El conflicto Videgaray-Lozoya

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Miguel Badillo * / @badillo_contra

Emilio Lozoya Austin representa la parte más delgada de un hilo de la madeja de corrupción gubernamental en México en cuanto a sobornos se refiere con la empresa brasileña Odebrecht, por lo que el exfuncionario tendrá que soportar los juicios paralelos (mediáticos) y los procesos legales que se han abierto en su contra en dos áreas de la Procuraduría General de la República, que más que un intento por aplicar la justicia, lo que buscan las autoridades es resolver el problema para que el exdirector general de Petróleos Mexicanos (Pemex) salga bien librado lo más pronto posible.

Pero esa impunidad para un exfuncionario del gobierno de Enrique Peña Nieto que estaría gestándose en las oficinas del Ministerio Público Federal, tiene un límite, que es el año y medio que le resta al actual sexenio para que termine la gestión del actual gabinete, porque de llegar la oposición a Los Pinos, como se prevé, seguramente el exdirector general de la paraestatal petrolera tendrá una amplia estadía en prisión y en Estados Unidos estaría muy interesado.

Meses antes de que el vecino país diera a conocer los primeros sobornos repartidos por Odebrecht (21 de diciembre de 2016) a funcionarios de Brasil y de otros países de América, entre ellos México, a fin de obtener de manera ilícita contratos de obras y servicios en el ramo petrolero por miles de millones de dólares, en México se conoció la noticia de la renuncia de Lozoya a la Dirección General de Pemex (8 de febrero de 2016).

La permanencia de Lozoya en Pemex entró en crisis desde 2014, cuando al interior del gabinete eran conocidos los conflictos entre el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y el director general de Pemex por la distribución del ingreso petrolero y el pago de impuestos de la paraestatal, pues mientras que el titular de Hacienda pretendía que Pemex mantuviera los porcentajes tradicionales que el fisco extrae de las ventas de crudo, Lozoya ya había convencido a su amigo el presidente de que eso era inviable para mantener en mejor situación a la empresa petrolera del Estado.

Los dos eran viejos conocidos, desde la campaña priista por la Presidencia (2012) y en aquel entonces sabían la cercanía que tenían uno y otro con Peña Nieto, y por lo tanto participaban en las reuniones del primer equipo, en donde se hablaba y se aprobaba todo. Así que de comprobarse las reuniones sostenidas entre directivos de Odebrecht con Lozoya Austin en ese mismo año de la campaña política de Peña, sin duda que el ahora presidente y su secretario de Relaciones Exteriores estuvieron más que enterados de los acuerdos y arreglos monetarios con la empresa brasileña.

Una vez asumido el poder, las diferencias crecían entre ambos funcionarios, pero el poderoso secretario de Hacienda -el hombre más cercano a Peña y quien lo aconseja de qué hacer y qué no- no había podido remover a Lozoya de Pemex, porque más que un subalterno del presidente de la República se trataba de su amigo que lo había apoyado en la campaña presidencial y había aceptado trabajar a su lado sólo bajo condiciones distintas a las del resto de los secretarios de Estado.

Así que fue hasta 2016 cuando la espera terminó para Videgaray y en febrero de ese año convenció a su jefe Peña de la urgencia de remover del cargo a Lozoya, antes de que les estallara la bomba de corrupción que investigaba hacía varios meses el gobierno de Estados Unidos y que involucraba directamente al director de la empresa petrolera mexicana.

Con ese astuto movimiento, Videgaray pretendió alejar al gobierno de Peña del problema de Odebrecht, porque hubiera sido más impactante que la acusación contra Lozoya llegara siendo todavía director general de la principal empresa del país y además del Estado.

El hábil Videgary consiguió apartar a Lozoya del gabinete antes de que fuera señalado directamente de recibir sobornos por tres directivos de la empresa brasileña, quienes a cambio de beneficios legales decidieron confesar haber depositado 10 millones de dólares en cuentas de una empresa abierta en un paraíso fiscal a petición de Lozoya Austin.

Ante esa grave acusación que impacta hasta a la Presidencia de la República, el exdirector de Pemex y su abogado Javier Coello Trejo de inmediato respondieron que la empresa que se menciona como receptora de dichos recursos no tiene relación alguna con Emilio Lozoya Austin, porque el nombre de éste no aparece como socio de la misma, lo cual puede ser cierto, porque hubiera sido extremadamente estúpido que los depósitos se realizaran a cuentas en donde apareciera el nombre del exfuncionario petrolero.

Con esa afirmación de abogado-cliente al negar relación alguna con sobornos de Odebrecht, les dio margen también para amenazar con demandar “a quien resulte responsable” de tales afirmaciones, que en este caso serían los directivos de Odebrecht, pues aunque la prensa lo haya publicado son ellos quienes en declaraciones ministeriales ante la justicia brasileña narran las formas y métodos como comprometían a funcionarios de gobiernos de varios países para que les dieran contratos de obras y servicios a cambio de cuantiosos sobornos por millones de dólares.

Cierto es que aún no han pasado los peores días para Lozoya, aún falta lo más delicado, pues aunque el gobierno mexicano le ofrezca por todas las vías legales de protección (a través de citatorios de la Subprocuraduría Especializada en Investigaciones de Delitos Federales y de la Fiscalía Especializada Para la Atención de Delitos Electorales) para cerrar definitivamente los expedientes abiertos, el tiempo juega en contra de Peña y su grupo, porque les queda sólo año y medio en el poder y de asumir un nuevo gobierno la Presidencia, podría reabrir el caso y Lozoya se enfrentaría a una justicia sin amiguismos, lo que sería más complicado para el exfuncionario petrolero.

Otra posibilidad es que Lozoya y las actuales autoridades busquen una salida más rápida y consignen el expediente con un juez a modo (que los hay y muchos), a fin de lograr una mínima sentencia y el exfuncionario se libre de enfrentar un próximo juicio en un gobierno para el cual no trabajó y que sin duda le aplicaría con rigor la ley.

Mientras este nuevo escándalo de corrupción en la prensa mundial sacude al gobierno de Peña Nieto, las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte arrancaron con optimismo de parte de los negociadores mexicanos, pero a la sociedad eso poco le importa porque en el Coliseo Romano lo que importa es la sangre y a Lozoya le toca salir a la arena.

Miguel Badillo

[Oficio de papel]

 

 

Contralínea 553 / del 21 al 27 de Agosto de 2017

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