Un día antes de la toma de mando de Nicolás Maduro a su segundo periodo presidencial, aparecía en la pantalla de CNN un perfecto desconocido entrevistado por Fernando Del Rincón, ese que habla más que sus invitados. Ahora en vivo estaba en posición de personal trainer del flamante presidente de la Asamblea Nacional venezolana en desacato. Toda la entrevista se la pasó diciéndole qué debía hacer al inexperto político a partir del 10 enero, fecha en que el gobierno estadunidense y sus secuaces del Grupo de Lima habían decidido desconocer al gobierno de Nicolás Maduro.
Juan Guaidó (debo buscar en Google su nombre, pues parece recién salido de los laboratorios de la CIA y apadrinado por la CNN) sería el nuevo presidente de la República Bolivariana, el monigote desconocido que necesitan porque no hay una cara decente en la oposición venezolana. Debían hacerlo rápidamente conocido y hasta héroe, mismo película de Hollywood, pero el guion fue un ejemplo de la crisis que atraviesa el cine norteamericano (ya desde hace años el cine español, latino y hasta el hindú le vienen dando cátedra).
El “secuestro del presidente interino” por parte de unos empleados del SEBIN (Servicio de Inteligencia Venezolano) se desinfló antes que la derecha internacional hiciera eco de esta denuncia soltada por un par de periodistas colombianos que justo pasaban por la escena del crimen, cuando Guaidó era detenido. Rápidamente el ministro de comunicaciones del gobierno venezolano salió a desmentir el hecho, separando de sus cargos a los sujetos responsables de la detención arbitraria y unilateral.
¿De dónde sacarán esos estrategas? La eficacia de la CIA también fue sobrevalorada gracias al cine hollywoodense. Un efecto positivo de la globalización es el acceso a información diversa y a los medios alternativos que tienen un rol importantísimo en esta guerra mediática. Después de que se desinfló la historia del “secuestro” de Juan Guaidó, apareció en las redes otro montaje aún más burdo. En la toma aparecían un poco más de una docena de sujetos disfrazados con traje militar aparentemente de las Fuerzas Armadas Venezolanas, pero seguro mandaron hacer los uniformes al costurero más barato y se olvidaron de bordar la última letra de la sigla militar (FANB) y así con las siglas “FAN” estaban posando para el vídeo aquellos jovencitos venezolanos que habían sido reclutados, en tan solo unas horas, probablemente de los semáforos de Lima mientras vendían raspadillas de ambulantes.
“Toma 48. Tres, dos, uno, grabando…”: uno de los venezolanos en el exilio, flanqueado por otros compatriotas con rostros agotados, repetía nervioso el discurso que se había aprendido, escrito probablemente desde el despacho de algún político peruano corrupto, presto a contribuir con la caída de Maduro. Fue tan poco profesional, que ni las cadenas internacionales más recalcitrantes replicaron el mensaje grabado de “una facción de las FANB” desconociendo el gobierno de Nicolás Maduro.
“Ah, querían algo más real. A ver si van a decir que se trata de otra historia mal montada”, me imagino vociferando al jefe del laboratorio golpista ante sus pupilos luego del fracaso anterior con sus falsos positivos. Un día después se dio una fatídica noticia: coincidencia o no, un coche bomba en una sede policial en Bogotá, Colombia, dejó 21 muertos y más de 60 heridos. En menos de 24 horas las autoridades colochas resolvieron que el autor fue un hombre que hacía de instructor del ELN en territorio venezolano. Acto seguido, el gobierno colombiano rompe relaciones con el ELN y se libera del Acuerdo de paz, mientras con Venezuela si bien ya había roto relaciones, este hecho podría ser la excusa perfecta para iniciar un conflicto. Creo que no. Les va a faltar cuentos, falsos positivos, por ahí no va la cosa. Y es que Rusia y China tienen demasiados intereses económicos en Venezuela y en la región como para dejar que Estados Unidos se instale en “modo Siria”.
Los demás gobiernos de la región, incluidos los del Grupo de Lima (unos más que otros) saben que si entra Estados Unidos en Venezuela, las consecuencias serían catastróficas para todos los vecinos, no sólo por la crisis humanitaria, sino porque el histórico territorio de paz, ahora en disputa entre las potencias, podría convertirse en un escenario para la tercera guerra mundial.
¿Y entonces por qué insisten en avanzar con esta guerra mediática? ¿A qué punto quieren llegar?
– ¿El petróleo? Sí, actualmente Estados Unidos es uno de los principales compradores del crudo venezolano.
– Las reservas más grandes de oro… ¿Ya están hipotecadas a Rusia y a China? ¿Y Estados Unidos creerá que cambiando al gobierno se desconocerán los contratos hechos durante el mandato de Maduro?
– Los países vecinos no soportan a los más de 3 millones de migrantes venezolanos que han recibido hasta el momento. Pero si en la época de la guerra civil con las FARC, Venezuela recibió a más de 6 millones de desplazados colombianos, y nunca hubo alertas de crisis humanitaria o algún país que se quejara, empezando por Venezuela, que los recibió con los brazos abiertos. ¿Cuál es la diferencia ahora?
¿No le perdonaron a Hugo Chávez haberse mofado del imperio y sus representantes como de “Mister Donkey” Bush, por ejemplo? No le perdonan haber calado en el mundo un discurso disonante a los parámetros del sistema capitalista salvaje. Son muchas las causas externas e internas que originaron la situación que hoy viven los venezolanos… para desarrollarlo en un libro.
Mientras, cierro este artículo sumándome a la opinión de aquellos que piden que se resuelvan los problemas de manera soberana, sin injerencia de ningún tipo: ni gringa, ni rusa o china. Si el gobierno de Nicolás Maduro sigue o no, eso lo deciden los venezolanos.
Verónica Insausti Castro/Telesur
[OPINIÓN][ARTÍCULO]
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