Impresionante fue el equipo enviado por Barack Obama a México para discutir no sólo el Plan Mérida, sino los asuntos de seguridad entre ambos países. Tanto así que dejaron anonadados a infinidad de reporteros de larga experiencia.
“Dan miedo”, dijeron algunos. “Es algo fuera de serie”, comentó otro. “Nunca se había presentado un elenco tan amplio y vasto en el extranjero”, señaló el más tranquilo. Y es que en verdad, estamos no en los juegos de guerra, como apuntaba una película estadunidense hace tiempo, sino en una larga batalla de ocho o 10 años, cuando menos, al decir de expertos en la materia.
Que el asunto ha calado en la sociedad estadunidense, lo demuestran no sólo los dos asesinatos de sus compatriotas y un esposo de una señora del otro lado. En Dark Blue, Weeds, CSI y La Ley y el Orden: Unidad de Víctimas Especiales, aparecieron casos de bandas criminales mexicanas. En los dos últimos incluso se les catalogó como Los Zetas, grupo que actualmente es perseguido, curiosamente, en todo el país por sus rivales, los cárteles de Sinaloa y del Golfo.
La realidad supera a la ficción, nos aseguró hace tiempo el gran Fiódor Dostoyevski. Estamos ante un nuevo ejemplo de ello. Afirmar que el encuentro habido es normal, estaba programado, es querer engañar a ingenuos. Y lo peor, evitar que los siguientes pasos no se entiendan y continuar con la famosa estrategia fallida, algo tan evidente que sólo los ciegos no lo ven.
Para el exzar antidroga, Barry Mc Caffrey, “Ciudad Juárez es inmensamente más peligroso que Bagdad o Kabul”. Es decir, que Irak y Afganistán están lejos y no representan tanta angustia como la frontera. Es lógico, mueren centenas en aquellos países y sólo llegan los ataúdes y escenas macabras; acá hay una emigración de miles, entre ellos inversionistas de muchas nacionalidades, y se puede desatar una huída sin paralelo que nadie, ni siquiera los muros más sofisticados, lograrán impedir.
Este mes en The Washington Post, el programa de televisión del derechista Bill O Relly, en Fox, y la especialista Anastasia O Grady, en The Wall Street Journal, coincidieron en dos planteamientos: la lucha contra los narcos no ha dado la eficacia esperada y la administración de Felipe Calderón falló. Algo que alarmó no sólo a la clase política, público en general, sino incluso a los empresarios, quienes tienen en doña Anastasia una fuente confiable.
En este último caso, la inversión extranjera descendió de 27 mil millones en 2008 a un poco más de 11 mil millones en 2009. Algo realmente catastrófico. Pero la inseguridad, más que la crisis global y la influenza A/H1N1, es la responsable de que no vengan capitales y los que hay, en Ciudad Juárez, por ejemplo, huyan despavoridos.
Curioso, en los momentos que el equipazo de Barack llegaba a nuestro país, se dieron sendas noticias preocupantes. Uno de los hombres rudos del atrabiliario presidente municipal de San Pedro Garza García, Mauricio Fernández, fue detenido por la Marina. Se trata de Alberto Mendoza, apodado el Chico Malo. Éste, se dijo, trabajaba para la familia Beltrán Leyva.
Mientras un narcomenudista detenido en Monterrey, Nuevo León, a las pocas horas apareció torturado y muerto, a otro compañero de ilícitos, simplemente no se le encontraba por ningún lado y hasta el momento no se ha presentado ante las cámaras. Algo que muestra, otra vez, que el imperio de la justicia es algo desconocido para las autoridades. Estamos sin ley ni orden.
Días antes de que doña Hilaria nos iluminara con su sonrisa, el agudo periodista Joel Hernández Santiago dio a conocer que estuvo en México Leo Panetta. El jefe de la Agencia Central de Inteligencia no vino a tratar de hacer acuerdos ni intercambiar frases amables, como lo mostró la señora Clinton, más bien hizo su trabajo: comentar acerca de la deficiente seguridad en México y tratar de evitar que ello contamine a Estados Unidos. No se olvide que la famosa agencia, la cual siempre trajo a raya el recordado columnista Manuel Buendía, hace infiltraciones en todo el orbe sin importarle las relaciones diplomáticas ni las reglas establecidas.
Según diversas fuentes, Panetta señaló dos elementos carentes en las fuerzas armadas mexicanas: descoordinación y acopio de información confidencial para enfrentar a los barones de la droga. Sin reparar esas fallas, nada avanzará en serio.
La declaración final, leída por la secretaria de Estado de Obama y la canciller mexicana Patricia Espinosa, está llenas de buenas intenciones, incluso de cierta mea culpa del todavía imperio: detener el tráfico de armas, atacar el lavado de dinero, evitar el tráfico de estupefacientes, cuidar más la frontera, tener una relación muy estrecha, hacer labores conjuntas y algunas cuestiones más.
Como todo documento, sobresalen las buenas intenciones. La realidad: en lo que no se dice están los detalles, igual que en los juegos diabólicos.
Pero hay una certeza: la injerencia estadunidense en nuestro país será mayor. No para vencer para siempre al narcotráfico, algo imposible por las adicciones, los miles de millones de dólares que maneja anualmente y el negocio de las armas que no puede controlar Washington, sino para moderar una violencia que preocupa a millones de personas y es un signo terrible para el futuro.
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