas le habían sugestionado tanto, que toda su atención se la embargaban dichas lecturas, al grado de que, con cuantos amigos trataba, no tenía otra conversación que el relato de las páginas de dichos volúmenes que asimilaba de manera tan efectiva” (Miguel Civeira Taboada, Felipe Carrillo Puerto. Mártir del proletariado nacional, Liga de Economistas Revolucionarios de la República Mexicana. México, 1986, página 25).
Trabajó como periodista en la Revista de Mérida de Carlos R Menéndez, de quien durante algún tiempo fue amigo y colaborador. Perseguido por motivos políticos, en 1913 tuvo que refugiarse en Nueva Orleans, donde trabajó como estibador.
A su regreso a México, en 1914, se unió a los zapatistas en el estado de Morelos. Al llegar el general Salvador Alvarado en 1915 a Yucatán, Carrillo Puerto regresó a su estado y colaboró en el reparto de tierras.
Además, promovió los sindicatos obreros en la entidad y organizó el Partido Socialista Obrero, luego Partido Socialista del Sureste. Apoyó el Plan de Agua Prieta, encabezado por Obregón en 1921, y en noviembre de ese mismo año fue electo gobernador de Yucatán.
Su toma de protesta y su primer discurso como gobernador lo pronunció en maya.
Días después de los comicios, Carrillo Puerto enviaba una carta al general Francisco J Múgica, donde se refería al triunfo contundente del Partido Socialista del Sureste, lo mismo que a la guerra sucia que contra su liderazgo llevaban a cabo los derechistas: “La serenidad que dominó en la contienda trae disgustados a los reaccionarios, los que no saben con qué cargar sus cañones de injurias y de mentiras” (Taracena, La verdadera Revolución Mexicana, 1918-1921. Porrúa, México, 1992, página 377).
Durante su gobierno se repartieron 664 mil 835 hectáreas, entre unas 30 mil familias. Impulsó la construcción de caminos para unir a la población y facilitar el acceso a los centros arqueológicos, cuya restauración inició.
Fijó el salario mínimo en la ciudad de Mérida y promulgó leyes de previsión social, del trabajo, del inquilinato, del divorcio, de expropiación por causa de utilidad pública, etcétera.
Implantó en Yucatán la educación racionalista y fundó también la Universidad Nacional del Sureste, hoy Universidad Autónoma de Yucatán. En el primer año de su gobierno, se abrieron 417 escuelas públicas.
En 1922, la Liga Central de Resistencia publicó 5 mil ejemplares del folleto La brújula del hogar. Medios seguros y científicos para evitar la concepción, de la feminista Margarita Sanger.
La derecha, que tiene hoy en día las mismas actitudes que en aquellos tiempos, se escandalizó por la “obscenidad” de aludir al sexo, pero los socialistas ratificaron su postura progresista, argumentando que, por ser dueña de su propio cuerpo, la mujer puede, “si quiere, limitar el número de sus hijos para evitar la miseria y la esclavitud”.
Carrillo Puerto impulsó, además, los bautizos socialistas y las bodas comunitarias, para debilitar el control clerical de la vida familiar.
Apoyó los derechos políticos de las mujeres, promovió la creación de ligas feministas. En su mandato, las profesoras Rosa Torres, Genoveva Pérez y su hermana Elvia Carrillo Puerto fueron las primeras mexicanas en ocupar el cargo de diputadas.
Elvia Carrillo Puerto (1878-1968) consagró su vida a luchar por sus ideales feministas y socialistas.
Entre otras iniciativas, en 1927, fundó la Liga Orientadora Socialista Femenina, “para dar atención a menores desamparados y madres solteras, la cual fue disuelta ante las quejas de mujeres que la consideraban inmoral” (“Elvia Carrillo Puerto, la monja roja del Mayab”, en www.cimacnoticias.com).
Uno de los episodios más conocidos de la vida de Carrillo Puerto es su idilio con la periodista estadunidense Alma María Sullivan (1894-1966).
En su juventud, en California, Alma salvó de la ejecución a un mexicano, menor de edad. En Italia y en Grecia, estudió historia y literatura de la antigüedad. Al volver a Estados Unidos fue reportera en The New York Times; como tal, viajó a Yucatán, donde se relacionó con Carrillo Puerto.
Fruto de ese romance fue la conocida canción “Peregrina”, de Ricardo Palmerín y Luis Rosado Vega, que mandó componer Carrillo Puerto.
A principios de diciembre de 1922, se supo en Yucatán de la rebelión que entonces había iniciado Adolfo de la Huerta contra Obregón y Calles.
Militares y terratenientes se adhirieron a ella, rebelándose contra el gobierno estatal encabezado por Carrillo Puerto, quien el 11 de diciembre le escribía a Alma Reed: “…en este momento no tenemos de quién confiar, pues cuando menos lo piense uno, tiene de amigo algún traidor vestido de socialista, que sólo está con nosotros por lo que pueda sacar, pero especialmente los llamados militares, que éstos también no sabe uno cuándo lo van a asesinar por la espalda” (Alfonso Taracena, La verdadera Revolución Mexicana, 1922-1924. Porrúa, México, 1992).
Ante el avance de la asonada, el gobernador huyó a Motul, y de allí a otras localidades, hasta ser aprehendido en el puerto de Holbox, y conducido a la penitenciaría de Mérida.
De acuerdo con versiones locales, Carrillo Puerto fue ejecutado a instancias del general Hermenegildo Rodríguez, jefe de la guarnición de Mérida, a quien un periodista yucateco describió así: “Rodríguez explota el juego, la prostitución, los enervantes. Manda matar a cualquiera por una buena paga. No es de extrañar que, preso Carrillo, quiera sacar raja de la situación. Entiendo que primero trató de robar los fondos bancarios sacándolos al mismo Carrillo y, después, ante una buena propina de algunos desalmados henequeneros, trata de asesinarlo” (página 263).
Luego de un juicio sumario, a las 04:30 horas del 3 de enero, Felipe Carrillo Puerto y otras personas, entre ellas tres de sus 13 hermanos, fueron conducidas desde la penitenciaría al cementerio para ser fusilados.
“Felipe Carrillo Puerto no emite una sola palabra. Todos mueren con valor. El cadáver de Felipe Carrillo Puerto queda recostado en el muro” (página 265).
Según otras versiones, cuando se le preguntó si quería confesarse antes de morir, respondió: “No creo en dios”, y así, hasta el fin, fue congruente con su rechazo del oscurantismo y la superstición.
En una conferencia sustentada el 4 de mayo de 1924, con motivo del homenaje a Carrillo Puerto, organizado por la Agrupación Socialista de La Habana, la activista española hizo notar que el estadista yucateco había proclamado en ese territorio el primer gobierno socialista de América.
Destacaba la importante labor de Carrillo Puerto para emancipar las conciencias de la tiranía clerical, pues en esa entidad “se hizo labor previa de emancipación, divulgando entre el pueblo el verdadero sentido de la religión, desposeyendo al sacerdote de la falsa aureola de santidad que utilizara, hasta entonces, para sugestionar las conciencias, y privando a la iglesia de aquellos privilegios que la permitieron enriquecerse, explotando, aliada con el poderoso, la credulidad y la mansedumbre populares”.
Estas últimas palabras le granjearon a la oradora “grandes y prolongados aplausos”.
Belén recordaba también que la asonada militarista que acabó con la vida de Carrillo buscaba, ante todo, impedir que se consolidara su obra revolucionaria, que el cuartelazo conllevó las persecuciones y matanzas de sindicalistas y agraristas, y que hubo curas y obispos que actuaron como encubridores de esos desmanes.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
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