Sobre todo en la prensa escrita está emergiendo un haz de decisiones, entre editores y periodistas para quitarse de encima a sus columnistas; igual en la radio (y falta la televisión, si la señora Gordillo insiste en demandar-calumniar a Loret de Mola porque éste criticó actos de la “maestra”), se ha estado desarrollando esa crisis periodística. Dos que tres de los aduladores contumaces del tabasqueño –durante su campaña electoral y luego en su triunfo– han sido llamados para colaborar en eso del “catecismo moral”. A otros los editores ya no los quieren en su cuerpo editorial. A la luz de las libertades de prensa, es inexplicable que Lorenzo Meyer y José Woldenberg con Roger Bartra, se hayan retirado de Reforma, un diario proempresarial e ideológicamente más derechista que de centro, en el espectro de los medios de comunicación. Removieron de la dirección de Milenio a Carlos Marín. Al momento de redactar esta columna, ya no aparece en ese diario Héctor Aguilar Camín. Se trata de una cosa parecida a la capitis deminutio, o sea una pérdida del derecho a las libertades de expresión.
Es por esto que el investigador del Instituto Mora Hernán Gómez Bruera (El Universal, 7 de septiembre de 2018) ha escrito una columna bastante bien investigada. Se titula: AMLO y la libertad de expresión. Está defendiendo al tabasqueño y explicando la diferencia entre el que fuera candidato y el que ya es presidente electo. Llama a los columnistas “integrantes de la comentocracia”, lo cual no es del todo exacto, ya que el periodismo no es un poder, sino todo lo contrario: contrapoder, esencialmente. Y le parece que los periodistas que menciona en su columna y muchos otros más están nerviosos, ya que para “efectos prácticos [López Obrador], recortará los sueldos de un buen número de directores, editores y columnistas [algunos de los cuales ganan sueldos de secretarios o subsecretarios] que muchas veces se pagan con nuestros impuestos”. Esta afirmación es bastante exagerada, ya que con qué facultad podría intervenir López Obrador en los periódicos para dictar baja de sueldos; y equivaldría, ahora sí, a una censura previa e inquisición administrativa, lo que implicaría que el tabasqueño y Morena se adueñarían de los medios impresos.
Raúl Trejo está en su derecho de opinar y escribir que hay “censura previa” y que algunos periodistas se han salido de sus medios porque temen “intolerancia del nuevo gobierno”. Y que Héctor de Mauleón diga que viene “una catástrofe para el periodismo”, también tiene sus razones y el derecho para decirlo. No le asiste la razón al investigador del Instituto Mora, para su intolerancia contra los que opinan que el lopezobradorismo, ya no candidato, aunque lo hizo como tal y es la misma persona, puede ser enemigo de la libertad de expresión. Pero tiene, a su vez, el derecho a defender al presidente electo y negar que eso pueda suceder.
Las libertades de expresión para escribir, informar, criticar y hasta elogiar son para ejercerlas conforme a las interpretaciones individuales. López Obrador todavía no ha fijado claramente su nueva actitud ante la prensa y sus libertades, de una manera contundente. La Constitución de los Estados Unidos Mexicanos garantiza esos derechos como conquistas duramente logradas por las tres anteriores transformaciones de las que habla López Obrador, en camino –dice– de lograr la Cuarta Transformación, ante los retratos de Juárez, Madero y Cárdenas, que ni son todos los que están ni están todos los que son.
Goméz Bruera termina su columna diciendo que ante “una enorme prueba de fuego” (sin especificar lo que es esa prueba de fuego), que genera preocupación e incertidumbre entre quienes trabajamos en medios de comunicación, podemos responder “con actos desesperados y acusaciones sin sustento o elevando la apuesta para reinventarnos, hacer labor más creativa que nos haga competir realmente honrar el ejercicio de la profesión y hacer un verdadero periodismo”. ¿Un verdadero periodismo? Lo que hacen actualmente los periodistas, desde reporteros cuestionando a López Obrador; los columnistas, elogiando o criticando; los analistas vertiendo sus puntos de vista, etcétera, es asimismo periodismo; y los lectores decidirán a quién leer. Pero necesitamos de todos para que la prensa sea, ante todo: contrapoder, sin que éste excluya a quienes se dedican elogiar y apoyar al lopezobradorismo. Necesitamos un periodismo plural y no solamente reducirlo a la alternativa de conmigo o contra mí de los autoritarismos. Necesitamos a los Raúl Trejo, Lorenzo Meyer, José Woldenberg, Carlos Ramos, Carlos Marín, Roger Bartra, Isabel Turret, Denisse Dreser, Héctor de Mauleón y al mismo Hernán Gómez Bruera.
La prensa en su pluralidad es, también, un contrapoder y más ahora que el lopezobradorismo, democráticamente por supuesto, controla el Congreso de la Unión y la Presidencia de la República muy pronto. Todos los que escriben y lo vayan a hacer, y los que están en la televisión y la radio, son indispensables para ventilar la información, la crítica y los elogios. Eso es el verdadero periodismo. Y en consecuencia, bienvenida la crítica del investigador del Instituto Mora. Pero también lo que está haciendo el resto de los periodistas. No se puede ni se debe uniformar la opinión ni la información. Si algunos prefieren criticar, muy bien. Y si otros deciden elogiar, también. Todo con el factor común de las libertades y obligaciones de los derechos constitucionales para ejercerlas plenamente. Esa es la cuestión, fundamentada en los Artículos 6 y 7 del imperio de la ley Constitucional.
Álvaro Cepeda Neri
[OPINIÓN][DEFENSOR DEL PERIODISTA]
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