Bogotá, Colombia. La visita del papa Francisco a Colombia, transcurrida entre el 6 y 10 de septiembre, representó una sacudida al interior de un país que transita, entre temores y esperanza, de la guerra a la paz.
Colombia está entre los países con mayor número de católicos en el mundo (de los 47 millones de habitantes, 45 millones profesan esa fe). Ello no sólo explica la apoteosis causada por la presencia del santo padre, también su mensaje sanador a favor de un proceso que lleva aún una carga de desconfianza.
“Iré como peregrino de esperanza y paz”, anunció el sumo pontífice un día antes de su llegada a Colombia, donde cientos de miles de feligreses le dieron la bienvenida desde el aeropuerto del Dorado hasta la Nunciatura Apostólica.
Otra impresionante multitud, estimada en más de 1 millón de personas, le acompañó en su primera misa campal, acontecida en el Parque Simón Bolívar de Bogotá y centrada en el llamado a la construcción de la paz.
“Juntarse todos en la barca, que así sea para este pueblo”, evocó el papa ante la muchedumbre, a la que se dirigió como hijos de “una tierra de inimaginable fecundidad que podría dar frutos para todos”.
Colombia necesita la participación de todos para abrirse al futuro de la esperanza, había señalado en su primera jornada pastoral, tras recibir el mensaje de bienvenida del presidente del país Juan Manuel Santos, en la Casa de Nariño, sede de la Presidencia.
Desde que el argentino Jorge Bergoglio se convirtió en papa y escogió el nombre del Santo de Asís en 2013, el tema de la situación interna de Colombia estuvo en su pensamiento y acción.
Durante la misa que ofició en septiembre de 2015 en la Plaza de la Revolución cubana, el vicario de Cristo hizo alusión a la realidad colombiana y a las negociaciones en marcha entonces entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP). “No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación”, advirtió entonces.
Y sobre esa idea volvió en la ciudad de Villavicencio, capital del Departamento del Meta y puerta a los llanos orientales en Colombia, donde ofició su segunda eucaristía ante más de 600 mil personas.
Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación siempre será un fracaso, reiteró. Empero, aclaró que la reconciliación no significa desconocer o disimular las diferencias y los conflictos ni legitimar las injusticias personales o estructurales.
También en la devota Medellín, capital del departamento de Antioquia, el obispo de Roma pidió a los colombianos que abrieran sus corazones y no se quedaran en estructuras viejas de odio y rencor.
Un día antes había opinado que hay todavía mucho espacio para la cizaña en la hermosa tierra colombiana. “Estén atentos a los frutos, cuiden el trigo y no pierdan la paz por la cizaña”, aconsejó.
Y en ese tendido de puentes, de renunciar a las venganzas y de abrirse a la convivencia basada en la justicia, Francisco reconoció los esfuerzos que se han hecho en el país en la búsqueda de la paz.
“En el último año se ha avanzado de forma particular”, destacó en torno a los acuerdos logrados entre el gobierno y las FARC-EP, convertidas desde el 1 de septiembre en un nuevo partido político denominado Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.
Tampoco podría descartarse en esa evaluación la marcha de las negociaciones entre el gobierno y la guerrilla Ejército de Liberación Nacional, cuyos representantes anunciaron un cese al fuego bilateral por 4 meses, 48 horas antes del arribo del papa a Bogotá.
Los pasos dados hacen crecer la esperanza en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos, opinó el jefe de Estado del Vaticano sobre el contexto político colombiano.
El presidente del país, Juan Manuel Santos, quien acompañó al pontífice en su recorrido por cuatro ciudades de Colombia (Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena) acogió en cada una de sus intervenciones el mensaje papal.
“Queremos reconciliarnos y reconocernos en las diferencias”, afirmó el mandatario en la Casa de Nariño, sede de la Presidencia, al darle la bienvenida oficial al papa Francisco ante el cuerpo diplomático y diversos representantes de la sociedad.
También Rodrigo Londoño (Timoleón Jiménez) resaltó el significado de la visita del santo padre en el actual contexto de instrumentación del acuerdo de paz mediante carta enviada al papa desde La Habana, donde se recupera de una dolencia cardiaca.
El comandante Timoleón Jiménez, alias Timochenko y máximo líder de las FARC, se declaró devoto admirador del sumo pontífice y le acentuó a Francisco que las FARC han declinado cualquier manifestación de odio y violencia.
Nos anima el propósito de perdonar a quienes fueron nuestros enemigos, expresa su mensaje, en el que también alude el reconocimiento de los errores de las FARC-EP durante el conflicto armado.
“Cumplimos el acto de contrición indispensable para reconocer nuestros errores y pedir perdón a todos los hombres y mujeres que de algún modo fueron víctimas de nuestra acción”, señaló.
Al oficiar la cuarta y última misa en Cartagena de Indias, el pontífice lanzó un apotegma: “si Colombia quiere una paz estable y duradera tiene que dar urgentemente un paso hacia la equidad y justicia”.
Hay que construir la paz con manos y obras, recalcó el papa Francisco, quien instó a incorporar en ese proceso la experiencia de los sectores históricamente invisibilizados.
El autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite, reflexionó.
En la ciudad amurallada, el santo padre clamó también por el cese de la contaminación, de la devastación de los recursos naturales y la especulación financiera que exponen a la pobreza de millones de hombres y mujeres. Condenó también la lacra de la droga, la prostitución y la trata de personas.
Y concluyó haciendo honor a su misión como peregrino de la paz: “No nos quedemos en el primer paso, sino caminemos juntos cada día. No podemos quedarnos parados”, apostilló antes de tomar el avión que lo llevó de regreso al Vaticano.
El jefe de Estado del Vaticano regresó a Roma. Quedó su impronta como mensajero de la paz en un país donde la guerra ha dejado unos 300 mil muertos, 60 mil desaparecidos y 7 millones de desplazados.
Tania Peña Aguado/Prensa Latina
[OPINIÓN]
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