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Escribir la historia desde la esperanza que nos une

Publicado por
Jaime García Leyva

 

Jaime García Leyva*
Ta ni naa
ta ni nda´va
Ta ni naa
ta ni nduxi
Ta vitin na´a kui ta ndo xi´in sa´ya ñu´u yibi.
Mii ndo ná koto ndo nuu.
Mii kia káni kaá ndo vaxi ndo
Tu´un nto´o vaxi,
tu´un náni vaxi,
ña na taku tu´un,
ña na taku tachi,
an ka´nu ndo tu´un,
an ka´nu ndo tachi,
an ka´nu ndo tachi ta nda´vi, ta iva ta si´i
Vitin vaxi ndo koo ¡Justicia!
Ta mii ndo kuú ndo na kasa justicia
[Ni kana yo níma, Tata Xii kua´a, Ki´un Ñuu Koachi]
Los que se oscurecieron
los que se apagaron
los que se oscurecieron
los que fueron enterrados.
Y ahora vengan a pararse con los hijos del mundo
vengan a mirar los rostros
¿Dónde se encuentran, dónde vienen?
Viene la palabra de respeto,
viene la palabra grandiosa,
que se respete la palabra,
que se respete el aliento,
no rompan la palabra,
no rompan la palabra de nosotros los humildes, padres y madres.
Ahora vengan a hacer ¡justicia!
y ustedes son los que harán justicia.
[Invocación a los muertos. Abuelo grande, Montaña de Guerrero]

La historia indígena, una larga historia de exclusión y resistencia

Ñuu Savi, el pueblo de la lluvia, también conocido como los mixtecos, los habitantes del lugar de las nubes, han tenido una participación singular en las páginas de la historia nacional. Nuestra historia es transversal y nos unen situaciones similares con otros hermanos en Puebla (Ñuu Ita Ndio’o), Guerrero (Ñuu Koachi) y Oaxaca (Ñuu Nduva), que históricamente son una sola área cultural, sólo que las formas de administración y sujeción impuestas nos fragmentaron territorialmente.
De un pasado prehispánico de esplendor cultural pasamos a las formas de colonización, explotación y colonialismo impuesto por los conquistadores que sometieron y aniquilaron a los habitantes del territorio de la lluvia (Ñuu Savi) y nombraron a la región como la Mixteca. En la época de la Colonia los pueblos se adaptaron y afiliaron a la religión católica para sobrevivir. Adoptaron formas de organización como las mayordomías y las cofradías y otras que hasta la actualidad perviven. Los pueblos fueron sometidos a nuevas formas administrativas de colonialismo y vasallaje. Del tributo mexica imperial pasaron a la república de indios, la encomienda, la hacienda y otras formas de explotación. Inició el tiempo de aquellos que se nombraron “gente de razón”, “los blancos”, “los que hablan en castilla”, “los gachupines”. Pero también en dicha época, la dominación a la que fueron sujetos provocó procesos de resistencia, como la desobediencia, la negación a pagar impuestos y las revueltas por la vía armada. La resistencia ha sido un signo que ha permeado e identificado el largo transitar del pueblo Ñuu Savi.
Luego devino una historia que se periodiza como la Colonia, la Independencia, el México independiente, la Reforma, el porfiriato, la Revolución Mexicana, y la historia contemporánea. Una periodización y un largo periodo que algunos ancianos llaman “el tiempo de los otros, donde nosotros fuimos condenados al olvido”. Esa historia nos enseñaron. Pero nuestros sabios indígenas guardaron sus secretos en el morral. Guardaron sus voces, palabra y dignidad. Escondieron en las montañas, en el agua, en las piedras, en la milpa y en los fogones las palabras y la voluntad de caminar. Transmitieron historias y secretos de boca a oído en rituales y fiestas, en asambleas, en una historia bajo las velas, en la resistencia cotidiana, en el silencio de la palabra. En el “adentro profundo del alma” escondieron la palabra.
Esas historias habladas, contadas son las que guían a muchos ahora. Y saben que hay que aprender las reglas del otro para jugar y exigir un lugar. Pero no olvidar nuestra propia historia. Las formas propias de ver el mundo siguen vigentes entre los pueblos de la Mixteca y se han combinado con las de tradición religiosa católica y las nuevas posturas políticas. En el fondo es una manera de mirar, de entender el mundo y habitarlo de acuerdo con una filosofía de la vida y valores que se articulan con las reivindicaciones de autogestión, justicia, autonomía y vivir dignamente (ku taku yo va´a).
En el siglo XIX los pueblos indígenas aportaron su cuota de sangre por construir un país independiente. Sin embargo este periodo estuvo marcado por el arrebato a sus territorios ancestrales y mediante diversas acciones desde los poderes del Estado se pretendió arrebatar y quitar la lengua, la cultura y el territorio. La colonización interna continuó y se sucedieron diversas luchas por conservar el territorio en la Mixteca y reivindicar la identidad.
La historia oficial ha tendido a negarnos y no conocernos. Se nos adscribe con términos externos y que no reflejan el sentido que nosotros consideramos. Replantear esa historia de bronce, de héroes y caudillos debe ser un reto y desafío contemporáneo. Tenemos que volver el rostro a nosotros, a los ancianos, a las mujeres, hombres y gente sencilla, común, que teje sus acciones en la vida cotidiana. Nuestro reto es hacer una historia desde abajo, a contracorriente, desde los modestos esfuerzos en los que nos vemos inmersos y recuperar nuestra historia, dignidad, lengua y cultura.
Replantear nuestra historia implica ver los hechos históricos, conocer de dónde venimos, por qué estamos en la situación actual, cuáles han sido las causas profundas que nos mantienen en el atraso económico y en la exclusión social; ¿quiénes han sido los causantes de la desdicha de nuestro pueblo? ¿Cómo han actuado en distintos momentos los gobiernos para mantenernos oprimidos?
En la nueva reinterpretación de la historia es importante conocer nuestras fortalezas, puntos de encuentro, diferencias, alianzas históricas y cómo ha sido nuestro desarrollo como sociedad y por qué aún seguimos en esta situación. Necesitamos una historia que reinterprete nuestro paso en el tiempo como sujetos sociales y responda a nuestras expectativas, sueños, necesidades y nos brinde ideas para aspirar a un mejor mañana. Es hacer de la historia una conjunción de ideas. Que sea como los arroyos que bajan de las montañas y encontrar los puntos y cruces en el camino. Necesitamos reescribir nuestros pasos, nuestro camino y mirar hacia el mañana. Ése sigue siendo nuestro desafío.
La historia de los pueblos indígenas es menospreciada, ocultada, ignorada, desdeñada y tergiversada. Las versiones oficiales, de manera general, han contribuido a enseñarnos historia de fechas, acrítica y poco analítica de los procesos. En ocasiones se escribe con visiones desde perspectivas foráneas que no logran plasmar los procesos históricos a los cuales nos hemos enfrentado. La historia que nos han enseñado ha tendido a la confusión y la narración de hechos. Nos insertan en procesos de periodización distintos a los que hemos padecido. Sin embargo las formas de señalar, diferenciar e interpretar el pasado, el tiempo y el futuro son distintas. Los esfuerzos por escribir una historia desde los sujetos es reciente y son pocos los trabajos con una perspectiva crítica.

Así sucedió mucho antes: Xaa ni xii yo xina´a

Para los na savi (la gente de la lluvia), hay una vinculación entre los mitos primigenios de creación del mundo, y muchos de los hechos actuales que los articulan como pueblo y cultura. Un ejemplo de ello se narra en el Códice Zouche Nuttal, uno de los pocos que se conservan, y versa sobre la historia y cosmogonía de los na savi. En su contenido indica que, en el principio de los tiempos, los dioses bajaron del cielo para entregar el bastón de mando a los hombres de la lluvia para que guiaran a su pueblo.
“En el año casa, día 7 viento fue la fecha sagrada. Se abrió el lugar del sol y las estrellas, el cielo, donde están el Señor 4 Casa y la anciana Señora 5 Serpiente, ancianos venerados sobre los altares. De allí salió el Señor 12 Viento, Ojo que Humea y bajó por una cuerda sagrada que serpenteaba por el aire. Era sacerdote y estaba encargado del templo. Le siguieron como sus servidores, el Señor 5 Perro Flecha, que cargaba las armas; así como el Señor Pedernal 20 Perlas, que cargaba el bastón de Venus y un cargador del bastón de Xipe” (Códice Zouche Nuttal).
En la mitología son los dioses quienes otorgan la vara de mando a los hombres para guiar a su pueblo. De esta manera se justificaba la continuidad del ejercicio del poder y la organización entre los antiguos habitantes de Ñuu Savi. Quien asumía la vara de mando lo hacía entre rituales de gran solemnidad. Durante muchas épocas esta práctica ha tenido continuidad. Actualmente se ha modificado, configurado y resemantizado y se sigue practicando. En los pueblos y comunidades na savi son las autoridades comunitarias quienes portan las varas de mando y respeto. Ésta es una práctica que los sujetos asumen como parte de un servicio colectivo, sin remuneración y es un ejercicio cíclico de transferencias de poder comunitario, aprendizaje, identidad y cumplir con la palabra y acciones para que no se oculte el rostro.

Ña to´o ku ña ka´an yo: es de respeto lo que hablamos

Los na savi otorgan un alto valor a la palabra en su vida cotidiana y en los eventos rituales. El obrar y actuar con lo que se compromete el individuo resulta de importancia. Esto les crea respeto ante la comunidad y ante los ñani y ku´va (hermanos y hermanas). Cuando un individuo es nombrado para ocupar un cargo comunitario tiene que cumplir con lo que se compromete. Cuando no cumple con lo establecido por él mismo en sus palabras ante la comunidad, la asamblea o en las ceremonias o rituales, se considera que “no respeta sus palabras”. Lo anterior trae consigo el descrédito individual, a su familia y parientes. En caso contrario, cuando obra como lo ha establecido, ha cumplido sus actividades, se ha mostrado responsable y ha convertido sus palabras en hechos, se gana el respeto de todos. Esto le brinda prestigio y reconocimiento entre los pobladores “porque cumple con su palabra”.

Na ka´an: los que hablan

En distintos eventos de los na savi la parte oral es ejecutada por personajes que “saben hablar” y su lenguaje es reservado y recurren a términos poco conocidos por los demás pobladores. La parte ceremonial se encuentra a cargo de rezanderos, señores grandes, o “especialistas de la palabra” que dicen plegarias propiciatorias apoyados por elementos materiales, como manojos de plantas, flores, manojos de varas, huevos, velas, copal, cigarros, monedas, aguardiente, tierra, hojas de zumiate, ramas de ocote, animales que son sacrificados, como gallinas o guajolotes. En los discursos ejecutados se destacan ideas en torno a la filosofía y cosmovisión, conocimientos y saberes, historia y sucesos pasados, lenguajes sagrados y la tradición oral.
Los que hablan utilizan fórmulas y recursos del lenguaje para platicar, rogar, invocar y agradar a los presentes y las deidades. Estos señalan ideas principales y términos que imprimen el sentido general al resto del discurso.
Quien ejecuta las palabras, sabe hablar bien, da consejos, es un buen conversador y respeta su palabra. Los momentos en que se enuncian palabras y discursos son en eventos ceremoniales, rituales, en situaciones de “importancia y respeto”, como el cambio de autoridades comunitarias, en la invocación de la lluvia, en la fiesta de los muertos, en reuniones familiares, al iniciar rezos y acciones de curación, en la vida cotidiana, las fiestas familiares y patronales, en la asamblea o la iglesia.
Los especialistas de la palabra conservan en la memoria las palabras o los gestos que les fueron transmitidos y los enseñan a los niños dentro de los límites de la comunidad, asegurando así la perpetuación de sus valores tradicionales. Durante un acto ritual se combinan elementos como el uso del espacio, los movimientos del cuerpo, los gestos y posturas del individuo que ejecuta los rezos para provocar la atención en el evento. En ocasiones el discurso, las palabras o el mensaje determinan el ritual.
La forma en que se solicitan las cosas, el tono de voz que se le imprime y la manera en que se ejecutan los rezos o plegarias son importantes para la buena realización del acto y del bienestar colectivo. Para la realización y ejecución de ceremonias, rituales y eventos tienen lugares específicos considerados sagrados, de respeto y poco accesibles a los demás. Generalmente es en cuevas, colinas, montañas, pozos de agua, el cruce de caminos, ciénagas, al pie de árboles, en las cascadas, las tumbas de los ancestros, donde se sufre un accidente, en la casa, la comisaría, el panteón, la iglesia, la milpa, el tlacolol y otros lugares.
Los especialistas de la palabra son, entre otros, na tata xikua´a: los señores grandes, los ancianos. Sus estrategias discursivas se basan en la oralidad. Los personajes que utilizan el lenguaje ceremonial y palabras reservadas lo han aprendido por la experiencia en los cargos comunitarios asumidos y en la vida.
También se encuentran: el que llama a las almas (ta ni kana nima), el cantor (ta tata kantori), el que habla palabras de respeto (ta ka´an tu´un xa´vi), el embajador (ta embasi), el que reza al yoko de la lluvia (ta ni kuanti nuu yoko savi), el padre y madre (ta yiva si´i), el que da palabras o consejos (ta tee tu´un), el señor grande (tata xikua´a), el que tiene muchas palabras (ta ni´i kua´a tu´un), el rezandero (ta ni kuatu), la señora grande (ña nana xii kua´a)…
La ejecución del discurso ceremonial se relaciona con una manera melodiosa de enunciar las palabras e imprimirle una tonalidad melodiosa por parte de quien ejecuta las palabras. El significado conceptual se relaciona con aspectos poéticos, míticos, históricos, místicos y le imprime un carácter sagrado al discurso. Estos recurren a fórmulas discursivas, abordan temas, argumentaciones, persuasiones, repeticiones de palabras, entre otras. De esta manera mantienen viva la memoria histórica colectiva y los conocimientos.

Del fuego y las cenizas… La esperanza

En el texto y video bilingüe coordinado por Francisco López Bárcenas nos muestra, a través de imágenes y palabras, una historia recreada, viva y que se guarda en montes, mitos, leyendas, en vestigios materiales, en las barrancas, en los rituales y en la memoria colectiva. Quizás no hay documentos en algunos lugares pero hay una conciencia de los hechos históricos transmitidos por la vía oral. Los parajes y montañas guardan historias que son rememoradas. Otros pueblos conservan celosamente papeles desde hace dos siglos o más y siguen siendo su soporte para exigir sus derechos. Es Atlamajalcingo del Monte, en Guerrero, el que conserva documentos firmados por el insurgente Vicente Guerrero, quien se había comprometido a pagar las deudas de la nación con dicho pueblo por el apoyo recibido en la gesta libertaria.
Francisco, el ndika viko (alma, nube grande), nos muestra esa historia negada y oculta de los mixtecos y nos remite a una continuidad cultural como pueblo. Presenta datos, voces y documentos que nos reconstruyen como un pueblo articulado en un área cultural y que aportó su cuota de sangre en la lucha por la Independencia. Nos brinda reflexiones al calor de la fogata en los caminos recorridos y en sus charlas con hombres y mujeres sencillos, con los ancianos, con los pueblos de Oaxaca, Puebla y Guerrero. Nos aporta elementos claros para reinterpretar y reescribir la historia de nuestros pueblos y para mirarnos profundamente y conocer por qué estamos en condiciones de desigualdad social.
La historia es ese cúmulo de acciones que los hombres hacen y escriben en la larga noche y amanecer del tiempo. Donde siembran sus pasos y esperanzas, sus derrotas y sus sueños. Así pervive la gesta de la Independencia entre los mixtecos, como una sucesión de hechos que los identifica y que está viva a través de diferentes elementos míticos, simbólicos y materiales. Y dentro de ese discurso histórico que nos presenta Francisco López Bárcenas son los sujetos, los ciudadanos de a pie, quienes se preguntan: ¿sirvió de algo la Independencia para los na savi? Las respuestas son de desesperanza, de reflexión y de señalar que no. Que no ha pasado nada y sólo se agudizaron las contradicciones y el despojo hacia los pueblos indígenas y los na savi.
El video y texto es oportuno en un contexto en el cual el avasallamiento del territorio Ñuu Savi por parte de empresas mineras, de agencias trasnacionales, de gobiernos apátridas y del capital sigue constante. Nos permite reinterpretar nuestra historia, nuestros sueños y esperanzas, revisar qué queremos y hacia dónde caminar. Y hacer un camino distinto. Volver la mirada y encontrarnos y tomar la palabra para sembrar y saber que del fuego y las cenizas también hay esperanzas y una historia por hacer y escribir. Todo es para mantener viva “la costumbre y respetar la palabra”.
Ka´nu ní koo ini ndo (que su alma sea muy grande).
*Historiador por la Universidad Autónoma de Guerrero; maestro en antropología social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. El texto fue leído en la presentación del video El fuego y las cenizas, de Francisco López Bárcenas, el 12 de septiembre pasado en la Ciudad de México
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http://contralinea.com.mx/archivo/2007/enero2/htm/represion_appo.htm
Fuente: Contralínea 303 / Septiembre de 2012

 

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