Opinión

Las “constituyentes feministas” de la Ciudad de México

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Adriana Terán Enríquez*

En la sesión de la Escuela de Verano Feminista del pasado 7 de septiembre, organizada por el grupo Las Constituyentes Cdmx Feminista, se me mostró el rostro de intolerancia que acompaña al adoctrinamiento y a la exclusión en un grupo que hace reuniones de autocomplacencia y no admite, de ningún modo, el pensar de la otra, mucho menos del otro.

Participó la abogada Andrea Medina Rosas con el tema “Género en la exigibilidad de derechos”. Respetuosamente y por escrito, como ahí se estila, solicité la palabra para hacer algún comentario relativo a la ponencia.

Quería expresarle que estaba en desacuerdo con algunos de los puntos que expuso:

  1. En relación con su descalificación total de los ilustrados por no incluir a las mujeres en el nuevo estatus político de ciudadano: quería decirle que el feminismo sólo surge con la plataforma de los principios ilustrados de la modernidad, los cuales fueron defendidos por hombres y mujeres, y que si bien es verdad que nos excluyeron de la igualdad en aquel momento, prepararon, queriéndolo o no, el terreno para el reconocimiento posterior de los Derechos de las Mujeres. En la Edad Media hubiera sido sencillamente imposible. También le hubiera sugerido leer a Nicolás de Condorcet.
  2. En relación con la idea que expuso sobre la inexistencia de imposiciones neoliberales en el movimiento feminista: quería informarle que la categoría epistemológica de género fue propuesta desde la IV Conferencia de Pekín, en 1995, en plena etapa de aplicación de las políticas económicas neoliberales mandatadas desde Washington, por lo que, si bien ha servido para generar cambios en beneficio de las mujeres, es innegable que estas políticas con visión de género tienen una relación con el tipo de gobierno que el capital necesita. “Liberar” a las mujeres equivale en este sentido, desde el siglo XIX a que tengan el mismo “derecho” a ser explotadas que los hombres y a generar un sector de consumo invaluable.
  3. Por último, necesitaba decirle que, contrario a lo que ella enfatizó en relación con la unidad de la política y lo jurídico, el derecho y la política no se deben mezclar, pues el derecho se contamina cuando es usado desde las esferas del poder para legalizar su ejercicio separándose de su esencia de justicia. Y, sólo si podía, aclararle que Juana Inés de Asbaje vivió en el siglo XVII, no en el XIX.

Todo eso le quería decir. Tal vez sí era mucho; pero hubiese procurado hacerlo en un par de minutos para no retrasar el evento. Pero no hablé, no me permitieron decir, me hicieron callar.

Cuando acabó la participación de la ponente y se pasó a la parte de preguntas y respuestas, le dieron mi papeleta con la atenta petición de que me permitiera hacer algunos comentarios puntuales, que serían los que mencioné arriba. Cuando leyó mi petición la licenciada Medina, en vez de concederme la oportunidad de manifestarme, dijo ante la audiencia de modo literal que ella y yo “llevábamos una relación muy intensa”, pues mi esposo había sido acusado de acoso sexual en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), y con nula ética jurídica, comenzó a exponer su punto de vista sesgado sobre un juicio laboral en curso y en el que ella interviene como asesora legal. Por supuesto que la exposición del caso fue deformada a su conveniencia, aunque sí reconoció alguna que otra barbaridad (“por el hecho de no querer disculparse es que fue despedido”). No sabe la señora Medina que una persona con dignidad sólo se disculpa de lo que hizo, nunca de lo que no. ¿De qué habría que pedir perdón?

Luego de la retahíla de mentiras, lo primero de lo que me moría de ganas de decir es que yo con ella no tengo ninguna relación, pues no suelo relacionarme con personas de mala naturaleza. Pero lo que era necesidad apremiante era solicitar mi derecho de réplica ante el caso de mi esposo, pues había hecho alusión directísima a mi persona y a mi familia. Ante mi insistencia, bloqueada por algunas organizadoras, amenazó con irse de la sesión si me dejaban hablar. Yo escuchaba alguna voz que defendía mi derecho a la expresión, pero el resto de las mujeres ahí presentes se unió a la actitud represiva de no escuchar. Comprobé cómo también hay pastoras en los espacios feministas.

¿Qué pretende ocultar Andrea Medina? ¿Por qué no quiere que se sepa la verdad? ¿Su labor de abogada feminista está en juego ante la mentira que encabeza?

Las organizadoras fueron físicamente a intentar persuadirme: una de ellas me decía “este no es el Foro” y yo me preguntaba, pues ¿cuál podrá ser si no éste en que se mencionó mi nombre y el caso que ocupa mi vida desde hace 4 años?

Ella misma decía: “Cuidado porque parece un acoso lo que haces contra la ponente”, y yo pensaba: intentar cuestionar en el espacio destinado a las preguntas y respuestas en una dizque conferencia académica, le parece a este grupo una especie de “acoso”.

También me decían: “éste es nuestro espacio, convoca a tu propio espacio”. Tenía la idea de que ése era un espacio para todas las mujeres de la Ciudad de México, pues se autodenominan “las constituyentes”. Me enteré de ese modo que es el espacio sólo de unas mujeres, y que ahí se dice sólo lo que ellas quieren que se escuche.

Durante la ponencia, Medina continuamente lanzó una pregunta al aire: ¿Qué ciudad queremos?

Y yo, como mujer nacida en esta urbe, le contesto que quiero una ciudad libre de violencia para todas las mujeres, donde se nos respete en todos los ámbitos y tengamos exactamente las mismas oportunidades que los varones. Pero quiero también una ciudad donde impere la verdad, y sea castigada la injusticia, donde quien acuse falsa y vilmente por un interés político o de venganza, no quede en la impunidad, donde también ellos puedan defenderse de una falsa imputación y no los juzgue ningún tribunal especial compuesto por mujeristas para quien sería imposible reconocer que las mujeres también tenemos naturaleza humana, y que podemos mentir. Quiero que mis hijos varones nunca tengan que enfrentar una situación de desigualdad porque una ley indique que si los señala una mujer serán culpables de inmediato. Quiero que gocen de la presunción de inocencia que, también, al igual que el derecho a una vida libre de violencia de las mujeres, es un principio consignado en los tratados internacionales de derechos humanos. Esa es la ciudad que quiero.

No quiero una ciudad en que no haya espacios para el diálogo, en que se excluya al que piensa distinto, en que la sororidad sea sólo parte de un discurso de avanzada pero sin sustento real.

En su disertación la licenciada Andrea Medina usó dos palabras con las que ironizó las críticas al feminismo irracional, pero que la describen a ella a la perfección: “perversa” y “simuladora”, pues usar el conocimiento que tenemos, y montarnos en la lucha por los derechos de las mujeres para perjudicar a alguien en su vida familiar y política sólo por venganza o por interés económico o político, es una vileza que ella encabeza.

Me llamó la atención que luego del evento en el que permanecí hasta el final, algunas asistentes se acercaron a decirme al oído que ellas sí me hubieran querido escuchar; pero “así son éstas”, “es la ley aquí”, “son agresivas”. Incluso una de las organizadoras me abordó amablemente y me externó su preocupación ante la actitud del resto…. me sentí profundamente decepcionada de esas feministas de la Ciudad de México.

Considero que la seriedad de los foros que organiza este grupo debe comprometerse con el intercambio respetuoso de ideas y no con un monólogo que se asemeja más a un adoctrinamiento que a un ejercicio serio de debate en pro de los derechos de las mujeres. Ojalá le llegue este mensaje a las compañeras y estén dispuestas a reflexionar sobre su actitud y darme voz.

Es menester antes, de acabar, reconocer y agradecer a mis queridas estudiantes de la UACM Jennifer y Maritza, quienes pueden dar cuenta de esto que he narrado, y cuya actitud de indignación ante la represión y ante las mentiras que se dijeron de su alma mater, me deja esperanzada de que existen jóvenes mujeres que saben ser sororarias y a la vez pueden distinguir entre lo justo de lo que no lo es.

Adriana Terán Enríquez*

*Doctora en derechos humanos por la Universidad de Salamanca (España); profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]

 

 

 

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