Sara García Bautista*/Centro de Colaboraciones Solidarias
Vallecas, Madrid. Seis de la mañana. Cincuenta policías y siete furgones de la Unidad de Intervención Policial (UIP) se presentan en el domicilio de Wilson y su familia: un matrimonio con dos niños pequeños. Uno de ellos apenas sobrepasa el mes y medio de vida. Pero ni eso, ni el frío de aquella noche de enero, ni el apoyo de los vecinos e integrantes de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) pudieron evitar que los desalojaran. Su casa, una vivienda alquilada de protección oficial, había sido vendida a un fondo buitre que había triplicado las mensualidades. Y los padres, como tantos otros, se encontraban desempleados. El drama humano que supone perder el techo bajo el cual dormir se repite cada día en toda la geografía española, a pesar de que la Constitución garantiza el derecho de todos los españoles a una vivienda digna, en especial a los más desfavorecidos.
Además, con la aprobación de la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como ley mordaza, impedir un desalojo podrá considerarse desorden público y la multa podrá ascender hasta los 30 mil euros. Esta nueva ley que ya está en marcha provoca también casos como el de Alicia Armesto: una reportera que cubrió el desahucio de otra mujer en Tetuán y que ha sido denunciada por subir a las redes unas fotografías y un video que no parecieron gustar a la policía. En él aparece gente lesionada, la mujer desahuciada llora desconsolada y, junto a ella, un policía se ríe mientras le dice: “Tranquila, que ahí llega Podemos”.
En Madrid, la venta de miles de viviendas sociales del ayuntamiento a fondos buitre “para salvar de la quiebra” ha provocado un cambio de condiciones que los inquilinos muchas veces no pueden asumir. Las ayudas de la Comunidad apenas ascienden a 170 viviendas de las 1 mil prometidas, según recoge Cáritas, la organización no gubernamental que gestiona el plan regional, y que también asegura que muchas de ellas son inhabitables. Mientras, cientos de casas de familias desahuciadas se quedan vacías y los bancos no saben qué hacer con ellas. No pagan gastos de comunidad y no las reparan por lo que se vienen abajo, cuando hubieran podido cobrarles un alquiler módico durante un tiempo hasta que encontrasen un trabajo digno, y mientras tanto las cuidaban…
Vivimos en una dictadura impuesta por los bancos y los fondos buitres, oculta bajo una apariencia de democracia. Resguardada bajo leyes como la de Seguridad Ciudadana, la cual garantiza todo menos la seguridad, y con la que castiga a quienes tratan de ayudar a estas personas a conservar sus casas. El partido que gobierna, el Partido Popular, alardea de ética, pero mira hacia otro lado ante casos tan espeluznantes como éstos, que remueven las conciencias de muchos, pero no las suyas..Sara García
Bautista*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Periodista
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