La realidad siempre acaba imponiéndose, así que las mentiras demagógicas pronto pierden vigencia. De esta manera lo patentiza la decisión gubernamental de aumentar hasta 22 por ciento los precios del gas natural, y en porcentajes menores los de las gasolinas, con lo que se pone punto final al insustancial lema sexenal “Para vivir mejor”.
Las secretarías de Hacienda y Economía anunciaron incrementos de los combustibles durante todo el año, lo que asegura altos niveles inflacionarios que reducirán aún más el ya de por sí raquítico poder adquisitivo de los asalariados. La meta es obtener 116 mil millones de pesos adicionales, a costa de mayor empobrecimiento para millones de mexicanos, afectados de por sí por la persistencia de una crisis económica que no causaron las clases mayoritarias, sino la voracidad de la oligarquía y la sed de privilegios de una casta burocrática igualmente insaciable.
Los hechos muestran que México padece uno de los aparatos burocráticos más obesos y costosos del mundo, sin que a la par lleve a cabo una labor satisfactoria en beneficio de la sociedad. Al contrario, mientras más ha engordado la elite burocrática, más lamentables han sido los resultados de su labor, como lo patentizan sus frutos. Especialistas en administración pública y economistas calificados han demostrado de manera inobjetable que no habría ninguna necesidad de afectar aún más a la población, si el aparato gubernamental redujera su tamaño y la cúpula del mismo disminuyera sus enormes privilegios. Los ahorros de tal procedimiento superarían la suma que se pretende obtener con los incrementos a los energéticos, y hasta permitiría también evitar las alzas impositivas que se aprobaron para este año.
Así vemos que las “preocupaciones” de Felipe Calderón por el bienestar de la población, su “interés” por lograr que vivamos mejor, no es más que grotesca demagogia que insulta la inteligencia de los mexicanos. La realidad es por demás obvia: el único y verdadero propósito del “gobierno” de Calderón no es otro que aprovechar al máximo la coyuntura sexenal para amasar lo más que se pueda fortunas dignas de figurar en la revista Forbes. ¿Por qué ser menos que los altos funcionarios de gobiernos anteriores, particularmente el de Vicente Fox y su cónyuge? Al fin que no pasa nada por más abusos que se cometen, como lo patentiza la experiencia. Sin embargo, el presente que hoy vivimos no se presta más a las canalladas del pasado, pues todo tiene un límite, que en este caso es el del tamaño de la economía mexicana, que ya no da para más. Se está llegando al fondo de un “cuerno de la abundancia” que agotaron con tanta explotación irracional y abusiva.
El problema es que no se quieren dar cuenta de ello y continúan exprimiendo al país como si estuviéramos en la década de 1950. Las consecuencias de tamaño despropósito están a la vista: una crisis estructural generalizada que amenaza con desbordar la propia capacidad gubernamental para enfrentarla. Los hechos así lo avalan, de ahí que se recurra al expediente tan sobado de lesionar aún más la economía popular, para que los que menos tienen sigan pagando los excesos de la oligarquía y de la alta burocracia. Esto es perfectamente demostrable, basta ver cómo en los últimos años el costo de la vida para los asalariados ha subido en igual proporción a la pérdida sufrida por el peso, es decir en más de 13 mil por ciento.
A cambio, México aporta el mayor número de multimillonarios a la revista Forbes como ningún otro país latinoamericano y muchos del llamado primer mundo. Así que ¿cómo podemos creerle a Calderón su “interés” porque los mexicanos vivamos mejor? Si ése fuera el caso, su política económica sería totalmente diferente a la que nos impuso la tecnocracia hace ya casi tres décadas, en vez de profundizar sus nocivos esquemas, como lo demuestran los hechos. Asombra que el “gobierno” de Calderón sea el más neoliberal del mundo, cuando es urgente y vital aflojar las riendas que inhiben un crecimiento real de la economía, en aras de mantener la disciplina impuesta por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, cosa que las naciones más desarrolladas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico no toman en cuenta, menos después de la crisis del año pasado.
Así que la realidad acaba imponiéndose y nos demuestra que es una gran falacia el lema calderoniano “Para vivir mejor”. A no ser que sólo se refiera a la oligarquía y a la alta burocracia que él, Felipe Calderón, encabeza. Es por demás evidente que ellos sí viven mejor que hace cinco o 10 años, en tanto que las clases mayoritarias se ahogan cada día más en el mar de pobreza que llegó ya, con gran ímpetu, a las clases medias.
gmofavela@hotmail.com
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