Los precios del petróleo son un arma altamente eficaz de la guerra económica. Es usada por la elite transnacional mundial de la globalización neoliberal para integrar en ese nuevo orden a cualquier país que aún se resista
Takis Fotopoulos, “The engineered decline in oil prices: economic warfare is the West’s main weapon”
El desplome de los precios internacionales del petróleo ha sido traumático y ha superado las expectativas de la mayoría de los analistas, de los productores del crudo, de los demandantes.
Entre el 19 de junio y el 12 de diciembre de 2014 las cotizaciones de todos los tipos de crudo de exportación acumularon una pérdida media del orden de 45 por ciento.
Ese derrumbe es su racha perdedora más larga desde 2008, año del colapso sistémico del capitalismo neoliberal. En medio año se esfumaron las ganancias acumuladas en 5 y los precios retrocedieron a sus niveles conocidos en julio de 2009, mes en que se recuperaban de dicho desastre.
En su caída el West Texas Intermediate (WTI), estadounidense, uno de los crudos marcadores del mercado, rompió la barrera de los 60 dólares por barril (db) y el 11 de diciembre se instaló en los 58.12 dólares. El Brent, inglés, otro petróleo de referencia, siguió el mismo curso. En este momento se vende en 62.13 dólares. La canasta de precios de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que incluye a 12 tipos de crudos de los miembros del organismo, cayó a los 60.50 dólares.
El WTI pierde 49.838 db, al pasar de 107.95 a 58.12 db. El Brent cae en 53.06 db, al abatirse de 115.19 a 62.13 db. La cesta de la OPEP declina en 49.98 db, al reducirse de 110.48 a 60.5 db.
La tarifa de mezcla mexicana de exportación igualmente se desfonda y le corresponde el nada honroso primer lugar de cruzar la barrera de los 40 db, en su caída en el pozo cuyo fondo se desconoce todavía. Como simple anécdota, el 6 de mayo de 2009 su precio fue de 54.84 dólares. Su precio se abate en 49.33 db, al contraerse de 98.65 db a 49.46 db.
La caída de las tarifas del petróleo ha sido estrepitosa. Ella es comparable a la ocurrida en 1986, cuando los precios cayeron en 50 por ciento, reducción que con toda probabilidad será superada en lo que resta de 2014.
Lo llamativo no sólo es la declinación de las cotizaciones, aparatosa y dramática.
Lo interesante es la pasividad de los productores, tanto de la OPEP como fuera del organismo. Nadie, hasta el momento, está dispuesto a hacer algo en conjunto para contener la hecatombe, dada la diferencia de intereses económicos y políticos, a menudo encontrados.
En el caso de los miembros de la OPEP esa postura, pese a las diferencias, es resultado de la disciplina de integrantes ante las decisiones adoptadas colectivamente en la pasada reunión del 27 de noviembre 2014, donde se decidió mantener su plataforma de producción global de 30 millones de barriles diarios negociada en diciembre de 2011, la cual se mantendrá hasta junio de 2015, cuando se llevará a cabo la próxima reunión del organismo. A menos que decidan adelantarla. Ello pese a la sobreoferta de crudo existente en el mercado y el rápido descenso de los precios, cuyos efectos son resentidos de manera desigual.
La situación en la OPEP no es la misma entre los países del Golfo Pérsico de la OPEP, como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos o Kuwait, que disponen de grandes reservas en divisas para soportar esa situación adversa por un tiempo prolongado, que la de Ecuador o Venezuela, por ejemplo, que, sin éxito, demandaron un recorte en la producción para tratar de ajustar la oferta y la demanda petrolera y atemperar los efectos perniciosos del mercado sobre sus economías.
De acuerdo con del Banco Mundial las reservas internacionales de Arabia Saudita ascienden a 739 mil millones de dólares y son consideradas las terceras más importantes del mundo, después de China y Japón. Las de Emiratos Árabes Unidos suman 68 mil millones de dólares y las de Kuwait 35 mil millones de dólares. En cambio, las de Venezuela apenas son de 21 mil millones de dólares y la de Ecuador de 4.1 mil millones de dólares.
Según Russia Today, un precio de 70 db dificultará que la mayoría de los países de la OPEP puedan ajustar sus cuentas fiscales. Irán requiere un precio de 140 dólares para equilibrar su presupuesto; Argelia y Venezuela de 121, y Ecuador de 117 dólares. La situación de Irak, Angola, Nigeria, Arabia Saudita y Libia es menos complicada, pues necesitan una cotización de entre 90 y 106 dólares; Catar y los Emiratos Árabes Unidos de 70 dólares y Kuwait de 60 dólares.
En exceso petrodependiente, Venezuela será una de las naciones más afectadas por la caída de los precios, ya que la materia prima contribuye con el 96 por ciento de las exportaciones totales de Venezuela y la mitad del presupuesto estatal. Recientemente, el presidente Nicolás Maduro reconoció la caída del 40 por ciento de los ingresos petroleros. El presupuesto nacional fue diseñado a un precio del crudo de 60 db, por lo que esa nación enfrenta el riesgo de llevar a cabo ajustes en el gasto. Antes de la crisis petrolera Venezuela enfrentaba una situación crítica, asociada a la devaluación de poco más de 40 por ciento en 2011. Una inflación del orden de 60 por ciento en 2014, contra un ajuste cambiario de 1.8 por ciento, lo que sobrevalúa la moneda inevitablemente. Con una recesión que podría extenderse de 2013 a 2016. Con un cuadro económico y social crítico que, sumado a la lucha política por el poder entre el gobierno actual y la derecha local, apoyada por Estados Unidos, pondrán a prueba al régimen heredado por Hugo Chávez.
Rusia había planeado su presupuesto para 2015-2017 sobre la base de un precio de barril de 100 dólares. Esa nación es la segunda mayor productora de crudo –15.5 millones de barriles diarios (mbd), después de Estados Unidos (13.89 mbd)– y exportadora (6.8 mbd), luego de Arabia Saudita (8.4 mbd). Junto a esa problemática, el país tiene que soportar el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos y los europeos, como consecuencia del conflicto ucraniano, las disputas geopolíticas con aquella nación y su lucha intercapitalista por el reparto del mundo.
Los demás oferentes independientes de la OPEP, salvo Estados Unidos, son mudos espectadores al borde de un ataque de nervios ante un mercado descontrolado, ante el que nada pueden hacer, más a allá de padecer sus secuelas.
Entre ellos se encuentra México, que ya sufre las consecuencias combinadas de la reducción de los precios y de sus volúmenes de exportación y de su participación en el mercado estadunidense, sobre todo frente a Canadá.
Es cierto que México ya no muestra el perfil petrodependiente de principios de la década de 1980, en parte responsable de la grave crisis de la deuda externa, fiscal, recesiva e hiperinflacionaria, catalizada por los programas fondomonetaristas de estabilización, de ajuste externo y estructurales. Ella fue desencadenada, entre otros factores, por la baja de los precios del crudo de 33.18 db, en 1981, a 26.42 db, en 1983, en 20 por ciento. Lo mismo ocurrió durante el calderonismo, cuando cayeron de 84.38 db, en 2008, a 57.40 db en 2009.
En 1980-1985 las ventas externas petroleras equivalieron a 72 por ciento del total de las exportaciones, en promedio, y los ingresos petroleros al 48 por ciento de los ingresos presupuestarios del sector público, según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el Banco de México (Banxico) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía. En 2014 representan el 13 por ciento y el 32 por ciento de ambos conceptos.
La vulnerabilidad ante el ciclo petrolero es ostensible. En especial del lado fiscal, en virtud de la política fiscal regresiva, que la única opción que deja para enfrentar la pérdida de los ingresos petroleros es el recorte recesivo del gasto público.
Entre enero y octubre de 2014, las divisas obtenidas por las exportaciones petroleras se redujeron en 4 mil 299 millones de dólares, 14 mil 141 dólares menos por día, en comparación con el mismo lapso del año anterior, según datos de la empresa Petróleos Mexicanos (Pemex).
En términos fiscales, de acuerdo con Hacienda, los impuestos reales recibidos por concepto de derechos de hidrocarburos cayeron 8.4 por ciento, en 134 mil millones de pesos, al pasar de 725 mil millones a 691 mil millones. Los ingresos petroleros del sector público y del gobierno federal decrecieron 1.8 y 4.4 por ciento, en términos reales, respectivamente.
La restricción en los ingresos públicos, junto con la ampliación del gasto público, elevó significativamente el déficit fiscal real estatal, el cual subió en 93 por ciento. Pasó de 218 mil millones de pesos a 437 mil millones. Para financiarlo, el endeudamiento interno y externo aumentó en esa proporción. El externo en 126 por ciento y el interno en 72 por ciento. Aquel pasó de 85.6 mil millones a 200.1 mil millones. El otro de 132.5 mil millones a 236 mil millones.
Ése ha sido hasta el momento el costo de la caída de los precios y de la ceguera de Luis Videgaray y sus muchachos. Ofuscación que se pagará caro en 2015 –y posiblemente en 2016–, porque para el próximo año el presupuesto y la política económica se diseñaron con precio del petróleo de 79 db, y en estos momentos es 27.38 db menor.
De no modificarse la crítica situación del mercado petrolero, inevitablemente el gobierno mexicano y otros exportadores petroleros frágiles, tendrán que ajustar el gasto público, con sus efectos recesivos.
De hecho, sus efectos desestabilizadores ya empezaron a transmitirse a través de la volatilidad de los mercados financieros internacionales (de cambios, bursátil y de dinero), provocada por el movimiento especulativo de los capitales de corto plazo que tienden a buscar refugio en el dólar estadunidense, los bonos del Tesoro y, en general, en el sistema financiero de esa nación.
Mercados de valores como el de México, Argentina, Brasil y Rusia, por citar algunos, ya muestran la violencia de los mercados financieros. En el caso de éste último país, el 15 de diciembre cayó 10.1 por ciento, y el 16 arrojó una pérdida de 17.2 por ciento. De esa manera, el valor de capitalización del mercado acumula una pérdida de 58 por ciento en 2014 y opera en niveles similares a los observados en marzo de 2009. La caída rememora la crisis financiera rusa de 1998.
El dramático desplome bursátil ruso se debe, entre otros factores, a la debilidad del precio del petróleo, las sanciones económicas y políticas que le fueron impuestas, la pretensión del Congreso estadunidense por agregar otras nuevas, y el fracaso del banco central por tratar de evitar el feroz ataque especulativo que enfrenta la moneda, por medio de la elevación de las tasas de interés de los tipos de interés de 10.5 por ciento a 17 por ciento. La paridad se depreció poco más de 20 por ciento y se ubicó en 100 rublos por euro y 80 rublos por dólar. El banco central estimó que en 2013 se fugaron 60 mil millones de dólares y espera que en 2014 se esfumen otros 128 mil millones más, contra los 100 mil millones que había previsto originalmente.
Probablemente esa combinación de factores, un auténtico choque económico, agudizará en 2015 y 2016 los síntomas recesivos de esa nación percibidos en 2014. Incluso se estima que podría decrecer alrededor de 5 por ciento en 2015.
Rusia es la primera expresión mórbida de que el Minotauro global se aproxima hacia un nuevo colapso económico y financiera global, ahora por la guerra de precios del crudo, extensión de ríspida disputa por el control de la industria y el mercado petrolero.
En México, a pesar de que Hacienda y el Banxico han señalado que los fundamentos financieros son sólidos, como dicen cada vez que se presenta un ciclo de turbulencia, ésta ya se resiente en México. De julio a diciembre de 2014 la paridad se ha depreciado poco más de 16 por ciento, al de 12.9 a 15.04 pesor por dólar. Esa situación obligó a la Comisión de Cambios, integrada por Hacienda y el Banxico, el 9 de diciembre, a anunciar que subastaría 200 millones de dólares diarios. El objetivo no es defender un nivel determinado de la paridad, sino simplemente inyectar liquidez al mercado para tratar de contrarrestar la volatilidad de la moneda.
Los efectos perniciosos de las variaciones de la paridad dependerán de la magnitud y extensión de la inestabilidad de los mercados financieros internacionales. Si es duradera entonces se resentirá en el nivel de la inflación y el deterioro en las cuentas externas y fiscales, con sus consecuentes efectos recesivos para 2015, cuando menos.
Por desgracia, no existen razones para suponer que ese escenario volátil y sombrío se modifique en el corto plazo.
Sobre todo porque no atisba un piso para el desplome de los precios del petróleo.
En su informe de diciembre de 2014, la Agencia Internacional de Energía, estadunidense (Short-Term Energy Outlook), estima que no habrá cambios significativos en la situación del mercado petrolero mundial, caracterizada por un exceso de producción y el debilitamiento de la demanda, merced a declinación del crecimiento internacional que provocó la caída de los precios en 2014.
Según la Agencia, en 2014 la oferta creció en 2 por ciento y en 2015 espera que lo haga en 0.9 por ciento. Ello implicará 790 mil barriles diarios más. Por su parte, la demanda lo hizo en 1.1 por ciento y 1 por ciento. Se reducirá en 880 mil barriles. La diferencia anual entre la oferta y la demanda será de alrededor de 1.1 millón de barriles diarios, similar a 2014.
En ese sentido, espera que el WTI pase de un precio medio de 93.82 bd, en 2014, a 62.75 db, 31.07 dólares menos. El Brent pasaría de 99.54 a 68.08 db, 31.46 menos (ver gráficas).
Por añadidura, el precio del crudo se mantendrá bajo.
La estimación de la Agencia, empero, es optimista, al considerar únicamente el desequilibrio entre la producción y el consumo de petróleo.
La petrolera Kuwait Petroleum estima que los precios podrían ubicarse en los 65 db, al menos la primera mitad de 2015.
in embargo, durante la reunión de la OPEP de noviembre, el ministro de energía de los Emiratos Árabes Unidos, Suhail al Mazrouei, afirmó que el organismo seguiría con su nivel de producción, aun cuando el precio del barril cayese a los 40 dólares. “No vamos a cambiar de opinión porque los precios se fueran a los 60 o los 40 dólares”. La OPEP, agregó, no tienen un objetivo de precio, ya que “el mercado se estabilizará por sí mismo”.
Si el objeto de Arabia saudita y la OPEP es debilitar o desaparecer a los productores del esquisto, entonces los precios del crudo tendrán que ser de 40 dólares por barril, o menos. Y deberá mantenerse por varios años para borrarlos del mapa. O al menos para postergar su reaparición durante un periodo prolongado. Como sucedió con el desarrollo de las fuentes alternas de energía en la década de 1980, cuando los precios cayeron hasta los 10 db.
En su estimación más pesimista, Morgan Stanley aventuró que las cotizaciones podrían caer hasta los 43 dólares (35 euros) en el segundo trimestre de 2015, lo que significaría tocar el nivel más bajo desde 2005.
Adam Lonson, de Morgan Stanley, dice que si “la OPEP no interviene, los riesgos de que los mercados se desequilibren son altas, con una previsible sobreoferta en el segundo trimestre de 2015”.
En particular, se espera que Arabia Saudita reduzca su producción en al menos a 1 millón de barriles diarios, para equilibrar el mercado y contener la baja de los precios.
Desde luego, no se hace esa demanda a los otros dos productores más importantes: Estados Unidos y Rusia.
No obstante, un exceso de poco más de 1 millón de barriles difícilmente puede explicar el desplome rápido de los precios.
En realidad, existen otros factores que explican la caída.
De momento, los intereses de los sauditas son otros.
A principios de diciembre ofrecieron un descuento de 1.90 dólares por barril en su crudo Arab Light para sus clientes asiáticos, entre ellos China, el mayor importador del mundo. En Estados Unidos fue fijado con una prima de 0.90 dólares por barril para el Índice de Crudo Argus Sour (ASCI, por su sigla en inglés) para enero, un descuento de 70 centavos con respecto al mes anterior. Así, el precio se ubica en sus niveles más bajos en 14 años.
Ahora Irak sigue sus pasos. Se sumó a los descuentos sauditas, y sus precios en Asia cayeron a sus mínimos en 11 años.
Sin duda, otras naciones seguirán el ejemplo.
stamos ante lo que se ha calificado como la “guerra de los descuentos”, por tratar de mantener las cuotas de mercado.
Pero ella es la siguiente fase de otra situación, señalada por Eulogio Del Pino, presidente de la estatal Petróleos de Venezuela: “El mercado petrolero, enfrentado a una baja sostenida del barril de crudo, entró en una guerra de precios que no conviene a nadie, ni a los productores, ni a los consumidores”.
No sólo es una guerra de precios. Es una guerra económica. Es la disputa por el futuro control del mercado, el cual implica un nuevo mapa energético global.
Es un conflicto entre los productores tradicionales y no tradicionales (el shale gas y tigh oil, o roca de esquisto, que contiene gas y petróleo). Es un conflicto “en sector altamente cartelizado, donde el poder de decisión está concentrado en un puñado de países y empresas que ponen condiciones al resto sobre cuotas de producción, canales de comercialización y monedas en las que debe transarse; como dijera el analista uruguayo Raúl Zibechi.
Es una guerra entre Estados Unidos y los sauditas por el control del mercado petrolero. De ellos en contra de Rusia, Irán y Venezuela, entre otros países, por el control geopolítico de Oriente Medio o Asia Central.
esde la segunda mitad de 2014 impera la ley del más fuerte y ésta se intensificará en 2015.
El panorama es del shock del mercado del petróleo.
Y amenaza con colapsar a los mercados financieros, al sector real de la economía y a la economía misma, aun cuando ésta no termina de digerir la gran depresión de 2008, y quedaron más náufragos que navegantes.
Marcos Chávez M*
Economista
Contralínea 418 / del 4 al 10 de enero de 2015
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