Desde que he podido ejerzo mi derecho de voto y, por supuesto, lo haré en las próximas elecciones. Espero, como millones de mexicanos, que el gobierno federal no fraudulente el proceso electoral, que no lo hagan las autoridades estatales: priístas, panistas o del partido que sean. Aún recuerdo mi rabia y mi tristeza cuando en 2006 tomé avenida Reforma junto a miles de mexicanos indignados, me instalé en la calle de Madero por las noches, pues durante el día tenía que laborar. Muchos dijeron que no teníamos derecho a obstruir la vía pública, que afectábamos a muchas personas, que retrasábamos a miles para llegar a sus trabajos. Los afectados y muchísimos que no lo fueron hablaron en contra de nosotros, los del plantón. Televisa y TV Azteca nos criticaron acremente: “es un capricho de Obrador, una necedad”, decían en los noticiarios los comentaristas y en los cafés los intelectuales de derecha. Pero, ¿qué es tomar una calle y una avenida cuando lo que se defiende es el derecho a un mejor futuro para todos?, me preguntaba entonces.
Ahora, a casi 12 años, cuando Andrés Manuel López Obrador dice: “quien suelte al tigre, que lo amarre”, pienso en aquellos días y me reformulo la pregunta ¿qué fue tomar una calle y una avenida, retrasar a muchos en sus caminos a la escuela o al trabajo y generar pérdidas económicas, comparado con la desgracia que vivimos? Cuando por no defender más de nosotros y con más fuerza lo que se había ganado, el retraso causado es eterno para más de 121 mil mexicanos asesinados durante el sexenio de Felipe Calderón y para los más de 114 mil que ya perecieron en la administración de Enrique Peña Nieto –que aún no termina–, esos que nunca regresarán a casa. Pero la desgracia no cayó sólo sobre ellos, tenemos más de 32 mil desaparecidos entre 2007 y 2017 que difícilmente llegarán, ni siquiera retrasados, a ninguna cita. Ahora me pregunto también: ¿qué fue esa incomodidad que le causamos a los capitalinos comparada con la inseguridad que se vive hoy ante el crimen organizado, cuyos grupos se mueven impunemente por todo el país, incluso en la capital? Ahora, a 12 años, la toma de Reforma y Madero parecen insignificantes frente al resultado de la usurpación panista de Calderón y su “guerra” para legitimarse, con el consecuente y más desastroso sexenio priísta de Peña Nieto.
Hoy, ante las eleecciones presidenciales que vienen, en medio de la batalla electoral, con el tigre a punto de romper la jaula y salir a devorar a sus cancerberos, todo atizado por comentaristas que ven en lo dicho por Obrador una amenaza y no un consejo, y lo aprovechan para denostarlo y plantearlo como el candidato menos institucional. Hoy con esos ataques mediáticos contra Obrador, generados por una pobre lectura de los acontecimientos de hace 12 años, es necesario puntualizar que defendíamos la elección, haberla ganado; que reaccionábamos contra el fraude y la imposición de Calderón y que muchos de los que estábamos ahí, la mayoría, queríamos una posición más dura, más combativa de Obrador, y que a pesar de nuestros ímpetus, asumimos el plantón y deglutimos las ansias con tragos de coraje. Entonces no vislumbrábamos que esa manifestación pacífica fue una estrategia para apaciguar los ánimos de millones de mexicanos, que la válvula de escape fuimos los miles que nos plantamos durante días en nombre de millones más. En áquel entonces no vimos que Obrador fue la contención del descontento de gran parte de la sociedad, que canalizó el enojo en ese plantón y a la vez, con dignidad, luchó por la elección.
No debió ser fácil para López Obrador ver cómo con los días se diluía la esperanza del conteo de votos generalizado y cómo con el tiempo el plantón iba perdiendo forma y la sociedad olvidaba la afrenta electoral y criticaba más la estrategia que, sin darnos cuenta, habíamos desplegado. Lo sucedido en 2006 muestra a Obrador como es, lo viste de pies a cabeza, pero no como dicen las voces ligeras y las teclas bien presupuestadas; aquellos sucesos nos revelan al estratega y al mexicano comprometido que es, no sólo con los que convenimos en sus ideales y su proyecto de nación, sino con sus detractores y, también con aquellos apartidistas o apolíticos. Pues Obrador sabía que un llamado a la protesta, digamos más enérgico que unas carpas en un bloqueo pacífico, tendría una muy buena acogida entre sus huestes políticas. Y si hace 12 años en alguién cupo la prudencia fue en Obrador, y no en el gobierno federal panista ni en sus, entonces, esbirros priístas, quienes fraudulentaron la elección a riesgo de soltar al tigre.
Con la aprobación de la Ley de Seguridad Interior el año pasado, parece ser que el gobierno federal ya se prepara para soltar y tratar de amarrar al tigre. Pues desde entonces las preferencias electorales muestran la supremacía de López Obrador y del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), aunque no con la abrumadora ventaja que tienen hoy en día en casi todo el territorio nacional. No habrá ningún felino salvaje fuera de la jaula o de su selva, si los diversos niveles de gobierno y el Instituto Nacional Electoral se conducen con los principios democráticos que, ellos dicen que nos rigen, y eso es lo que deberíamos esperar los mexicanos; pero nos han aplicado los movimientos más antidemocráticos y marrulleros posibles. Ahí están los más recientes en el fraude de Alfredo del Mazo en el Estado de México, apoyado por la maquinaria mapache priísta de todos los niveles, incluida Presidencia de la República.
Así que no vengan a decir que del tigre es responsable Andrés Manuel, pues al felino social lo han prohijado decenas de años de gobiernos priístas y panistas, que lo han amamantado con mala leche y le han tirado por todo el territorio nacional carroña humana. Al tigre lo han agarrado a palos económicos, lo han acotado con la venta de su habitat y sus recursos, lo han insultado y lo han tratado de tonto con tantas promesas de mejores tiempos que se desvanecen con el arribo de cada nueva administración prianista federal. El tigre está indignado y acorralado, pero listo para dar zarpazos y dentelladas, así es que no le fraudulenten las elecciones para que no salga a cazar.
Roberto E Galindo*
*Maestro en apreciación y creación literaria, literato, arqueólogo, diseñador gráfico. Cursa el doctorado de novela en Casa Lamm. Miembro del taller literario La Serpiente.
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]
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