Hace más de 15 años el entonces vocero y jefe militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), subcomandante insurgente Marcos, leyó un cuento en el sur de la Ciudad de México. Fue en el deportivo Villa Olímpica, durante un encuentro organizado por estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
Entonces al sup lo escucharon, entre muchos otros, José Saramago, Alain Touraine, Manuel Vázquez Montalbán, Bernard Cassen, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Carlos Montemayor y Pablo González Casanova (aparte: ¿qué partido político o candidato puede convocar a intelectuales de tal nivel?).
Era el lunes 12 de marzo de 2001. La Marcha del Color de la Tierra (o de la Dignidad Indígena) había parado un día antes en el zócalo de la capital de la República. Todavía el ambiente era de fiesta ante, primero, el cerco popular e indígena sobre la capital del país y, luego, la toma pacífica del corazón político de la nación, la antigua Tenochtitlan. Y todavía faltaban varios días de actividades para los delegados del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del EZLN y del Congreso Nacional Indígena (CNI) en la gran urbe. Su voz llegaría el día 28 a la tribuna del Congreso de la Unión, en la persona de la comandanta Esther.
El cuento narrado por el sup ese lunes 12 se titula El otro jugador. Lo tuve siempre presente. Es muy corto, aunque no lo suficiente para que lo retuviera literalmente. Gracias al gran archivo que es la web, lo puedo transcribir:
“Un grupo de jugadores se encuentra enfrascado en un importante juego de ajedrez de alta escuela. Un indígena se acerca, observa y pregunta que qué es lo que están jugando. Nadie le responde. El indígena se acerca al tablero y contempla la posición de las piezas, el rostro serio y ceñudo de los jugadores, la actitud expectante de quienes los rodean. Repite su pregunta. Alguno de los jugadores se toma la molestia de responder: ‘Es algo que no podrías entender, es un juego para gente importante y sabia’. El indígena guarda silencio y continúa observando el tablero y los movimientos de los contrincantes. Después de un tiempo, aventura otra pregunta: ‘¿Y para qué juegan si ya saben quién va a ganar?’. El mismo jugador que le respondió antes le dice: ‘Nunca entenderás, esto es para especialistas, está fuera de tu alcance intelectual’. El indígena no dice nada. Sigue mirando y se va. Al poco tiempo regresa trayendo algo consigo. Sin decir más se acerca a la mesa de juego y pone en medio del tablero una bota vieja y llena de lodo. Los jugadores se desconciertan y lo miran con enojo. El indígena sonríe maliciosamente mientras pregunta:
“‘¿Jaque?’”.
En aquella Marcha del Color de la Tierra los indígenas del EZLN y el CNI salieron a hablar con obreros, amas de casa, empleados, estudiantes, campesinos… y con los políticos profesionales, sus partidos y sus órganos de gobierno. Vaya discurso de la comandanta Esther en la Cámara de Diputados: sencillo, rebelde, firme y, también, respetuoso.
“Algunos habrán pensado que esta tribuna sería ocupada por el sup Marcos y que sería él quien daría el mensaje central de los zapatistas. Ya ven que no es así. El subcomandante insurgente Marcos es eso, un subcomandante. Nosotros somos los comandantes, los que mandamos en común, los que mandamos obedeciendo a nuestros pueblos. Al sup y a quien comparte con él esperanzas y anhelos les dimos la misión de traernos a esta tribuna. Ellos, nuestros guerreros y guerreras, han cumplido gracias al apoyo de la movilización popular en México y en el mundo. Ahora es nuestra hora.
“El respeto que ofrecemos al Congreso de la Unión es de fondo pero también de forma. No está en esta tribuna el jefe militar de un ejército rebelde. Está quien representa a la parte civil del EZLN, la dirección política y organizativa de un movimiento legítimo, honesto y consecuente, y, además, legal por gracia de la Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas. Así demostramos que no tenemos ningún interés en provocar resentimientos ni resquemores en nadie. Así que aquí estoy yo, una mujer indígena.”
Fueron menospreciados por los políticos de todos los partidos. Los indígenas buscaron un diálogo franco y directo con la casta gobernante. Tal vez pecaron de inocentes. No sólo la derecha les cerró las puertas. La considerada por sí misma “izquierda” política los traicionó de manera vergonzosa. Y todavía hay quien acusa de sectarios al EZLN y al CNI por no ponerse a la cola de candidatos y partidos de la “izquierda” electoral.
Luego vino, casi 5 años después, la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y La Otra Campaña. Otro intento de los indígenas por entablar diálogo, ahora sólo con la sociedad, con las personas y organizaciones que los quisieran escuchar. Decían en ese entonces querer “echar trato” con quienes padecen el capitalismo para construir una rebelión nacional –civil y pacífica– y derrocar al actual sistema político mexicano. Fue otra interpelación a los jugadores de ajedrez.
Ahora el EZLN y el CNI se asoman de nuevo al tablero de los políticos profesionales. La propuesta de formar un Concejo Indígena de Gobierno con una candidata a la Presidencia que irrumpa en el próximo proceso electoral es congruente con las búsquedas de los zapatistas. Quienes los tachan de “inconsecuentes” o, peor, de “hacerle el juego a la derecha” no han sabido o no han querido leer la propuesta. Y en su soliloquio, no han escuchado ni a los zapatistas ni a los indígenas ni a las personas, colectivos y movimientos populares que no caben en los partidos políticos con registro.
El zapatismo ya se mueve, se levanta. El pasado miércoles 23 de noviembre, en el local de Uníos, se dieron cita representantes de decenas de colectivos y organizaciones adherentes a la Selva Lacandona en la Ciudad de México. Se escuchó la propuesta del EZLN y el CNI y la respuesta de los concurrentes. Quedó claro: la consulta y la candidatura independiente, van. Ahí, Sergio Rodríguez Lascano recordó el cuento. Él sí lo relató de memoria. Y propuso en pequeño cambio al final, tan pequeño, como intercambiar un par de signos de puntuación.
Luego de que el indígena colocara sobre el tablero la bota vieja y lodosa, no preguntaría: “¿Jaque?”, sino que afirmaría: “¡Jaque!”
Fragmentos
Los lakota sioux, aún con más de una centena de detenidos, siguen en pie de lucha en defensa de su territorio y su agua. Se organizan para detener la incursión de un oleoducto en Standing Rock, Dakota del Norte, Estados Unidos. Allá, como aquí, funcionarios y empresarios apuestan a que no se informe de la lucha indígena y los pueblos terminen claudicando. Los lakota sioux han recibido el apoyo de 200 tribus. Por lo que se ve, el movimiento indígena en el país de Trump va en ascenso. A tiempo, para enfrentar lo que viene.
Zósimo Camacho
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ZONA CERO]
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