En una ilustración de Andrés Rábago, el Roto, dice un tipo encorbatado: “Renovación, sí, pero siempre que sea de lo mismo”. Eso es lo que prepara el bipartidismo vigente en España. Más de lo mismo. Frutos comprobados del bipartidismo son la rebaja de democracia, el recorte de libertades y la reducción o pérdida de derechos sociales que, lenta pero inexorable, se perpetran bajo un disfraz meramente formal de democracia. Porque el bipartidismo significa alternancia, no alternativa, y así los países se enfocan en una sola y única dirección. Como proclamaba una y otra vez el movimiento de los indignados (15 M) en España: “PP-PSOE [Partido Popular-Parido Socialista Obrero Español] la misma cosa es”. En lo esencial, en lo que importa, en los principios.
Eso cabe esperar del bipartidismo, porque genera una democracia muy recortada, muy aguada, muy poco democracia. Pero, ¿acaso no son elegidos los partidos del bipartidismo? No basta. También se votaba en las dictaduras de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana y de Alfredo Stroessner en Paraguay.
En España, como en la Unión Europea, los dos grandes partidos han acordado desregular los mercados y han votado juntos todos los tratados que han dado el poder a la elite económica. En el Parlamento Europeo, socialdemócratas y conservadores han votado lo mismo en más del 73 por ciento de decisiones de los últimos 5 años. Por lo que se refiere a eurodiputados españoles, PP y PSOE votaron lo mismo en el Parlamento Europeo el 75 por ciento de las veces. Presuntos socialistas y conservadores reales gobiernan a la par en Alemania. Gobiernan también juntos en otros 10 países europeos y se llevan muy bien en el Consejo y Comisión europeos. La gran coalición ya funciona. Porque conviene al poder económico.
En España, el PP y el PSOE sumaron sus votos para echar abajo la propuesta de Izquierda Plural de someter a referéndum la ratificación (o no) del Tratado de Comercio e Inversión que se negocia entre la Unión Europea y Estados Unidos. Tratado que, de firmarse, abrirá una vía veloz de vaciado de la democracia, pues el poder que otorgaría a las corporaciones multinacionales reducirá a vacua tramoya los parlamentos nacionales y el europeo.
Promovieron y votaron juntos la reforma del Artículo 135 de la Constitución española para que el pago de la deuda pública y sus intereses pasara por delante de la inversión social y los servicios públicos. Ambos partidos se han opuesto a la dación en pago para cancelar la deuda hipotecaria que ahoga a cientos de miles de familias y han votado juntos para impedir medidas eficaces contra la evasión fiscal (además de aprobar contrarreformas laborales que permiten despedir a los trabajadores a bajo precio, incluso en empresas con beneficios). Han bajado los salarios y congelado las pensiones y gobiernan o han gobernado con la misma austeridad que ha arruinado a la ciudadanía europea.
Ahora el bipartidismo prepara una nueva ofensiva en España. Con un nuevo rey flamante y tal vez alguna reforma constitucional de chicha y nabo, para impedir que la ciudadanía, movimientos sociales y partidos de izquierda de verdad inicien un proceso constituyente hacia una auténtica democracia. Por eso urge ponerse las pilas, acordar el camino hacia la democracia de verdad y avanzar en la coordinación y unidad ciudadanas. Para conseguir el poder y cambiar las cosas.
*Periodista y escritor
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