A menos de un año de las elecciones presidenciales de 2012, destaca la falta de disposición del Partido Acción Nacional (PAN), y de Calderón, para dejar el poder al que de manera ilegítima llegó en 2006, así como el resurgimiento del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que se perfila como triunfador en esta contienda.
En la situación actual, la derecha católica tendría solamente dos opciones para mantenerse en el poder: lograr una alianza antipriísta con otro partido, o bien, sabotear, (entiéndase impedir, posponer o anular) las elecciones, incluso echando mano del Ejército Mexicano.
El PAN representa lo peor para el país, dados sus orígenes, composición y proyectos; el regreso del PRI tampoco es deseable, pues este partido se ha derechizado, alejándose de sus raíces; el triunfo de la izquierda, y en particular del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), encabezado por Andrés Manuel López Obrador, sí contribuiría a la justicia y al progreso de la sociedad, pero los resultados electorales del 2012 podrían ser: PRI, Partido de la Revolución Democrática (PRD) –o Morena, según sea el caso–, PAN, en ese orden.
En 2006 la derecha se mantuvo en el poder mediante el fraude. Calderón ha implantado un gobierno confesional y plutocrático, una especie de franquismo a la mexicana, con el apoyo incondicional del Ejército, movilizado con el cuento de la “guerra contra el narcotráfico”, del sector empresarial, de la mayoría de los medios de comunicación, especialmente las cadenas televisivas, y de la jerarquía católica, que todavía ejerce una gran influencia en algunos círculos empresariales y de la clase política.
Una década de gobiernos panistas ha bastado para que la gente se dé cuenta de que la derecha católica en el poder ha sido más perjudicial que siete décadas de priísmo; desde 2006, el PAN por sí solo y como tal, no ha obtenido triunfos electorales significativos, a excepción de aquellas entidades donde ha logrado hacer alianzas con otros partidos o sectores, como el encabezado en el PRD por los chuchos, que se han prestado a esos arreglos ideológicamente contradictorios y que representan, en realidad, claudicaciones de la izquierda para que la derecha se mantenga en el poder, en perjuicio de la población y para bien de unos cuantos políticos corruptos.
Las elecciones de julio de 2011 en el Estado de México y en otras entidades se han visto como un indicador de lo que puede suceder en 2012: un triunfo abrumador del PRI, gracias al temor de la población de que siga siendo gobernada por una derecha que frecuentemente la agrede con alzas de impuestos, ataques a los sindicatos y a la educación pública, militarización del país, destrucción del Estado laico, etcétera.
Así, muchas personas depositarían su confianza en un PRI que tiene raíces revolucionarias, pero donde hoy campea un pragmatismo sin límites, de tal suerte que a lo largo de este sexenio, y dependiendo de sus propias conveniencias, muchos políticos priístas se han prestado a respaldar proyectos panistas y clericales como el encarcelamiento de las mujeres que abortan. El PRI fue aliado del PAN en el fraude electoral de 2006, en la guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador, además de haber respaldado a Calderón a lo largo del sexenio.
Creado en 1939 como una reacción derechista contra el cardenismo, el PAN ha sido siempre un partido aliado al clero y a los empresarios más conservadores. Es, a la fecha, el único partido que se opone al reconocimiento del carácter laico del Estado. Y de los tres principales partidos, el único que tiene raíces clericales.
Por su parte, sin tener orígenes confesionales o derechistas, sino por el contrario, nacido de las luchas revolucionarias, siempre ha habido en el PRI personajes afines a la derecha, incluso en sus periodos más progresistas, y por lo tanto, siempre ha existido una base para el PRIAN.
En las elecciones de 2000 se libró una fuerte contienda entre el PRI, que buscaba defender su hegemonía de siete décadas, y el PAN, que de manera hipócrita decía luchar por una “alternancia”, que una vez en el poder no estaba dispuesto a respetar, como se vería seis años después.
La población decepcionada de la gestión de Fox, quien pronto destacó por su rapacidad y su apego al sector empresarial en detrimento del pueblo, y atraída por la forma de gobernar de Andrés Manuel López Obrador, quien en el Distrito Federal impulsó importantes programas de beneficio social, apoyó a este último.
En aquella época, ante el respaldo popular del que gozaba Andrés Manuel López Obrador, el PRI negoció con el PAN, y en lo que constituye una vergüenza para el tricolor, durante casi todo el sexenio la cúpula priísta se prestó a colaborar con los proyectos de Calderón, con tal de gozar de una posición cómoda y ventajosa.
A medida que se acercan las elecciones de 2012, y ante la oportunidad de recuperar el poder, se ha ido resquebrajando la alianza del PRIAN, y se abre la posibilidad de que el PRI arroje del poder a la derecha católica. Pero se trata de una posibilidad más relativa y lejana de lo que podría pensarse, incluso, si el PRI llegara a la Presidencia de la República.
En primer lugar, algunos sectores del PRI se han ido empanizando, relacionándose con grupos confesionales y empresariales, comenzando por Peña Nieto, su más probable abanderado en la contienda presidencial; en segundo lugar, Calderón, como cabeza de un gobierno empresarial, católico y militarista, ha tenido el apoyo incondicional de esos sectores y sobre todo, de muchos medios de comunicación, que no lo brindarían en igual medida a un gobierno priísta, sino que propiciarían el eventual regreso de la derecha católica al poder; en tercer lugar, y más importante todavía, es muy probable que una vez en el poder, el PRI en lugar de combatir a la derecha, volvería a conformar el PRIAN, porque es la alternativa que más beneficios personales puede brindar a los políticos, de entre los cuales Andrés Manuel López Obrador es una excepción por el idealismo y la valentía con que ha defendido a los más pobres.
El resultado más deseable de las elecciones, pero quizás no el más probable, dada la vulnerabilidad de los sectores populares ante la manipulación de los medios de comunicación, sería el triunfo de la izquierda, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, quien en 2006 fue el verdadero triunfador en las elecciones, o por Marcelo Ebrard, quien mucho ha hecho para ampliar las libertades en la capital.
Junto a la posibilidad de que el PAN abandone el poder y, mejor aún, quede anulado como opción electoral, existe el riesgo de que la derecha pretenda, bajo alguna modalidad, instaurar en el país una dictadura católica y militarista.
Significativamente, la propaganda oficialista, que es lo único que el gobierno de Calderón ha dado a los mexicanos, insiste en hablar del “gobierno del presidente de la República”, casi como decir “el santo gobierno del rey Felipe I”, como si el país fuera ya propiedad del personaje que llegó a la Presidencia “haiga sido como haiga sido”.
Pero ante todo, hay que tener presente que si Calderón sacó al Ejército de los cuarteles, evidentemente fue para mantenerse en el poder, no únicamente para la sangrienta farsa de la llamada “guerra contra el narcotráfico”.
En contrapartida, hoy más que nunca es un deber cívico apoyar a la verdadera izquierda, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, quien por más de cinco años ha mantenido valiente una lucha por la justicia y la democracia; asimismo, en la capital es necesario estar dispuestos a defender, luego de 2012, las libertades que se han ganado bajo la gestión de Marcelo Ebrard.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
[TEXTO PARA TWITTER: El PRIAN, una alianza que trasciende elecciones y sexenio: Edgar González Ruiz]
Fuente: Contralínea 242 / 17 de julio de 2011
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