“Aunque el gobierno de Grecia ha propuesto ajustes adicionales, que no impliquen mayor sacrificio de su población, los poderes que dictan la política económica en las naciones europeas mantienen una postura irreductible y sostienen que no es aceptable ninguna fórmula que se aleje del mandato neoliberal: la salud de los indicadores macroeconómicos aun a costa del sufrimiento de las mayorías.”
Así denuncia el conflicto entre el Eurogrupo y el gobierno de Grecia un editorial del diario mexicano La Jornada, mientras Rodríguez de Lecea acusa que “llaman ‘negociación’ a una ceremonia de escarmiento donde las víctimas son culpables y se predican recetas de austeridad a un país que ya no puede soportarlas, tras 8 años de repetidos fracasos con la austeridad como remedio”.
La Plataforma por la Auditoría Ciudadana de la Deuda denuncia que Grecia es hoy mucho más pobre tras los años de ‘rescate’ por la Troika. Desempleo del 26 por ciento de población activa, pensiones reducidas en 45 por ciento (y pretenden rebajarlas más), pobreza infantil de más del 40 por ciento y una deuda equivalente al 178 por ciento del producto interno bruto (PIB). Han aumentado un 25 por ciento los suicidios y resurgido enfermedades erradicadas, como la tuberculosis, además de un 45 por ciento más de casos de sida (por los recortes presupuestarios y despidos masivos que han desmantelado la sanidad pública).
Economistas de diversas escuelas denuncian que la actuación de la Troika con Grecia es un disparate, porque la austeridad ha fracasado. Pero la implacable y neoliberal eurozona no baja del burro e incluso hablan de una posible expulsión de Grecia del euro. Aunque mentes lúcidas, como Wolfgang Münchau, de Der Spiegel, razona que “salir del euro sería para Grecia un gran golpe ahora, pero se recuperaría a largo plazo. Para los alemanes, lo contrario. A corto plazo, costes mínimos, pero a largo plazo, decadencia de la Unión Europea y lo que conlleva. Impedir la salida de Grecia del euro debería ser prioridad de la política alemana y europea”, recomienda. Pero el Eurogrupo y la Troika hacen oídos sordos.
Entonces cabe preguntarse, como hace Paul Krugman: ¿el objetivo es quebrar Syriza? Antón Losada recuerda que “esta crisis ha sido provocada por la codicia, pero también por la idiotez de unas elites tan cerradas como insaciables”. Y Javier Doz denuncia sin disimulos que “la actuación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Eurogrupo busca la derrota política del gobierno de Syriza”. Porque un buen acuerdo para Grecia dará alas a movimientos sociales y a nuevos partidos de izquierda que quieren cambiar esta Europa egoísta y ciega. Pero, más allá del ruido mediático de cifras y noticias mareantes sobre el Eurogrupo y Grecia, si acuerdan algo o no, para repetir lo mismo mañana, lo preocupante es si habrá democracia en la vieja, errática y patética Europa a partir de ahora. O se disolverá, olvidando ya sin tapujos que democracia es poder del pueblo.
No es un exceso retórico cuando el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, dice sin rubor que “no puede haber ninguna elección democrática contra los tratados europeos”, y así descalifica gratuitamente el referéndum griego y otorga a los tratados lo indiscutible de La Biblia para un calvinista. ¡Claro que puede haber referendos contra cualquier tratado! Si hay democracia y no un remedo. Pero para neoliberales como Juncker no cuenta la voluntad ciudadana. Ni contará. Así se le escapó a la ministra de Agricultura del neoliberal gobierno que preside Mariano Rajoy: ¡Ojo, que las urnas son peligrosas!
La actuación de la Troika y el Eurogrupo contra Grecia recuerda historias de gánsteres en Estados Unidos. Gotti, Maranzaro, Luciano, Anastasia, Al Capone, Nitti, Genovese, Bonnano… Enemigos frontales de cuanto huela a social. Ultraconservadores. Acérrimos partidarios del enriquecimiento veloz. Feroces adversarios de cualquier control, supervisión o regulación. Puros neoliberales. Como la minoría que forma el poder financiero y sus fieles servidores del Banco Central Europeo, la Comisión Europea, el Eurogrupo y el FMI.
Además, escribe Carlos Berzosa, esta Unión Europea “ha sido incapaz de resolver sus problemas más acuciantes. Ha actuado mal en la crisis económica. Y de modo catastrófico en Ucrania. No da respuesta a los refugiados ni evita que el Mediterráneo se convierta en cementerio. Una Europa donde crece la desigualdad y la riqueza se concentra en pocas manos. Y con paraísos fiscales en su territorio”.
¿Para qué queremos esta Unión Europea? Tal vez el rechazo a esa Europa hace alzar una creciente ola de solidaridad ciudadana con el pueblo griego y el gobierno de Syriza.
Xavier Caño Tamayo*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Periodista y escritor
[OPINIÓN]
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