La semana pasada Enrique Peña Nieto se refirió a las notas y comentarios de algunos periodistas que dicen que “no hay buen humor, el ánimo está caído, hay un mal ambiente, un mal humor social”, pero en el México que él ve y siente, el primer mandatario aseguró que hay muchas razones y muchos argumentos para decir que México está avanzando y que está creciendo en distintos ámbitos.
Esas declaraciones a las que nos tiene acostumbrados el presidente de la República, las hizo coincidentemente cuando la Unicef y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) dieron a conocer el estudio sobre la Pobreza y derechos sociales de niñas, niños y adolescentes en México 2014, en donde la conclusión central es que, a pesar de todas las acciones de gobierno para mejorar el ejercicio de los derechos sociales de la población de 0 a 17 años, no será posible observar reducciones significativas en los niveles de pobreza de niños y adolescentes sin mejoras tangibles en el ingreso de los hogares en que viven.
Esto confirma que lo que le dicen al presidente los miembros del gabinete de que todo va bien en el país sólo es una gran mentira, y que lo que Peña Nieto escucha en distintas reuniones en el sentido de que las críticas de los periodistas sólo obedecen a opiniones malhumoradas cuando dicen ver a una población en grave crisis económica y en medio de una profunda descomposición social, tienen mucho de cierto.
Este informe del Coneval sobre la grave situación de los niños mexicanos en condición de pobreza –que alcanza a más de la mitad de esa población de entre 0 y 17 años–, sostiene que a más de media década de la crisis financiera global de 2008, el ingreso laboral per cápita de los hogares mexicanos no ha alcanzado, en términos reales, los niveles observados antes de dicha crisis.
De hecho, de acuerdo con información publicada en el Índice de Tendencia Laboral de la Pobreza, también elaborado por el Coneval, el ingreso laboral per cápita se redujo 14.1 por ciento en términos reales entre el tercer trimestre de 2008 y el mismo periodo de 2014, ya que paso? de 2 mil 262.5 pesos a 1 mil 943.5 pesos del cuarto trimestre de 2015.
Ese decremento, asegura el Coneval, fue mayor en las áreas urbanas en 15.5 por ciento entre 2008 y 2014, en tanto que en las zonas rurales registró un incremento de 2.7 por ciento. Lo anterior explica los desafíos de la población urbana en términos de ingresos en los últimos años que, dada la mayor incidencia de pobreza infantil y el número elevado de niños, niñas y adolescentes en pobreza en las áreas urbanas, tienen un efecto directo sobre éstos.
Unicef y Coneval identifican pocos instrumentos del gobierno federal para atender las carencias más críticas en estos entornos (ingresos, alimentación y seguridad social), además de que el país tiene un vacío de información de cómo atender a la población en pobreza en las zonas urbanas.
El estudio añade que en un contexto económico adverso en el plano nacional e internacional (con inestabilidad del tipo de cambio, presiones en las finanzas públicas por los bajos precios del petróleo, reducción de la actividad económica en varias zonas emergentes como China y Brasil, entre otros), depender de los programas de transferencias monetarias para disminuir los niveles de pobreza y desigualdad resulta insuficiente.
La continua expansión del Programa para la Inclusión Social (Prospera, antes conocido como Progresa u Oportunidades), así como otros programas de apoyo a los grupos más desfavorecidos (como el Programa Seguro de Vida para Jefas de Familia o en su momento el de Apoyo Alimentario o la Pensión para Adultos Mayores), han resultado en una red de protección social que actualmente abarca a más de 6 millones de hogares (más de 20 por ciento del total).
El amplio análisis sobre la situación de pobreza en la niñez y adolescencia, dice el Coneval, puede tener efectos como el abandono escolar, la mortalidad por enfermedades prevenibles o curables y la estigmatización de sus pares por el tipo de vestimenta, así como dificultades para revertir la desnutrición o malnutrición, complicaciones para afrontar discapacidades o pocas posibilidades de reversión de las consecuencias de un periodo prolongado de carencias que disminuyeron su crecimiento y desarrollo.
Entonces la situación de pobreza en la niñez y adolescencia puede tener efectos como el abandono escolar, la mortalidad por enfermedades prevenibles o curables y la estigmatización de sus pares, así como dificultades para revertir la desnutrición o malnutrición, complicaciones para afrontar discapacidades o pocas posibilidades de reversión de las consecuencias de un periodo prolongado de carencias que disminuyeron su crecimiento y desarrollo.
Así que ese malhumor de la población encierra hambre y mortandad de niños y la desesperación de sus padres que no encuentran posibilidad alguna para revertirlo y poder sobrevivir, mientras que en el gobierno hay quien piensa que las cosas van bien.
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