La Habana, Cuba. Cuarenta y seis años después de designado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) el 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente, en este 2018 la naturaleza elevó su alerta para convencer a la especie humana que debe actuar y pronto para salvar el planeta.
Ni siquiera los científicos de la National Geographic Society de Estados Unidos pudieron prever la erupción del Volcán de Fuego en Guatemala al inicio de junio.
Un artículo publicado en la edición española de la revista National Geographic en enero de este año avisó que debía seguirse con atención el comportamiento de seis volcanes: uno de ellos la “montaña humeante” de México, el Popocatépetl, a sólo 70 kilómetros de la capital del país.
También el Monte Merapi de Indonesia y el Villarrica de Chile, uno de los pocos con un lago de lava activo en su interior. A estos se suma el Kirishima en Japón, menos conocido, pero entre los más activos del país; el Orarfajökull de Islandia que ha entrado en erupción dos veces desde los primeros asentamientos en esa isla del norte europeo; así como el Kilauea en la Gran Isla de Hawai que lleva 35 años arrojando lava, pero que en mayo sepultó poblados, cubrió carreteras y lanzó toneladas de cenizas que afectaron a su población.
Sólo acertaron en sus previsiones los académicos en este último caso, aunque todavía faltan 6 meses del presente año por traernos tales desastres.
El Volcán de Fuego es un estratovolcán de 3 mil 763 metros de altura, situado entre los departamentos de Sacatepéquez, Escuintla y Chimaltenango, al centro-sur de Guatemala.
Hasta el cierre del lunes 4 de junio ascendían a 65 las víctimas mortales, en tanto se cuentan por decenas los heridos, miles los evacuados y aún por enumerar los desaparecidos, según cifras oficiales.
Más de 1 millón 700 mil personas fueron afectadas por su erupción del domingo 3 de junio. Una extensa zona en torno al volcán se nubló de cenizas expelidas, contaminando el aire y cubriendo carreteras y poblados.
En otro sentido referente al clima, un régimen de lluvias y tormentas también este año dio inicio a tormentas tropicales antes del tradicional comienzo en junio de la temporada ciclónica para las regiones subtropicales, especialmente en el Caribe.
Después de un mes de mayo en que las precipitaciones habituales se duplicaron respecto a la media, en Cuba las inundaciones provocaron derrumbes de viviendas, la caída del puente sobre el río Zaza que nutre a la mayor presa del país, interrupción de comunicaciones y del servicio eléctrico, así como graves pérdidas en la agricultura.
El cambio climático existe desde hace millones de años en la Tierra, pero desde el comienzo de la Revolución Industrial hace 2 siglos y el uso creciente de la energía fósil en el desarrollo de las economías, con la consiguiente emanación cada vez mayor de gases clorofluorocarbonos a la atmósfera, se exacerbó el efecto invernadero en el clima.
Al absorber los océanos más el calor proveniente del efecto invernadero, sube el nivel de los mares. Se funden glaciares y hielos marinos, provocando inundaciones en territorios costeros.
Asimismo, por elevación de las temperaturas, se secan tierras antes irrigadas, secándose por completo lagos y ríos. La acción del hombre aumentó la deforestación de grandes extensiones, que más tarde se convirtieron en desiertos.
La disponibilidad de agua para la agricultura, la producción de alimentos, bebidas o uso general, estará cada vez más limitada, suponiendo incluso que en el futuro haya guerras por su posesión. La escasez del líquido vital igualmente provocará la desaparición de especies animales y de plantas.
Huracanes, tornados, terremotos y tormentas provocadas por las variaciones de temperatura serán cada vez más violentos y destructivos.
¿Las soluciones? Se podría decir que están al alcance de todos, pero hay bastante resistencia por parte de Estados, sobre todo industrializados, y las corporaciones transnacionales.
Reciclar es el comienzo para volver a restituir la vida del planeta. Por ejemplo, reciclar un kilogramo de latas de aluminio usadas, consume menos energía que su producción.
Ahorrar agua y energía eléctrica son dos importantes vías para contrarrestar el cambio climático; disminuir el uso de calefactores y acondicionadores de aire, graduándolos a temperaturas medias.
Siendo los automóviles los responsables del 10 por ciento del dióxido de carbono que enviamos a la atmósfera, debemos recurrir en lo posible al transporte público, la bicicleta o andar a pie que no sólo contribuye a reducir los efectos del cambio climático, sino a mejorar nuestra salud.
Sembrar árboles, disminuir el consumo de energías fósiles como el petróleo y el carbón y aumentar las fuentes renovables en el balance energético de los países, son pasos fundamentales.
El calentamiento global sigue inexorable, pero la humanidad puede retrasarlo y, lo que es más importante, seguir buscando alternativas para enfrentar sus efectos dañinos.
Elsy Fors Garzón/Prensa Latina
[OPINIÓN][ARTÍCULO]
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