El internet de las cosas (IOT, por su sigla en inglés) será sin duda uno de los engranes tecnológicos que revolucionarán la vida de los habitantes de las grandes ciudades en todo el mundo; sin embargo, en México no hay desarrollo propio en este campo.
Últimamente se ha escrito mucho del tema –debido a recientes ataques cibernéticos realizados mediante equipos infectados, los cuales van desde relojes hasta monitores para bebés–, sobre todo negativamente. No obstante, estas discusiones han ayudado a que se conozca entre las personas la característica que tienen muchos productos de conectarse a internet e interactuar con otros equipos. Es conocido el riesgo y debe difundirse más, sobre todo porque la cantidad de productos de este tipo se multiplicarán.
Poco a poco se incrementan la soluciones y las empresas ha invertido en el desarrollo de este tipo de productos y de acuerdo a información de Cisco, se espera que en México en el 2020 se inviertan 11 mil millones de dólares.
Suena interesante que en Jalisco se instalará el Centro de Innovación, Desarrollo Tecnológico y Aplicaciones de Internet de la Cosas (CIIOT) –además del gobierno, participarán el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), campus Guadalajara; el Instituto Tecnológico Superior de Zapopan (ITSZ), que forma parte del Tecnológico Nacional de México (Tecnm); y el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), del Instituto Politécnico Nacional (IPN), unidad Guadalajara; así como las empresas Luxoft, MXP, Intel, IBM y Microsoft–; en el proyecto, que será el primero a nivel nacional y estará listo en unos 3 años, extraña no ver a la Universidad Nacional Autónoma de México. Algunas. En total, costará aproximadamente 100 millones de pesos entre fondos públicos y privados.
La importancia del IOT es su capacidad de conectar todas las cosas y consultar y compartir la información en tiempo real. La gran mayoría de las posibilidades aún no se han vislumbrado, pero podrán revolucionar la vida como la conocemos en muchos aspectos, desde la salud hasta cualquier tipo de banalidades.
Una de las posibilidades más simples del internet de las cosas, por ejemplo, está en la gestión de basura, el control del alumbrado público y de las casas, empresas u hospitales, la detección de fugas de combustibles e incendios, así como en monitorear la contaminación del ambiente en tiempo real.
Y aunque es indispensable que el país invierta y desarrolle este tipo de tecnología, las leyes deben actualizarse. Diputados y senadores deben conocer los múltiples beneficios, también las lagunas legales que podrían permitir a esos productos recopilar información que supera la básicamente requerida para cumplir su función anunciada. Ya es bastante información personal la que le regalamos voluntariamente a las redes sociales, principalmente a Facebook, que cada vez solicitan más datos privados y la gente los envía sin cuestionarse la conveniencia.
Ahora corremos el riesgo de que nuestros juguetes, zapatos, chamarras y nuestra propia casa nos espíen y recopilen esa información y la vendan a terceros. No creo que sea necesario esperar a que suceda para comenzar a legislar y proteger a los usuarios y ciudadanos en general.
La privacidad no es algo que se debe dar por perdido; al contrario, debe protegerse a pesar de las redes sociales y de los actuales y próximos productos que sean desarrollados con el internet de las cosas.
También el planteamiento útil de controlar el alumbrado de una ciudad mediante el internet de las cosas para optimizar al máximo suena práctico; sin embargo, el automatizar y además conectar a internet el suministro eléctrico podría ser uno de los mayores riesgos que asumiría un país: un ataque cibernético podría causar pérdidas humanas y económicas de consideración, ya que se integrará el espacio público y doméstico.
La ciudad de Santander, en España, es de las primeras a las que se les denomina Smart City por la enorme cantidad de sensores instalados que dan cuenta del tráfico así como de la frecuencia de salida de autobuses, el estado de la recolección de basura –indicando temperatura de los contenedores, su nivel de llenado, si se ha caído el contenedor– o, mediante un termómetro, si hubo un incendio. Si otras ciudades siguen estos pasos, prácticamente todo estará conectado y si los hackers pueden secuestrar los datos de la computadora de una persona, las computadoras de todo un hospital, es factible que puedan hacerse del control de una casa y claro, de toda una ciudad.
Gonzalo Monterrosa
[Sociedad Beta]
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