El gobernador de Jalisco apareció en dos videos subidos a las redes sociales entre el sábado 29 y el domingo 30 de junio de 2019. Especialmente contento, sumamente optimista, en la grabación de 2 minutos con 42 segundos del sábado 29 de junio, el mensaje no podía ser más ostentoso: “La verdad estoy contento, terminando una reunión importantísima para Jalisco, una reunión histórica, en la cual junto con el gobernador de Guanajuato hemos dado los primeros pasos para resolver un viejo conflicto y un problema que tenía 40 años sin poder resolverse en nuestro Estado: el del abasto de agua para Guadalajara y para Los Altos de Jalisco” (sic).
Hasta aquí se dejaba ver el simplismo con el que Enrique Alfaro trataba el tema, “el” problema del agua, así, en singular. “Un” problema que, según se entiende de su discurso, es común a todo Jalisco. “Viejo conflicto”, dijo, con tanta historia “que tenía 40 años sin poder resolverse”. Aunque me niego a pensar que es un ignorante de estos asuntos, los conoce y sabe que no puede darse un tratamiento general y común al agua. Más bien, eso sí, Alfaro Ramírez intenta una coyuntura para hacer política en un intento por colocar contra la pared al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. El acuerdo que consiguió con el gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, es parte de un plan político de cuatro gobernadores distanciados de Andrés Manuel López Obrador, pero que quieren dinero para sus proyectos en las entidades que cada uno gobiernan.
El plan de San Miguel de Allende fue anunciado en noviembre de 2018 y firmado en la primera semana de mayo de 2019 por los gobernadores de Aguascalientes, Guanajuato, San Luis Potosí y Querétaro. El día en que presentaron esa Alianza también anunciaron la suma al pacto de Jalisco y Michoacán. Buscan establecer contrapeso político frente al gobierno de la República para conquistar los fondos económicos que necesitan en sus entidades, dadas las circunstancias y condiciones de inversión que estableció López Obrador en su “cuarta transformación”. Es decir, atrás del discurso triunfalista, ególatra y simplista de Enrique Alfaro, la jiribilla consiste en la atracción de dinero del gobierno federal para invertir en obras de distribución de agua. Pero, de paso, el gobernador de Jalisco quiere olvidar una larga lista de pendientes que le corresponden directamente: la corrupción de funcionarios jaliscienses en el desplazamiento de comunidades afectadas por El Zapotillo, el opaco modelo de distribución del agua y, de paso, la insuficiente información sobre las cantidades de agua con que podría operar El Zapotillo, independientemente de que la cortina o dique sea de 80 metros, 105 metros o más. Sin faltar la ceguera con que se pretende desviar la atención al modelo de gestión del agua negra con que está instituyéndose El Zapotillo.
Por lo tanto, Enrique Alfaro cuantifica y aplaude lo que hace, sin explicarlo: “Hoy, con este acuerdo que estamos celebrando, logramos cuidar los intereses de los jaliscienses. En los convenios que se habían hecho en otros momentos en los cuales los gobiernos de Jalisco habían dado la espalda a los intereses de nuestro Estado, se había acordado que Jalisco recibiera solamente el 32 por ciento del agua y Guanajuato el 68 por ciento del agua de la infraestructura que se iba a construir sobre el río Verde. Hoy, con este acuerdo, nada más para que dimensionemos lo que hemos logrado, hemos acordado que Jalisco recibirá el 76 por ciento del agua y Guanajuato el 24 por ciento”. Eso sí, dice, “estamos respetando los términos de los decretos del 95 y del 97, que se habían violentado en los convenios que se habían celebrado en el 2005 y en el 2007. Es un paso histórico, es el primer elemento que se necesita para ahora sí poder resolver de fondo el abasto de agua para nuestro Estado”.
Entre sus datos, el breve discurso de Enrique Alfaro proyecta sus, políticamente, aviesas intenciones. Ahora que nosotros ya estamos de acuerdo en algo, parece decir, “¿qué sigue?”. Él mismo lo contesta: es una espada con la que estamos poniendo a Andrés Manuel contra la pared. Lo dice con otras palabras: “Viene por supuesto que el gobierno federal cumpla con su palabra, nosotros creemos que el presidente de México no le va a fallar a Jalisco y a Guanajuato para construir las obras de infraestructura que se necesitan para que el agua le llegue a la gente”. Lo que corresponde a Jalisco, desde la oficina del gobernador, son garantías muy improbables de determinar. Por eso repite la palabra “garantía” y el concepto “por supuesto”. Alfaro se está ahogando en agua de papel, porque en la hidrometría es otra cosa muy distinta y en la geología los riesgos para la construcción de presas en una falla, como lo es el Río Verde, están siendo despachados al cajón del silencio.
“Estamos por supuesto garantizando que las poblaciones de todos Los Altos de Jalisco tengan garantizado el abasto de agua, que no se vean afectadas por este proyecto. Estamos por supuesto también garantizando que Guadalajara pueda resolver sus necesidades de abastecimiento para los próximos años. Es un avance muy importante. Vienen días también claves en los cuales esta negociación tiene que continuar con el gobierno de la República y particularmente con la Comisión Nacional del Agua. Hemos dado un paso decisivo y queremos continuar por esa ruta”.
Y ya puestos en este discurso, Alfaro de una buena vez se lavó las manos: “Queremos aclarar que los temas que han generado polémica, particularmente el tema de la presa El Zapotillo, es una obra que no hicimos nosotros, es una obra del gobierno federal y tendrá que ser el gobierno federal el que determine las características técnicas del proyecto”. El discurso de Enrique Alfaro es una aceptación, con elegante retórica, de que Guanajuato trasvase agua de una cuenca deficitaria a otra igualmente deficitaria. Una aceptación para construir el acueducto, tan problematizado como el almacén de agua. Una cápsula de amnesia, con fuerte dosis, para los problemas legales en que está metido el dique. El intento de trasladar la responsabilidad de la inversión al gobierno federal y de evadir las medidas dictadas por el Poder Judicial sobre la construcción de El Zapotillo.
Por esto es que el gobernador de Jalisco repitió el punto medular de su breve discurso: “Hoy, lo que nosotros estamos garantizando, es que las obras de infraestructura que se hagan en la cuenca del Río Verde, tendrán un porcentaje de distribución permanente del 76 por ciento para Jalisco y del 24 por ciento para Guanajuato. Y por otro lado que tendremos ya las condiciones para garantizar que la infraestructura, para que el agua llegue a las poblaciones, pueda estar financiada por el gobierno de la República como fue el compromiso de Andrés Manuel López Obrador”. Del otro lado de las negociaciones, el gobierno de Guanajuato fue más claro: nos corresponde el 24 por ciento de los 15.8 metros cúbicos por segundo extraíbles en la cuenca del Río Verde, según sus cuentas. “Pero del punto concreto de El Zapotillo, nosotros tenemos 3.8 m3/seg titulados que, si la cortina de la presa queda a 80 metros de altura son el 68 por ciento y si queda a 105, como es la propuesta, es el 44 por ciento. En la negociación acordamos que León, de inicio y las cosas estén como estén, tiene garantizado un flujo mínimo de 2.8 m3/seg; cuando se garantice la presa a 105 metros entonces tendremos los 3.8m3/seg”.
Muy a propósito he dejado la despedida del gobernador de Jalisco en su primer video del 29 de junio: “Al final de mi sexenio, el problema del abasto de agua de Los Altos y de Guadalajara estará resuelto porque no le vamos a fallar a nuestro Estado, porque no le vamos a fallar a su gente”. Esta es una excelente introducción al segundo video, que subió el gobernador el domingo 30 de junio de 2019 a las 6:30 de la mañana: el oriente de la Zona Metropolitana de Guadalajara bajo un metro de granizo, inundadas las avenidas y calles, con daños estructurales en un centenar de viviendas. Enrique Alfaro es un náufrago en agua de papel, en acuerdos para atraer dinero federal que por sí mismo no es capaz de atraer a Jalisco, con las mismas mentiras de gobiernos pasados, como el de su amigo Emilio González Márquez. Con la misma ignorancia, malévola, sobre la gestión del agua y el modelo que no pueden superar los políticos y empresarios en Jalisco. Empresarios que, por cierto, se reunieron con Andrés Manuel sin necesidad del gobernador Alfaro; pero este es relato del capítulo reciente sobre El Zapotillo, en la misma historia que está cumpliendo 15 años.
Miguel Ángel Casillas Báez*
*Antropólogo social, especialista en el manejo del agua en la región de Los Altos de Jalisco
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