Creada en 1831, la famosa Legión Extranjera ha sido un ejército mercenario al servicio de Francia. A mediados del siglo XX muchas personas se sentían atraídas por el supuesto romanticismo de la Legión, de la que tenían una imagen favorable, bajo la influencia de películas y novelas como Beau Geste, del escritor inglés Percival Christopher Wren.
En la década de 1960, todavía los niños jugaban a representar combates entre árabes y legionarios, y se vendían juguetes bélicos con temas relativos a la Legión, con su conocido atuendo de quepis y una tela que caía sobre la nuca.
En realidad, a lo largo de su historia la Legión se opuso a la libertad y al progreso de varias naciones en desarrollo. Participó en la intervención francesa en México (1862-1867), donde se enfrentó a las fuerzas patrióticas y liberales encabezadas por Benito Juárez; luego de la Segunda Guerra Mundial, apoyó la permanencia de Francia en Indochina (Vietnam), que la potencia europea había conquistado también en el siglo XIX, y el mismo papel jugó la Legión en Argelia y en Marruecos.
Personajes que tomaron parte en las guerras coloniales de la Legión serían luego militantes de la ultraderecha; el ejemplo más famoso es Jean Marie Le Pen, fundador del partido Frente Nacional en Francia.
El 10 de marzo de 1831, Luis Felipe, entonces rey de Francia, ordenó la formación de una “legión compuesta de extranjeros, que tomará el nombre de Legión Extranjera” (John Robert Young, The french Foreign Legion, Thames and Hudson, Londres, 1984, página 9).
El nuevo cuerpo militar participó en la guerra carlista en España (1833-1849), en la guerra de Crimea, contra los rusos (1853-1856), en la invasión francesa de Argelia y en la batalla de Magenta (4 de junio de 1859), donde los franceses e italianos se enfrentaron a los austriacos. La política exterior de Napoleón III (1852-1870) fue oportunista y rapaz, de tal suerte que unos años después de haberse enfrentado al Imperio Austrohúngaro, apoyaría a Maximiliano, vástago de la casa austriaca, en su proyecto de establecer un imperio en México.
La Legión participó en ambos conflictos, paradoja que no pasó inadvertida a un cronista de ese contingente militar, quien afirmó que entre las motivaciones de Napoleón III para intervenir en México estaba la de “hacerse perdonar” por los austriacos, luego de que había combatido contra ellos para apoyar la independencia de Italia (Erwan Bergot, La Legión, ATE, Barcelona, 1976, página 62). Desde luego, había también otras circunstancias; relegado en la corte austriaca y en su propia familia, Maximiliano buscó un trono en otro continente, mientras que el afán imperialista de Napoleón III llevó a éste a oponerse al expansionismo estadunidense.
El 30 de abril de 1863, un contingente de la Legión Extranjera fue derrotado en la Hacienda de Camarón, Veracruz, por fuerzas mexicanas. Esa batalla se convirtió en uno de los principales símbolos de la Legión, pues sus soldados se enfrentaron a nuestros compatriotas con gran valor y en inferioridad numérica. Según algunos cronistas, fueron 62 legionarios contra unos 3 mil mexicanos; es decir, en proporción de uno a 50 (Bergot, obra citada); sin embargo, de acuerdo con otras versiones, la disparidad era menor.
Muchos de los combatientes mexicanos eran campesinos y rancheros, sin preparación militar, armados de machetes y lanzas; algunos contaban con fusiles anticuados, incluso de la época de la Independencia (www.youtube.com/watch?v=cCB4D4TIojE).
Los legionarios, dicen sus apologistas, combatieron con valor sobrehumano hasta el final, y cuando se les agotaron los cartuchos, usaron las bayonetas.
Sólo sobrevivieron 12 franceses, “casi todos heridos”, que fueron tratados humanitariamente por el comandante mexicano, el coronel Francisco de Paula Milán. Luego del combate, se encontró la mano postiza del jefe francés, el capitán Danjou, que hasta la fecha es venerada como una de las reliquias más valiosas de la Legión, y en uno de sus himnos (Le Boudin), los legionarios se autodenominan “héroes de Camarón y hermanos modelo” (Young, obra citada, página 201).
En represalia por la derrota de Camarón, el coronel Dupin, exoficial de la Legión al mando de una contraguerrilla y al grito de: “¡venganza por Camerone (Camarón)!”, destruyó un pueblo de donde provenía parte de la tropa mexicana que participó en Camarón.
“…Los mexicanos huyen a su llegada. No importa, cogen a ocho y los fusilan allí mismo […] Luego registran el pueblo. Encuentran gran cantidad de objetos pertenecientes a la Tercera Compañía (de los Legionarios, la que estuvo en Camarón) […] Dupin quema el pueblo” (Bergot, obra citada, página 80).
En 1892, en pleno porfiriato, las autoridades francesas erigieron en Camarón un monumento a sus combatientes muertos en esa batalla, que fue reconstruido en 1963.
Cada año, el gobierno mexicano celebra una ceremonia en honor a los caídos en Camarón, al que suele asistir el gobernador estatal, así como diplomáticos franceses, pero el evento, excepto en la región, suele pasar desapercibido para la mayoría de la población, a diferencia del aniversario de la Batalla de Puebla, del 5 de mayo de 1862.
Para la mentalidad militarista, el valor físico puede ser un valor absoluto, pero desde una perspectiva más humana, no se puede idealizar a quienes ponen su valentía al servicio de una causa injusta, como es la invasión y el expolio de un país, tal como hicieron los franceses en México en el siglo XIX.
Entre el nazismo, el colonialismo y la ultraderecha
En el siglo XX, la Legión reclutó a excombatientes de los llamados “ejércitos blancos” que lucharon contra la revolución rusa de 1917 y que finalmente fueron derrotados por el gran movimiento social (Bergot, obra citada, página 123).
Hay versiones de que también mexicanos contrarrevolucionarios se unieron a la Legión, luego de la caída de Porfirio Díaz y de Victoriano Huerta; uno de ellos fue el general huertista Enrique Gorostieta Velarde, quien a fines de la década de 1920 se convertiría en jefe militar de los fanáticos cristeros (Marta Elena Negrete, Enrique Gorostieta. Cristero agnóstico, Universidad Iberoamericana- Ediciones El Caballito, México, 1981, página 59).
En la Segunda Guerra Mundial, luego de la derrota de Francia por Alemania, en junio de 1940, una parte de los legionarios se unió a la resistencia encabezada por De Gaulle, y los demás aceptaban el armisticio con el enemigo (Bergot, obra citada, página 175). Luego de la conflagración, algunos exsoldados nazis o colaboracionistas ingresaron en la Legión, y hay versiones de que varios de ellos participaron en las operaciones de ese cuerpo en Indochina, territorio al que Francia quería mantener como colonia y del que finalmente salió en 1954 (http://guerradevietnam.foros.ws/t550/alemanes-en-vietnam/15/).
“En la áspera y larga campaña librada por el Ejército Expedicionario francés en Indochina, el peso principal de la lucha recayó casi siempre sobre los batallones y regimientos de la Legión Extranjera” (“La rebelión Indochina. Francia hacia la derrota final” en Las luchas de posguerra, Codex, Buenos Aires, 1969, página 6).
En su papel colonialista, la Legión intervino también para mantener subyugado al pueblo de Argelia, que finalmente obtuvo su independencia el 5 de julio de 1962.
Un año antes, en abril de 1961, cuando el gobierno francés encabezado por Charles De Gaulle planeaba retirarse de Argelia, el Primer Regimiento de Paracaidistas de la Legión Extranjera llevó a cabo un golpe militar en Argel, que fracasó porque no tuvo apoyo del resto del Ejército.
Los golpistas estaban vinculados a grupos de extrema derecha, como la organización terrorista Organización del Ejército Secreto (OAS, por su sigla en francés) y el Frente de Argelia Francesa, que defendían a ultranza la permanencia de Francia en ese país (véase de Michael Burleigh, Una historia cultural del terrorismo, Taurus, ebook).
Los extremistas llegaron incluso a atentar contra la vida del presidente De Gaulle, lo que estremeció a la opinión pública de aquellos tiempos. “En septiembre de 1961, la OAS protagoniza un atentado que tendrá difusión en el mundo entero. El día 10, una bomba estalló en el automóvil que conducía al presidente De Gaulle. El veterano combatiente francés salió ileso del atentado. Francia comprende, sin embargo, que los hombres de la OAS están dispuestos a llevar su política de violencia hasta las últimas consecuencias” (“La rebelión argelina. El fin de la campaña”, en Luchas de la posguerra, página 23).
En ese tiempo no fue tan llamativa la participación que en 1957, tuvo un joven francés, Jean-Marie Le Pen, en el mencionado Primer Regimiento de Paracaidistas de la Legión Extranjera, donde practicó la tortura contra los argelinos. El asunto cobraría fuerza muchos años después, cuando Le Pen fuera personaje importante de la ultraderecha francesa.
Ya en 1962, Le Pen reconoció la veracidad de esas acusaciones, en un artículo publicado en el periódico Combat, el 9 de noviembre de ese año, donde él afirmaba: “He torturado porque había que hacerlo. Cuando os traen a alguien que acaba de colocar 20 bombas que pueden estallar de un momento a otro y no quiere hablar, hay que emplear medios excepcionales para presionarle” (www.cesarsalgado.net/200206/020604b.htm).
Cuatro décadas después, en 2002, el diario francés Le Monde publicó testimonios sobre las actividades de Le Pen en la guerra de Argelia, donde irrumpía en las casas junto a unos 20 hombres y torturaba a la gente sin piedad con corriente eléctrica.
“Transpiraba violencia. Más que arrancarnos informaciones quería matarnos”, contó Abdelkader Ammour, de 64 años, un economista retirado que junto a otros tres argelinos víctimas de la tortura contaron sus historias al diario.
“Me pegó con una picana en hombros y rodillas”, afirmó Mohammed Abdellaoui, mientras otro argelino relató que Le Pen se sentó sobre su cuerpo y lo obligó “a tragar agua del inodoro” (www.lanacion.com.ar/402421-vuelven-a-acusar-a-le-pen-de-torturador).
Nacido en 1928, Jean-Marie Le Pen estudió derecho; en 1953 ingresó en la Legión y fue destinado a Indochina; en 1956 comenzó su carrera política como diputado por el partido Unión de Defensa de los Comerciantes y Artesanos; ese mismo año volvió a la Legión para tomar parte en sus operaciones en Suez, Egipto, y en 1957 en el conflicto de Argelia (Stephen E Atkins, Encyclopedia of Modern Worldwide Extremist and Extremist Groups).
En 1972, fundó el Frente Nacional, partido de extrema derecha que mostró un importante crecimiento en los comicios de 2002, al obtener casi un 17 por ciento de los votos, que se redujeron al 10 por ciento en 2007.
Una de las principales reivindicaciones de Le Pen ha sido restringir la inmigración, así como expulsar de Francia a todos los inmigrantes no legales. También ha propuesto restablecer la pena de muerte y abolir el euro para sustituirlo por el franco.
En la década de 1990 y en 2005 fue castigado por defender la desigualdad de razas, soslayar los crímenes de guerra de los nazis y hacer afirmaciones contra los inmigrantes.
En 2008, fue condenado por un tribunal francés bajo la acusación de hacer apología de crímenes de guerra, pues afirmó que la ocupación nazi de Francia “no fue particularmente inhumana” (http://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Marie_Le_Pen).
En 2014, Le Pen pidió aplicar “la guillotina” a yihadistas franceses que tomaron parte en ejecuciones perpetradas por el grupo terrorista Estado Islámico (www.montevideo. com.uy/auc.aspx?253726).
Cada año, unos 8 mil hombres solicitan entrar a la Legión. Una vez incorporado y enviado a algún lugar del mundo, “el candidato sólo podrá abandonar su puesto por haber muerto, desertado o quedado inútil para el servicio” (www.elconfidencialdigital.com/defensa/Legion-Extranjera-mantiene-espanolesconstante_0_1666633 340.html).
Hasta la fecha, uno de los atractivos que la Legión ofrece a sus reclutas es el de abandonar su pasado y crearse una nueva vida bajo la rígida disciplina militar de la Legión, a la que pretenden adoptar como su patria, como dice su lema: “Legio Patria Nostra” (la “Legión es nuestra patria”).
En 2008, un cibernauta que decía haber estado en la Legión durante 5 años, señalaba que el entrenamiento es muy duro y que al terminarlo se les manda al exterior, probablemente a alguna zona de conflicto: “Yo estuve en Córcega y estuve en el Chad y en la República Centroafricana” (https://br.answers.yahoo.com/question/index?qid=20080502144429AAWwEBL).
Otro exlegionario, que dice haber servido en ese cuerpo a principios de la década de 1990, proporciona más detalles acerca del temido entrenamiento: “Durante 1 mes hacen todo lo posible para hacernos desertar: humillaciones, golpes, cansancio, deporte intensivo; todo para llevarnos más allá de nuestros límites”. Describe los “4 meses de infierno” que vivió: “Te golpean por esto o por lo otro. A veces tienes que lamerles los zapatos, o hacerles cama. O también pueden meterte la cabeza dentro de un retrete”.
“En la Legión siempre logran quebrarte moralmente. Vi colapsar a gordos tipo chusma de suburbio que habían practicado boxeo. Me acuerdo de un negro alto, exmiembro de la Royal Navy, un monstruo… Lo vi llorar en el baño.
“En los 4 meses, un chico se ahorcó en su cuarto. Otro saltó por la ventana del segundo piso. Terminó con varias fracturas. Lo que nos motivaba era el miedo. Corría el rumor de que si no acabábamos el periodo de instrucción nos podía pasar algo grave.”
Luego del entrenamiento entró a un regimiento de la Legión, pero “deserté antes de seguir arriesgándome y acabar matando al sargento. Durante algunos meses me escondí en las montañas, por miedo a que la Policía Militar me encontrara” (http://rue89.nouvelobs.com/2009/03/20/el-rancho-de-la-legion-extranjera-alli-vivi-el-infierno).
En las últimas décadas, la Legión Extranjera ha llevado a cabo operaciones en lugares como Irak (1991), donde más de 2 mil 500 legionarios tomaron parte en la llamada Tormenta del Desierto, gigantesca embestida militar de Estados Unidos contra Irak, así como en Camboya (1992-93), Somalia (1992-93), Ruanda (1994), Afganistán, Líbano y Costa de Marfil (www.legion-etrangere.com/mdl/info_seul.php?id=86).
La Legión aún permite a Francia intervenir militarmente en países lejanos y para el gobierno de ese país, como señalan soldados y autoridades de esa fuerza militar: “Políticamente, siempre convendrá enviar extranjeros y no soldados franceses a los lugares de conflicto” (www.lanacion.com.ar/858293-la-legion-extranjera-un-mito-que-se-desvanece).
Edgar González Ruiz*
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
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