Categorías: Opinión

La política de la represión sexual

Publicado por
Edgar González Ruiz *

Idealizar el pudor y reprimir la sexualidad es un invento del llamado “mundo occidental”, y en particular, de la tradición cristiana.

Los exploradores y conquistadores europeos que hace siglos llegaron a América o a regiones de Oriente, África y Oceanía, solían escandalizarse ante la libertad sexual y la naturalidad con que los aborígenes percibían el cuerpo y el deseo.

En el plano político, esa represión se traduce en leyes y campañas que pretenden ocultar o negar los hechos más naturales de la vida humana.

En los distintos países es la derecha, al apelar a la defensa de “la moral” o a los “mandatos de Dios”, la que por lo general encabeza esas escaladas sexofóbicas, con planteamientos contra el aborto, los anticonceptivos, la educación sexual, la homosexualidad, el uso de ropa “provocativa”, etcétera.

Apenas en septiembre pasado, la diputada panista Lucila del Carmen Gallegos Camarena pretendió encabezar un proyecto de reforma a la Ley Federal de Radio y Televisión para prohibir los albures, así como el uso de minifaldas y biquinis en los contenidos de esos medios de comunicación (www.sandiegored.com/noticias/ 43633/Diputados-aprueban-censura-de-minifaldas-y-bikinis-en-television/).

Las ideas inquisitoriales expresadas por la legisladora panista de Guanajuato (tenía que ser) vienen a confirmar la persistencia de la tradicional sexofobia en la ultraderecha panista; sin embargo, en una entrevista el vicepresidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Francisco Arroyo Vieyra, aclaró que la iniciativa mencionada es contra la discriminación y no en el sentido enarbolado por la panista (http://siempre889.com/podcasts/panorama-en-88-9/no-prohibiran-bikinis-ni-albures-en-television/).

Cabe añadir que en abril de 2009, cuando la ahora diputada Lucila del Carmen fungía como secretaria particular del alcalde de León, Guanajuato, autorizó apoyos económicos en beneficio de grupos antiabortistas, como Provida y Vida y Familia (La Jornada, 18 de abril de 2009).

Cruzadas contra el placer

La hostilidad de los sectores conservadores ante el placer y la libertad es tan antigua y persistente como destinada al fracaso.

En el Siglo de las Luces, los filósofos cuestionaron la hipocresía y los prejuicios sobre la sexualidad. Con su novela La Doncella, donde relata fantasiosas aventuras eróticas de Juana de Arco, Voltaire escandalizó al clero católico, que exaltaba la virginidad de la Santa Guerrera, mientras que el enciclopedista Denis Diderot se burlaba de la falsa moral que concibe la sexualidad como algo impuro e innombrable:

 “¿Y qué os ha hecho la acción genital, tan natural, tan necesaria, tan justa, para excluir toda señal de ella en vuestras conversaciones y para imaginar que vuestra boca, vuestros ojos y vuestras orejas serían manchados?”.

Empero, más de 100 años después, a fines del siglo XIX, a las mentalidades puritanas, victorianas, les horrorizaba cualquier referencia a la sexualidad. En su autobiografía, Bertrand Russell criticó la mojigatería que causaba tanta infelicidad; al referirse a una de sus tías, educada en esos principios, hacía notar: “si no le hubieran enseñado que el sexo es perverso, habría podido ser feliz, afortunada y capaz” (Autobiografía, Tomo 1, 1872-1914, Aguilar, Madrid, 1968, página 31).

Tales mentalidades puritanas se escandalizaban porque el teléfono, entonces innovación tecnológica, les permitiría a los amantes concertar citas y hasta tener conversaciones de tipo sexual.

Hoy en día, Luisa María Calderón, hermana de Felipe Calderón, está empeñada en una campaña para prohibir el envío de fotos de desnudos mediante teléfonos celulares, práctica en boga entre muchos jóvenes de ambos sexos (El Universal, 3 de noviembre de 2012): como si un partido pudiera prohibir también la atracción sexual, que es rasgo natural del ser humano.

A principios del siglo pasado, los cristeros y los grupos conservadores reaccionaron violentamente ante la llamada coeducación, es decir, la educación mixta, pues pensaban que el trato entre los sexos conduciría al “libertinaje” por el incontenible desbordamiento de las pasiones.

A la fecha, a nadie escandaliza la educación mixta.

El divorcio, implantado en 1914 por Venustiano Carranza, fue otro motivo de horror para las mentalidades conservadoras, mientras que hoy en día es práctica muy común y aceptada, a pesar de que la jerarquía católica la sigue condenando.

Hay que tener en cuenta que si ese avance se pudo lograr desde aquella época en nuestro país fue gracias a su tradición de laicismo, pues en Chile, donde ha detentado mayor poder el clero católico, el divorcio se autorizó hasta 2004: antes no era posible, para pesadilla de los cónyuges inconformes.

Otro de los mitos conservadores que ocasionaron gran sufrimiento a la humanidad, y en especial a las mujeres, fue el de la virginidad, de acuerdo con el cual se suponía una virtud que una mujer llegara al matrimonio sin haber tenido relaciones sexuales, pues con ella daba testimonio de su pudibundez (con esto se adivinaba también que sería muy mala amante).

A mediados del siglo XX, había publicaciones dedicadas al tema de la virginidad, donde incluso se mencionaban prácticas para simular ese supuesto mérito de las novias de aquellos tiempos. Leemos en uno de éstos que entre esos métodos se contaban cirugías capaces de simular un estado de virginidad en una mujer “a pesar de haber practicado el coito tantas veces como haya querido”, para lo cual también se recurría a lavados vaginales con ciertas sustancias, de tal suerte que “cualquier desgarro o pequeña lesión da lugar a escozores muy fuertes e incluso a inflamaciones dolorosas” y así “el roce del miembro durante el acto de la supuesta desfloración basta para causar una hemorragia más que suficiente para engañar al más avispado…” (Martín de Lucenay, Cómo se conoce y se imita la virginidad, México, 1954).

En las décadas de 1980 y 1990, precisamente en la misma época en que el sexofóbico pontífice Juan Pablo II regía los destinos de la grey católica, en México la derecha avanzaba en su carrera por el poder, y una de sus prioridades era implantar su agenda de represión sexual. Por su parte, con el apoyo directo del Vaticano, los grupos conservadores de México y de otros países de América Latina, intensificaban sus campañas contra el aborto, contra los anticonceptivos y contra la educación sexual.

En Estados Unidos, el puritanismo está muy arraigado en una parte considerable de la sociedad, sector que suele votar por los republicanos y ser partidario de todo tipo de prohibiciones.

En ese país, entre esa gente que suele rezar antes de las comidas y que no falta a las ceremonias religiosas, he llegado a ver mujeres que se pasan todo el día en la playa metidas dentro de unos pants para no enseñar siquiera las piernas ni los brazos, porque hacerlo sería “ofender a Dios”.

En nuestro país, los folletos EVC (El Verdadero Catolicismo) que se distribuyen en los templos católicos siguen idealizando la abstinencia sexual al grado de pregonar que “los solteros deben vivir la castidad en total continencia”, para lo cual, puesto que la Iglesia Católica rechaza incluso la masturbación, los jóvenes sólo pueden contar con “la gracia de Dios”, afirma el sacerdote Pedro Herrasti en la edición 2013 de su folleto La castidad. Una virtud para nuestro tiempo.

El PAN de la censura

A principios de la década de 1990, la llegada del Partido Acción Nacional (PAN) a diferentes gobiernos municipales y estatales fue también la de grupos como Provida y la Unión Nacional de Padres de Familia, y de los llamados alcaldes mochos, cuya prioridad era prohibir todo tipo de espectáculos y expresiones “inmorales”, es decir, de tipo erótico o con referencias sexuales, pues para ellos la moralidad consiste en sentir vergüenza del cuerpo y del deseo.

Por ejemplo, en 1991, la alcaldesa panista de Mérida, Ana Rosa Payán, puso en marcha campañas moralistas con redadas homofóbicas y censura de espectáculos. En 1992, en León, las autoridades municipales, a petición del obispo, prohibieron una conferencia sobre el aborto. En 1994, en Monterrey, legisladores panistas protestaron contra la exhibición de la película La Tarea, y al año siguiente, el regidor panista Gerardo Garza Sada amenazó con prohibir las obras de teatro con contenido erótico. También en 1995, en Guadalajara, Jalisco, el ayuntamiento panista prohibió el uso de minifaldas para las empleadas de una oficina pública. En 1996, el ayuntamiento panista de Aguascalientes trató de censurar unas esculturas de bronce en un hotel por ser “impúdicas”. En 1997, también en Aguascalientes, fue censurada una exposición fotográfica… Los anteriores son sólo unos pocos casos del nutrido anecdotario del moralismo panista que muestran la tónica que siguieron los ayuntamientos y gobiernos estatales del PAN, partido que con el tiempo ha ido perdiendo esos territorios, pero sin perder sus tendencias sexofóbicas.

Apenas en abril de 2012, Paz Gutiérrez, diputada panista, promotora de la abstinencia y enemiga del condón, propuso restringir la publicidad del preservativo en los medios de comunicación (SDP Noticias, 10 de abril de 2012).

Por su parte, el alcalde panista de Mazatlán, Alejandro Higuera Osuna, se ha estado oponiendo a la repartición de condones en el carnaval que cada año tiene lugar en ese puerto pues, según él, esa distribución, con la que se busca evitar las enfermedades de transmisión sexual, es un atentado contra la “moral pública” (www.proceso.com.mx/?p=298440).

*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México

 

 

Fuente: Contralínea 356 / 14-19 octubre de 2013

 

 

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