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El choque petrolero. El “fantasma” de los 20 dólares por barril

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Marcos Chávez * @marcos_contra

La crisis petrolera actual es un escenario adecuado para una “tormenta perfecta”, como escribiera Larry Elliott –editor de economía del diario británico The Guardian–, de consecuencias impredecibles, en virtud de sus efectos desestabilizadores globales, económicos, políticos y de geopolítica. Ello por la rápida transmisión macroeconómica internacional de sus secuelas perniciosas, a través de canales productivos, comerciales, monetario-financieros y fiscales.

Por desgracia, la economía internacional apenas rebasó el umbral de un nuevo choque petrolero, en donde el violento movimiento de los precios rememora otros episodios igualmente traumáticos, de extraordinaria volatilidad, como son los de 1973-1974, de la década de 1980 o de 2003-2008, cuya explicación trasciende a la lógica del mercado, al simple desequilibrio entre la oferta y la demanda de los hidrocarburos, ya que, en condiciones normales, las variaciones de las tres variables, determinadas por la dinámica del ciclo de la economía mundial, son relativamente pequeñas.

En 7 meses, entre el 19-20 de junio de 2014 y la primera mitad de enero de 2015, la cotización promedio nominal que incluye las variedades de crudo West Texas Intermediate (WTI) 40 API (American Petroleum Institute), estadunidense; Brent, del mar de Norte; y Dubái Fateh 32 API, de Dubái, integrante de los Emiratos Árabes Unidos, cae en 55 dólares por barril (db), en 51 por ciento, al pasar de 108.37 db a 53.27 db, según datos de la Agencia Internacional de Energía, de Estados Unidos.

La tarifa de la canasta de crudos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y de la mezcla mexicana pierden, en cada caso, el 59 por ciento de su valor nominal, al caer en 65.29 db y de 58.70 db, respectivamente, de acuerdo con datos de la OPEP y Petróleos Mexicanos (Pemex).

En unos cuantos meses los precios perdieron los avances logrados en los 6 años precedentes. Cayeron a su nivel registrado en marzo de 2009, en pleno colapso sistémico del capitalismo neoliberal. La mezcla mexicana de exportación es una de las primeras variedades en romper la barrera del crudo, al ubicarse en los 39.7 db. En junio de 2014 se había ubicado en los 98.79 db.

El desplome de los precios internacionales del petróleo ha sido perturbador y, en apariencia, tomó por sorpresa a todos.

Por ejemplo, en su informe Perspectivas de la economía mundial, de enero de 2014, el Fondo Monetario Internacional (FMI) había pronosticado una modesta reducción de 0.3 por ciento y de 5.2 por ciento en 2014 y 2015 en el precio promedio simple de las variedades de crudo Brent, Dubái y WTI, desde un nivel de 104.11 db de 2013. En el informe de julio, una vez iniciada la caída, afina levemente la puntería y estima una baja de 0.9 por ciento y 5.9 por ciento para los años citados. En pleno desplome, en las Perspectivas de octubre se proyecta un retroceso de 5.7 por ciento y 0.7 por ciento.

Según el FMI, “la baja moderada” de los precios del crudo y otras materias primas se debe a “una recuperación [económica] no del todo sólida [sic]; la salida de nueva oferta al mercado (por ejemplo, petróleo liviano de formaciones compactas en Estados Unidos); las tensiones geopolíticas y las luchas internas en Oriente Medio, [que] se moderarán poco a poco en 2015-16 y que permitiría una recuperación paulatina de las economías más duramente afectadas” de la región.

Al retomar su conspicuo optimismo, el FMI “prevé que el crecimiento aumente en 2015, suponiendo que mejore la seguridad, lo cual hará posible la recuperación en la producción de petróleo, sobre todo en Libia. Un fantasma, empero, inquieta al organismo: “los riesgos geopolíticos”, el de Oriente Medio, sobre todo en Irak y Libia, que afectarían la oferta de petróleo y desencadenarían una escalada de precios del crudo. Supone que una menor producción en Irak aumentaría el precio en el orden de 20 por ciento; y la posible recesión de Ucrania y el estancamiento de Rusia, que contagiarían a la Comunidad de Estados Independientes.

La disminución del precio del petróleo refleja una confluencia de factores: el menor crecimiento mundial al previsto; el aumento de la oferta, sobre todo por la producción del crudo no convencional; la menor demanda; los menores riesgos geopolíticos en algunas zonas del mundo; el cambio en los objetivos de políticas de la OPEP, que muestra su indisposición por reducir su producción para defender un nivel de los precios; la revaluación del dólar de Estados Unidos.

El hecho es que la baja en el precio del crudo en 5.9 por ciento, vaticinada por el FMI, contrasta con la de 51 por ciento realmente alcanzada hasta el momento.

Desde luego no es la primera vez que se le empaña la bola de cristal al FMI. Ni seguramente será su último ridículo. Ni tampoco es el único organismo que comete esos yerros espectaculares.

De todos modos, el FMI ha señalado que no espera que el crudo llegue a valer 73 db hasta 2019.

Esa visión es compartida por el Banco Mundial (BM), el hermano gemelo del FMI, según su informe sobre la economía mundial de enero (Global economic prospects. Having fiscal sapace and using it). En el documento se añade, además, que el precio medio del crudo (del Brent, el Texas y el Dubái) en 2015 será menor en 30 por ciento con relación a los 105 db, tarifa en que se mantuvo estable en los 4 años previos, hasta el momento en que se inició la caída. Se ubicaría en el orden de 75 db. Para 2016 y 2017 espera una recuperación marginal de 4.9 por ciento y 4.7 por ciento, respectivamente, lo que implicaría su elevación a 79 db y 82 db.

Supuestamente, lo anterior favorecerá a los importadores netos de hidrocarburos, así como a los consumidores. En contrapartida, pondrá en riesgo las inversiones petroleras tradicionales en los países de bajos ingresos, como Mozambique o Uganda, y en las fuentes no convencionales como el esquisto, arenas alquitranadas y campos en aguas profundas, desarrolladas en naciones como Brasil, México, Canadá y Estados Unidos. Asimismo, los países productores-exportadores padecerán, de manera diferenciada, las pérdidas fiscales y de divisas, que se reflejarán, estas últimas, en la capacidad de financiamiento de las cuentas externas.

¿En cuánto se verá beneficiada la reactivación internacional?

En “alrededor de 0.5 por ciento” más, según el BM, y por 1 año. El crecimiento global pasaría de 2.6 por ciento en 2014 a 3 por ciento en 2015. En 2016 sería de 3.3 por ciento y en 2017 de 3.2 por ciento, pese a que pasarán varios años para que el precio del crudo vuelva a ubicarse por encima de los 100 db.

El aporte del desplome de los precios del crudo y sus secuelas sobre el crecimiento es paupérrimo, en caso que se materialice, lo que, de paso, evidencia que su nivel de tres dígitos no era una de las razones fundamentales del estancamiento que siguió a la gran recesión y al colapso sistémico de 2007-2008. Esto último está asociado a la represión fiscal y monetaria neoliberal.

Es un costo alto con insulsos beneficios. Como las reformas estructurales peñistas que, se dijo, elevarían adicionalmente al producto interno bruto (PIB) mexicano en 1.4 puntos porcentuales, en promedio, entre 2015 y 2018.

De ese 1.4 puntos, el 60 por ciento correspondería a la reprivatización energética.

Pero ahora la reprivatización petrolera está en el limbo. Porque a los precios actuales del crudo, la extracción en aguas profundas y las inversiones en los esquistos no son rentables. Por esa situación, el pasado 15 de enero el titular de Hacienda y Crédito Público se vio obligado a reconocer la probabilidad de que se postergue la licitación de contratos no convencionales (incluye el esquisto o shale), en espera de mejores tiempos. Con ello, se desvanecerá parte de los 12 mil millones de dólares anuales esperados por la reprivatización, por concepto de inversiones. Incluso, es posible que se elimine ese apartado de la llamada Ronda 0, junto con los trabajos en aguas profundas.

Pemex estima que el costo de extracción de un barril de crudo convencional es de 7.91 db. El del aceite en esquisto lo calcula la Secretaría de Energía en 70 db. El de aguas profundas es mayor a 40 db.

La eventual postergación de las rondas de licitación

La misma Secretaría de Hacienda y Crédito Público, encabezada por Luis Videgaray, elaboró el presupuesto y las metas de política económica de 2014 con un precio medio de la mezcla de 81 db, aunque, en realidad, esperaba que se ubicara en torno de los 90 db para manejar arbitrariamente la renta petrolera excedente. En apariencia, las cosas no fueron tan malas: la tarifa media estimada cerró en 84.55 db. Lo que arroja un diferencial favorable.

Pero Enrique Peña Nieto, Videgaray y sus Chicago Boys están nerviosos. El precio finalizó diciembre en 58.98 db. En la primera mitad de enero promedia los 40.57 db. El día 12 baja a 37.36 db y se aproxima peligrosamente a los 20 db.

En su tendencia declinante, el desplome del precio provocó una pérdida importante en los ingresos fiscales petroleros del Estado, la cual se mantendrá en 2015, y afectará al presupuesto y la política económica que fueron diseñados con una cotización media de 79.82 db.

En esa lógica, es inevitable el retorno de la era de la tijera de la austeridad en el gasto público –ya lo anunció Videgaray– para compensar la pérdida de ingresos petroleros y tratar de salvaguardar el tótem del equilibrio fiscal.

Quizá con la alegre primavera llegue el curso de corte y confección del gasto público, el cual deslizará a la economía del estancamiento a la recesión inflacionaria con el aumento del desempleo y de la pérdida de los ingresos reales de las mayorías.

O acaso después de julio. Nada más para evitar traumas electorales de un gobierno que se despeña, en plena crisis de legitimidad.

Moody’s, empresa calificadora de inversiones, acaba de anunciar que si el precio de la mezcla de exportación promedia los 40 db, la hacienda pública perderá alrededor de 200 mil millones de pesos, equivalente a 1.2 puntos porcentuales del PIB.

A principios del año, Al Waleed Bin Talal –miembro de la familia real Saudí, conocido como el Warren Buffett árabe, merced a su modesta fortuna, estimada en unos 30 mil millones de dólares, obtenida de la ordeña de los pozos petroleros– dijo en una entrevista con USA Today: “Hemos sido sorprendidos” por el desplome de los precios.

En la incertidumbre que priva con la crisis petrolera, varias preguntas flotan en el aire:

¿Hasta dónde se desplomarán las cotizaciones y cuánto tiempo transcurrirá de su paso de la cima a la sima?

¿Cuánto tiempo permanecerán en el fondo del pozo?

¿Qué países doblarán las manos y reducirán el bombeo de crudo para que se ajuste la oferta y la demanda de crudo, en caso que ése sea el problema básico causante del desastre?

¿En qué nivel se recuperarán las tarifas una vez pasado el vendaval?

¿En qué condiciones quedarán los productores y la economía internacional, en un escenario que avizora un balance de suma cero, dado los efectos contrapuestos, entre náufragos y navegantes, entre consumidores y oferentes, entre los gobiernos directamente involucrados en la guerra de precios y los convidados de piedra?

Al final prevalecerá la estrategia de largo plazo de quienes están involucrados y que luchan por el control de los hidrocarburos, con sus intereses geopolíticos regionales y globales que motivaron la guerra de precios, con sus aspiraciones por imponer un nuevo orden energético, por la disputa de la hegemonía capitalista.

En el corto plazo están dispuestos a asumir los costos. Los financieros y económicos. El sacrificio de productores de altos costos. A inmolar a gobiernos y pueblos.

El supuestamente pasmado príncipe Al Waleed agregó en la entrevista referida: “Estamos aprovechando la situación”. “Vamos a vivir temporalmente en los 50 dólares para ver cuánto del nuevo suministro aguantará, ya que esto hará que muchos proyectos sean económicamente inviables […]. El precio del petróleo por encima de 100 dólares es artificial. No es correcto […]. Si se retira del mercado parte de la oferta y hay crecimiento de la demanda entonces los precios podrían subir, pero estoy seguro de que nunca más veremos los 100 dólares […]. La OPEP no es responsable del desplome de los precios del crudo, pero permitirá comprobar a qué precio las compañías productoras de petróleo shale dejan el negocio […]. Nadie sabe a qué precio se encuentra el umbral de rentabilidad para el shale. ¿A 50 dólares serán todavía económicamente viables? No está claro”.

Goldman Sachs aventura que los precios tendrán que mantenerse bajos por un tiempo amplio si se desea la reducción de la producción. El fondo de los precios lo ubica en 30 dólares por barril. Estima la cotización media del Brent en 50 db y 70 db para 2015 y 2016. La del WTI en 47.15 db y 65 db.

Después de la reunión de la OPEP, a finales de noviembre de 2014, el ministro saudí de Petróleo, Ali al Naimi, ha dicho a quien quiera escucharlo (por ejemplo a Middle East Economic Survey, al diario saudita Al-Hayat, entre otros medios), que “como política de la OPEP, no es prioritario recortar la producción, sin importar el precio. Da igual si baja a 20 dólares por barril, 40 dólares, 60 dólares; es irrelevante”. Asimismo, ha añadido que su país no recortará su producción, que mantendrá su cuota en el mercado y que, incluso, buscará aumentar su participación si “llegan opciones de un nuevo cliente”. Y se pregunta: “¿Es razonable que un productor altamente eficiente, cuyos costos son de los más bajos del mundo, reduzca su producción, mientras que los de baja eficiencia, como los del esquisto, cuyo costo es de más de 80 db continúen aumentándola?”

Ali al Naimi está convencido que es poco probable que los precios vuelvan un día a sus niveles anteriores, de 100 dólares por barril. Pese a ello, señala que Arabia Saudita se siente cómoda y acepta el que los precios del crudo se mantengan bajos durante un periodo prolongado.

La lógica de Ali al Naimi, compartida por otros productores del Golfo Pérsico (Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, que junto con Arabia Saudita concentran el 31 por ciento de las reservas probadas de petróleo mundiales y cuyos costos de producción por barril son de los más bajos del mundo), es implacable: en la jungla capitalista, el mecanismo de los precios limpiará el mercado; eliminará a los productores de altos costos.

El aterrador “fantasma” de los 20 dólares por barril

En sus artículos “The reason oil could drop as low as $20 per barrel” y “Here’s why oil companies should be a lot more profitable than they are”, del 5 y 19 de diciembre de 2014, el analista Anatole Kaletsky se pregunta: “¿Qué tan bajo pueden caer los precios y cuánto tiempo durará esa baja?”

La primera pregunta, dice Kaletsky, es difícil responder, pero a la segunda es más fácil de ofrecer una respuesta.

Los precios, añade Kaletsky, se mantendrán bajos el tiempo suficiente hasta que ocurra cualquiera de las dos posibilidades:

1) Que Arabia Saudita restablezca el poder de la OPEP y se alcancen los objetivos económicos y geopolíticos que desencadenaron la crisis petrolera. Sin embargo, estima que ello tomará mucho tiempo, pues es difícil pensar que en unos cuantos meses se pueda romper el eje iraní-ruso, o se logre revertir el crecimiento de la producción de petróleo de esquisto en Estados Unidos.

2) Que el mercado de crudo se mueva hacia una competencia “normal”, en donde los precios sean fijados por los costos marginales de producción y no por el poder monopólico de la OPEP, como ocurrió entre 1986 y 2004. Esa transición, empero, le parece actualmente improbable.

En ese sentido, los inversionistas y los productores que esperen una rápida recuperación de los precios, a niveles conocidos antes del desplome, podrían decepcionarse. La tarifa será sustancialmente inferior y estará determinada por las disputas por el control de Oriente Medio y las cuotas del mercado.

Para Kaletsky la pregunta clave es si el precio de alrededor de 55 db (vigente cuando escribió su artículo, el 19 de diciembre) está más cerca del piso o será el techo del nuevo escenario. Ese monto sería similar al registrado en el lapso de 1986-2002, cuando, según él, se debilitó el poder de la OPEP y los precios fueron más competitivos.

No obstante, para Kaletsky existen varias razones que ubicarían el precio del crudo entre 20 y 50 db: las presiones ambientales y tecnológicas que tienden a reducir en el largo plazo la demanda de petróleo y amenazan con convertir gran parte de éste en alto costo, fuera de Oriente Medio, en un “activo varado”; el posible levantamiento de las sanciones a Irán y Rusia y el fin de las guerras civiles en Irak y Libia, que ampliarían la oferta del crudo; si bien la producción del esquisto es relativamente costosa, ésta puede activarse o desactivarse con mayor facilidad que en la extracción de los yacimientos convencionales, por lo que los productores no convencionales puede asumir el papel de productores oscilantes (swing producers), o de ajuste del mercado si se prefiere, el cual ha sido ocupado por los sauditas. Es decir, podrían ampliar o reducir su oferta en función de los precios. En un mercado competitivo, los costos marginales de petróleo de esquisto de Estados Unidos, estimados en 40-50 db, pueden convertirse en el precio máximo del petróleo, no su piso.

Si la OPEP logra restablecer su cuota de mercado y su control sobre el mismo, el piso del precio podría ser de 50 db. Una cotización más elevada podría sacar de su hibernación a los productores de esquisto y de aguas profundas que hayan sobrevivido. Ello dependerá en dónde se ubiquen en los próximos años los precios. Datos de la estadunidense Agencia Internacional de Energía indican que la OPEP contribuía con el 54 por ciento de la producción total mundial de petróleo en 1973 y actualmente es de 43 por ciento. La misma OPEP señala que en 1997 participaba con el 37 por ciento de la oferta mundial y en estos momentos se ha reducido a 33 por ciento.

La estrategia de la OPEP y, en especial de Arabia Saudita, es recuperar parte de ese terreno perdido.

Un ambiente de incertidumbre genera situaciones inesperadas.

La “disciplina” de precios impuesta por la OPEP representa un duro golpe para varios países que dependen de los ingresos petroleros para financiar su gasto público o pagar sus deudas externas, como son los casos de Venezuela, Nigeria, México y Rusia. Ellos podrían presionar para un recorte en la producción global. Otros podrían optar por mantener su extracción y ofrecer mayores descuentos a los demandantes, e incluso estarían dispuestos a ampliarla para compensar la pérdida de ingresos.

La “disciplina” también es para los productores no convencionales.

Lo anterior recuerda a otro principio de la economía: la llamada “ley de rendimientos decrecientes” (diminishing returns). Es decir, a medida que aumenta la cantidad de un factor productivo, sin cambios en el resto de otros factores empleados, los rendimientos tienden a disminuir a partir de un momento dado.

El desarrollo del crudo y gas no convencionales, o el de aguas profundas, ha sido posible gracias a los elevados precios y a las expectativas de que sean mayores en el tiempo, hecho que ha compensado sus altos costos de exploración y producción. Es común que un mercado de precios creciente atrae a nuevos aventureros que terminan de inundar y arruinar el mercado.

En un mercado competitivo, donde los precios son determinados por los productores más eficientes (por el costo de producción de un barril adicional de las reservas de petróleo que ya han sido descubiertos y desarrollados), los oferentes no convencionales tendrán que salir del mercado, con la pérdida de los cuantiosos capitales empleados para su desarrollo.

Los menores precios pondrán en dificultades y llevarán a la quiebra de un gran número de productores de esquisto o de aguas profundas, sobre todo de Estados Unidos y de Canadá, cuyos costos de producción oscilan entre los 40 db y 80 db.

El costo de extracción de los sauditas es de orden de 5 db.

En esa lógica, los sobrevivientes serían los productores tradicionales.

Pero el mercado petrolero no es competitivo e involucra a otra serie de intereses geopolíticos que explican mejor el espectacular desplome de los precios en tan poco tiempo. El desequilibrio en la oferta y la demanda no es tan dramático para derribarlos de esa manera.

En la siguiente entrega se analizará la estructura y la evolución del ciclo de los precios, así como de la oferta y la demanda petrolera y los factores políticos que lo condicionan. En una tercera parte de revisará sus efectos para México.

Marcos Chávez M*

*Economista

 

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Contralínea 421 / del 25  al 31 de Enero 2015

 

 

 

 

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