Después de su meteórico ascenso en los últimos meses de 2017, cuando el Bitcoin alcanzó los 20 mil dólares, la criptomoneda ha bajado un 50 por ciento en enero de 2018, a 10 mil dólares.
Muchos dicen que es el final de la burbuja, sin embargo puede ser pronto para afirmarlo: al iniciar el año, muchas personas pudieron haber retirado sus ganancias; en otros casos, quienes necesitaban dinero retiraron su capital, sobre todo en Asia, porque enero es una época en la que se necesita efectivo. En ese contexto, es posible que la disminución preocupara a muchos otros en el resto del mundo que, aunque no planeaban retirar su inversión, lo hiceron.
Ese temor llegó no sólo a los compradores: también ha tocado a gobiernos que hasta cierto punto apoyaban al Bitcoin, como Corea del Sur, que ahora parece plantearse la idea de sacarlo de las bolsas de valores. En Londres incluso se podría prohibir.
Otro caso es el de China, que podría tomar acciones para eliminar las minas de Bitcoin, aunque antes de ello se propone regular el tema para evitar la especulación.
En Europa ya advierten a las personas que podrían perder todo su dinero invertido; entre ellos están los hermanos Tyler y Cameron Winklevoss, quienes hace años pelearon legalmente con Mark Zukerberg por la paternidad de Facebook, y hace poco se mostraban orgullosos por ser de los primeros que generaron millones de dólares con los Bitcoins.
Pero se tendrá que esperar un poco más para saber si en un futuro las criptomonedas podrán perder esa volatilidad y establecerse como una monedas de cambio, pues no sólo el Bitcoin ha disminuido, también han bajado otras como Ether y Ripple.
La mayor parte de la gente, sobre todo los compradores nuevos, ignoran que las criptomonedas no fueron creadas para generar ganancias o ser consideradas como acciones.
Su función era simplemente contar con dinero en internet que pudiera ser transferido a cualquier lugar y pagar servicios o productos sin necesidad de pagar comisiones o sin que los bancos o las autoridades participaran. Éstas no están diseñadas para guardar dinero: pueden dar intereses, pero también pueden desaparecer el recurso. Por ello debemos entender que las fluctuaciones de su valor continuarán, porque su función principal es ser una moneda virtual y eso debe quedar claro.
Ante la volatilidad, lo que podría ayudar a las criptomonedas a tener estabilidad y dar seguridad a los usuarios representaría el fin de su función: si instituciones, bancos y gobiernos las absorben y comienzan a regularlas e imponerles impuestos a sus transacciones, eliminarían de golpe el motivo para el que fueron creadas.
A nivel global, las acciones apuntan hacia allá, pues los gobiernos de Francia y Alemania anunciaron que quieren regular el Bitcoin y presentarán sus propuestas en el G-20 a realizarse en Buenos Aires, en marzo próximo.
Si las empresas del Estado quiebran ante la “sana competencia” no importa: el gobierno no debe meter las manos. Al menos eso es lo que el liberalismo económico ha afirmado en el mundo desde hace décadas, pero si se trata criptomonedas entonces no permitirá el Laissez faire: bancos y gobiernos buscan ya imponer reglas y absorber las criptomonedas como una más de sus formas de hacer dinero.
Ahora el sueño podría terminar antes de haber comenzado, si bien el Bitcoin no fue planeado para generar dinero, terminará haciéndolo para los bancos.
Gonzalo Monterrosa
[Sociedad Beta]
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