Categorías: Opinión

El Estado 194

Publicado por
Adrián Mac Liman

Sucedió hace más de 1 cuarto de siglo: el 15 de noviembre de 1988. Desde la ventana de mi morada de Jerusalén contemplaba las murallas de la Ciudad Vieja, las casitas del silencioso y mortecino vecindario árabe. El viejo radiorreceptor sintonizaba una emisora extranjera: Radio Argel. De pronto, oímos la voz de Yasser Arafat anunciando solemnemente: “…Proclamamos hoy la creación del Estado palestino en los territorios de Cisjordania y Gaza…” Media docena de cohetes blancos iluminaron el cielo de la Ciudad Tres Veces Santa. No, no hubo festejos en los barrios árabes de Jerusalén; la ciudad estaba sitiada. Un millar de policías y soldados velaban por el mantenimiento del orden público.

Unas semanas antes de la solemne proclamación, el entonces primer ministro israelí, Isaac Shamir, no dudó en poner los puntos sobre las íes: “There will never be a palestinian State” (“No habrá jamás un Estado palestino”). Sus sucesores Sharon, Barak, Ólmert y Netanyahu permanecieron fieles a la profecía del adalid del Likud.

Sería sumamente difícil, cuando no presuntuoso, tratar de resumir en unas líneas esos 25 años de desencuentros, de errores políticos y fracasos diplomáticos, de levantamientos populares (intifadas) y operaciones militares, de la quimérica luz al final del túnel y las tinieblas que acompañaban a los ángeles de la muerte. Pero, ¿sería inútil recordar el sufrimiento, el dolor, la desesperación de quienes desconocen la paz, el amor al prójimo, la tolerancia? Desde 1948, palestinos e israelíes han sido condenados a vivir en un estado de guerra permanente. Los políticos encuentran siempre pegas para hacer las paces. Los pueblos…

La última ofensiva israelí contra la Franja de Gaza, la tercera en 6 años, arrojó un saldo de 1 mil 500 civiles muertos, 110 mil palestinos desplazados, 26 colegios destruidos, tres hospitales cerrados. Actualmente, unos 450 mil gazatíes no tienen acceso a agua corriente.

Según las primeras estimaciones de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNWRA, por su sigla en inglés), los daños materiales ascienden a unos 8 mil millones de dólares. La conferencia de donantes celebrada recientemente en El Cairo, Egipto, finalizó con la promesa de entregar a la ANP la cantidad de 4 mil 275 millones de dólares. Sin embargo, las contribuciones anunciadas por los participantes apenas ascendieron a unos 2 mil millones.

Estados Unidos se comprometió a aportar 212 millones de dólares (la ayuda económica y militar destinada a Israel asciende anualmente a alrededor de 2 mil millones), la Unión Europea donará 450 millones de euros, el emirato de Catar prometió 790 millones de euros y Arabia Saudita, unos 400 millones. Recordemos que la conferencia fue copatrocinada por los gobiernos de Egipto y de Noruega.

A comienzos de octubre, el nuevo gobierno sueco sorprendió a sus socios comunitarios reconociendo “unilateralmente” la existencia del Estado palestino. La iniciativa provocó la ira de las autoridades de Tel Aviv, acostumbradas a controlar los movimientos diplomáticos del Viejo Continente, causando también un innegable malestar en Washington y en Bruselas. El Departamento de Estado estadunidense se limitó a recordar a los suecos que las naciones occidentales se habían comprometido a llevar a cabo una política consensuada, que implicaba el no reconocimiento de Palestina antes de la (cada vez más) hipotética firma de un acuerdo de paz entre Israel y sus vecinos de los territorios ocupados. A su vez, la Comisión Europea lamentó el gesto poco solidario de las autoridades de Estocolmo, que harían caso omiso de la disciplina existente (impuesta) en el seno de la Unión. Conviene señalar, sin embargo, que otros estados miembros de la Unión Europea –Eslovaquia, Hungría y Polonia– reconocieron el Estado palestino antes de adherirse al club de Bruselas.

Huelga decir que los temores de los poderes fácticos del planeta no carecen de fundamento. Contagiado por la valentía de los suecos, el Parlamento británico aprobó una resolución instando al gobierno de su Graciosa Majestad a reconocer a Palestina. La iniciativa fue apoyada por 274 diputados y rechazada por doce.

Queda por ver si esta oleada de desobediencia-hartazgo de los europeos encontrará su debido eco en las deliberaciones de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En este caso, Palestina podría convertirse de aquí a finales del año, en el Estado miembro número 194 de la ONU.

Adrián Mac Liman*/Centro de Colaboraciones Solidarias

*Analista político internacional

Contralínea 409 / del 27 de Octubre al 01 de Noviembre 2014

 

 

 

 

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