Hace unas pocas semanas, después de que el Congreso de la Unión aprobó el sistema anticorrupción, el presidente Enrique Peña Nieto se atrevió a declarar, en uno de sus múltiples actos, que la corrupción se estaba “domando”. Sin embargo, aún persisten en el aire asuntos que no han sido resueltos, como la fabulosa casa blanca, la casa de Ixtapan de la Sal, la casa de Malinalco, la asignación de obras públicas a empresas cuyos dueños son cercanos o amigos del presidente.
Se revivió a la Secretaría de la Función Pública para investigar si había conflicto de intereses en lo de la casa blanca. Con pompa y platillo se designó a Virgilio Andrade como secretario de la Función Pública para realizar dicha investigación. Un poco pesimista en mi artículo “Otra, otra vez”, opinaba que ello era para darle largas al asunto y aliviar la imagen corrupta del presidente de la República y que finalmente la resolución sería que no había conflicto de intereses.
Pero no sólo es eso, frecuentemente vemos como los delincuentes son liberados por jueces con la consigna de que se violó el debido proceso. Sería atrevido decir que sólo son los jueces los corruptos, porque hay que dejar claro que son otros los que integran la averiguación previa y que son otros los que detienen a los delincuentes. Lo grave del asunto es que de forma deliberada todas las partes estuvieran de acuerdo para que ciertos delincuentes fueran liberados sin más ni más, lo cual significaría un nivel superlativo de corrupción.
Lo más grave es que esta corrupción, que según el presidente empezaba ser “domada”, sigue persistiendo e infiltra a la sociedad en todos sus niveles. Así vemos que gobernadores son aprehendidos y soltados mediante fianzas ridículas, otros ni siquiera han sido molestados, como es el caso de Moreira en Coahuila.
Ahora estamos ante un hecho muy grave, que es la fuga Joaquín Guzmán, el Chapo, del Centro Federal de Readaptación Social 1, El Altiplano, considerado como una cárcel de muy alta seguridad y en donde nunca se había presentado un suceso de estas dimensiones. No es cualquier fuga. En principio es un personaje considerado como el enemigo número uno del gobierno de México y de Estados Unidos y que realmente, como dice el presidente, constituye una afrenta pero no contra el Estado, sino contra su gobierno, que ha mostrado grandes debilidades.
Me llaman la atención las declaraciones del presidente Peña, quien iba rumbo a Francia cuando le notificaron la noticia. Como es su costumbre, involucra a los mexicanos en sus sentimientos, cuando señala que este hecho indigna a toda la sociedad mexicana. Esta declaración es muy delicada, porque si realmente se pregunta a los mexicanos lo sucedido, no se percibe indignación por la fuga, sino que se percibe indignación por la elevada corrupción del sistema y en la cual él se encuentra involucrado.
Considera que también es simplista el comentario que fue el gobierno, que en forma deliberada dejó escapar al Chapo y que prácticamente salió por la puerta del centro y que el túnel sólo fue la pantalla. No creo que sea así, porque ningún gobierno, por más corrupto que sea, sería capaz de soltar a un personaje que le recomponía la imagen al presidente.
El Chapo Guzmán cuenta con los recursos suficientes para hacer uno, dos o los túneles que quisiera. El problema no era hacerlo, sino tener la precisión para que llegara al lugar exacto por donde podría escapar.
La revista Forbes consideró a este personaje como uno de los más ricos y poderosos del mundo. Es más, fue considerado por Estados Unidos como el segundo enemigo más peligroso del mundo, después de Osama bin Laden.
Por otro lado, no pienso que hayan fallado los protocolos de seguridad del Altiplano, y menos que olvidaran poner circuitos cerrados en zonas importantes como las regaderas que corresponden a la celda que hasta el 11 de julio pasado ocupara el Chapo. No falló nada. Todo salió como lo habían planeado, incluyendo políticos, funcionarios, custodios, etcétera.
El túnel no fue hecho de la noche a la mañana. Tardó en construirse 1 año 5 meses, tiempo suficiente para que un buen arquitecto lo hiciera con todos los requerimientos de ingeniería necesarios para su funcionalidad. Eso sí, fue imprescindible contar con planos del penal para saber el lugar exacto a donde tenía que llegar y poder realizar esta espectacular fuga. ¿Por qué hacerlo tan largo? Bueno, porque eso no atraería sospechas que pudieran abortar el proyecto, y además lo pensaron detenidamente para ubicar el origen en una zona de difícil acceso.
Lo que habría que pensar, y nunca lo sabremos, es cuánto costó la espectacular fuga, y a lo mejor con el capital invertido, el gobierno de Peña Nieto pudo haber generado empleos que tanta falta hacen al país o hacer inversiones en zonas de pobreza extrema.
Como lo expresé líneas arriba, la indignación general de los mexicanos no es contra la fuga del Chapo –me incluyo–, sino contra un sistema altamente corrupto encabezado por el presidente Peña.
Finalmente me pregunto: ¿la corrupción empieza a ser “domada”? O más bien la corrupción nos ha estado domando…
Óscar Enrique Díaz Santos*
*Doctor en economía por la Universidad Nacional Autónoma de México, especialista en gasto público y presupuesto
[OPINIÓN]
Contralínea 447 / del 27 de Julio al 02 de Agosto 2015