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Graham Greene: dedicado a su tiempo, y al nuestro

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A una reunión de selectas celebridades reunidas en el Moscú de Mijaíl Gorbachov acudieron estrellas de cine, científicos, escritores y políticos relevantes de los cuatro puntos cardinales. Gorbachov pretendía hacer cambios radicales necesarios en la sociedad comunista y convocó a una conferencia para la paz: “Foro Internacional para un Mundo Libre de la Amenaza Nuclear por la Supervivencia de la Humanidad”.

Rubén Moheno

Lo de Yeltsin es otra historia.

Al foro acudieron más de 1 mil personas y las crónicas narran que ahí estaba Norman Mailer conversando con Yoko Ono. En el vestíbulo caminaban Gregory Peck y Peter Ustinov, Claudia Cardinale lucía esplendorosa con un traje blanco y negro a rayas. Invitaron al novelista inglés Graham Greene.

Greene compartió el podio con Gorbachov, quien era miembro del club de sus admiradores en Moscú y le otorgó el doctorado honorario de su Alma Mater, la Universidad Estatal de Moscú.

Pero la prensa inglesa lo criticó por asistir ahí. El tabloide Sun recomendaba depositar a Greene en Moscú para siempre. Ya antes lo habían atacado por escribir el prólogo al libro de su amigo, el agente soviético Kim Philby, My Silent War. Un señor inglés escribió: “Graham Greene y un Compañero de Deshonor”.

En la celebración se formaron secciones sobre diferentes temas que harían una lectura para cerrar la reunión y el escritor quedó integrado en una de ellas, “Cultura” (vocablo que odiaba por su grado de abstracción). Pero asumió plenamente su responsabilidad y aprovechó el foro. Conforme a su naturaleza de escritor redactó el documento que correspondía a su sección, sin sentir necesario consultar a los demás integrantes de la misma sobre el contenido.

El propósito era dar apoyo a sus amigos (categoría suprema para el escritor); en este caso a los revolucionarios de Centro y Sudamérica que combatían a las sangrientas dictaduras en turno sostenidas por los yanquis.

Greene estuvo ceñido en cuerpo y alma a la lucha por la recuperación del Canal de Panamá que llevó a cabo exitosamente el general Omar Torrijos Herrera, de quien Greene se consideró –por méritos propios ampliamente documentados– un gran amigo y compañero combatiente. Claro que condenó la invasión yanqui a Panamá. Greene estuvo siempre listo “para ser llamado a filas”…“hubiera ido con él a las montañas”… “nunca he perdido tan grande amigo como Omar”. En ese tema mantuvo acuerdos personales con su amigo Gabriel García Márquez. Del limitado alcance de los cambios en Nicaragua y El Salvador, “los amigos de mis amigos”, ni García Márquez ni Greene tienen ninguna responsabilidad.

Sentir hoy nostalgia por la restauración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) implicaría no tener cerebro. Y mientras no se cumpla la imperiosa necesidad humana de eliminar todas las armas de destrucción masiva (las nucleares en primer lugar), apoyar en cualquier forma la existencia de sólo una súper potencia que cuente con esos medios implica no sólo carecer de cerebro, sino además, de corazón. Además, la proliferación ya es un hecho, horrendo.

El tiempo hizo que fuera el Vaticano que diera consejo a Rusia, en particular sobre Siria (la carta del Papa Francisco a Putin, y su posterior entrevista), para evitar ahí el ejemplo de Irak y de Libia.

El muy bien financiado y espectacularmente inhumano Estado Islámico, ISIS, o como se llame, no escapa a las previsiones de Greene sobre los enemigos de la paz; son múltiples los indicios de que se trata de la creación de una “Tercera Fuerza”, como la registró el escritor desde que se inició ese ingenioso procedimiento.

En su obra maestra de 1955, The Quiet American, El Americano Impasible (que podría ser libro de cabecera para todos los interesados en tratar de comprender el mundo actual, y para los amantes de la gran literatura), él señaló un método clave del imperialismo estadunidense empleado hasta la fecha: la creación de una “Tercera Fuerza”.

Su novela mostró la verdad sobre lo que sucedería en Vietnam mucho antes de que ningún periodista, historiador, politólogo o nadie hiciera un análisis certero del problema. La periodista estadunidense Gloria Emerson, que cubrió la guerra de 1970 a 1972, escribió que muchos años después de que Greene dejara Indochina para siempre, era como si el lugar aún le perteneciera: “Él siempre entendió lo que iba a pasar, y en esa pequeña, impasible novela, nos dijo todo”. De haber escuchado su advertencia, los estadunidenses podían haberse ahorrado 58 mil muertos, y a los vietnamitas 4 millones de víctimas.

En aquel contexto, la Tercera Fuerza fue una entidad beligerante también condimentada con tráfico de drogas y seudo religión, que combatiría por igual, con métodos terroristas, tanto a los franceses (apoyados a medias por los estadunidenses) como a los comunistas. Método ideal para sembrar el caos, un primer avance de la doctrina del shock. Cuando se enteró de ese proyecto, por un arrogante agente estadunidense que lo impulsaba, surgió en Greene la idea de la ficción. Después de Vietnam el método se aplicaría en Argelia, Guatemala, Cuba, más tarde en Nicaragua, Panamá, Colombia, Chiapas, en los Balcanes… En todas partes se esparciría el mal.

La ficción de Greene dio respuesta a las angustiosas interrogantes de su tiempo y proyecta su verdad hasta hoy. El heroísmo vietnamita y su ancestral independentismo lograron que aquella Tercera Fuerza y el mismo ejército estadunidense fueran tirados por la borda. Hoy la victoria de Vietnam es cuestionada por el bombardeo de hamburguesas, cigarros Winston, y por el financiero vendaval sin rumbo de la globalización, no menos devastador que el napalm.

Pero el método tercerista subsistió. Subsiste aquí y ahora, en modo mucho más desarrollado, como lo muestran múltiples indicios. Después de un primer paso necesario para enajenar por completo la economía mexicana con el TLC (NAFTA), vino el cultivo y el impulso superlativo a la criminalidad en la sociedad mexicana, con el narco y su veintena de oficios asociados, para crear aquí esa Tercera Fuerza.

Se puede leer (en traducción de Rubén Moheno) el documento que Graham Green redactó en el Kremlin en la página web de Contralínea.

Rubén Moheno

*Economista, con estudios en derecho y cinematografía por la UNAM; realizador de un largometraje de ficción y una docena de documentales cinematográficos; escritor, traductor y periodista con cerca de 100 ensayos y traducciones sobre el gran escritor Graham Greene

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]

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