La idea de los latinos haciendo la diferencia durante un proceso electoral en Estados Unidos es aun ahora más un mito que una realidad. Esa comunidad, la mayor minoría del país y que muchos consideran podrá llevar a un presidente a la Casa Blanca tan temprano como a mediados de este siglo, es calificada frecuentemente como un “gigante dormido”, algo cierto pues no votan pese a los intentos de los partidos políticos tradicionales, Republicano y Demócrata, de moverlos a las urnas.
En un artículo de opinión, el diario The New York Times señaló que cada año 800 mil latinos cumplen 18 años y ambos partidos invierten millones de dólares en tratar de entusiasmar a los electores hispanos.
La fuerza de ese sector sería descomunal, ya que 27 millones serán elegibles para acudir a las urnas y previsiblemente los votos se inclinarían por el partido Demócrata atendiendo a que, entre otras cosas, en las políticas del presidente Donald Trump esa porción de personas no tienen preferencias.
El porcentaje de ese sector que sale a votar todavía es mínimo y estudiosos del tema aseguran que su afluencia al proceso electivo apenas sería de 20 puntos porcentuales, menos que el de los afroestadunidenses y los blancos no hispanos.
El análisis de estas proyecciones es complejo, y más cuando la población de esa descendencia está concentrada en estados no competitivos como Texas, California y Nueva York, donde las elecciones están dominadas por uno u otro partido.
Encuestas recientes muestran que en estados competitivos pueden inclinar la balanza en noviembre, pero apenas el 40 por ciento de los hispanos con derecho al voto se registró.
Su sufragio puede hacer la diferencia en Colorado, Arizona, Nevada y Florida, regiones donde el segmento tiene importancia en un contexto general de electores.
En Colorado representan el 14 por ciento de los que tienen derecho a la consulta, en Arizona el 20 por ciento, y en Nevada y Florida rondan el 17 por ciento.
Por ejemplo, en estos cuatro estados el puesto de gobernador es centro de la disputa entre republicanos y demócratas, y en los últimos tres las plazas de senadores federales también lo son.
Analistas y seguidores de estos procesos políticos sostienen que con solamente tres cambios de senadores federales de republicanos a demócratas, los azules dominarán el Senado y, previsiblemente, se establecería un poder capaz de confrontar la política racista y antiinmigrante de la actual administración.
Viendo el voto con proyección de futuro, si se produce la tan esperada sacudida del “gigante”, tras el Censo de 2020, los gobernadores electos en la mayoría de los estados, incluyendo Colorado, Nevada y Florida, tienen poder de veto de la redistribución de los distritos electorales.
En concreto desde ese cargo, tal como hicieron los rojos (republicanos) en pasados ejercicios en las urnas, se puede modificar el mapa electoral para favorecer a su agrupación en futuras elecciones.
Cuando el 6 de noviembre se abran los locales de votación, para algunos un referendo a las políticas de Trump, estarán en juego 35 asientos para el Senado en Washington, las 435 plazas de la Cámara de Representantes y las sillas de 36 gobernadores estatales.
Para controlar la llamada Cámara baja se necesitan 218 representantes (actualmente los republicanos tienen 241 y los demócratas 194) y en el Senado los rojos tienen 51 puestos contra 47 los azules con dos independientes.
De las 50 butacas de gobernadores ahora hay 33 del partido en el gobierno, 16 demócratas y un independiente (Alaska), un escenario muy favorable a los republicanos pero que pudiera variar si hay un voto masivo de castigo por las políticas antiinmigrantes de Trump y otros deslices durante sus primeros dos años de gobierno.
Una mirada atrás muestra que durante el proceso electoral de 2016, cuando el presidente Trump fue electo, entre los hispanos los temas que más preocupaban eran la economía, la salud y el terrorismo, según diversas encuestas, incluido un informe del Pew Research Center.
A 2 años del mandato de Trump –marcado por una intensa política para reducir la inmigración–, sin embargo el asunto migratorio retornó a los primeros tres lugares de las principales preocupaciones de los latinos, reveló una pesquisa de Univisión.
El ejercicio realizado en Arizona, California y Florida, y citado por el diario californiano La Opinión, reveló que en tres de las entidades con mayor número de hispanos en el país la economía es el asunto que más preocupa, seguido por la inmigración y la salud.
No obstante, un reciente análisis del Pew planteó que el tema migratorio se coloca en la séptima posición entre los votantes en general, de una lista liderada por la salud y la economía, los mismos asuntos que preocupan a los latinos.
El sondeo forma parte de la campaña “Sé la diferencia, vota”, de sectores que impulsan promover la participación en las elecciones del 6 de noviembre, que permitirá la renovación del Congreso federal, además de elección de gobernadores y congresos locales.
Usualmente en las elecciones de medio término, los votantes salen menos a sufragar que cuando hay un proceso presidencial, lo que obliga a los aspirantes a cargos electivos a intensificar sus campañas.
Diferentes organizaciones hispanas insisten con sus miembros en la importancia de votar, pues para ellos está claro que si uno no elige, otras personas tomarán decisiones.
En este ejercicio que está por llegar hay desafíos y temas puntuales que deben decidir la inclinación de la balanza.
A favor de los republicanos está que el índice de desempleo del país se situó en 3.7 por ciento, el más bajo en casi 50 años, según los datos recientes del Departamento de Trabajo.
Este guarismo será todo un reto para los demócratas en su afán de alcanzar el control del Poder Legislativo con el apoyo de los latinos, quienes estarían obligados a mostrar su músculo en distritos electorales claves.
Al respecto, un estudio de la Universidad de California (UC) Davis, elaborado por el Proyecto de Participación Cívica de California (CCEP) pronostica que por su crecimiento, el voto latino influirá en distritos claves para las elecciones de medio término de noviembre próximo en Estados Unidos.
En el reporte se estudiaron cifras de votación de las elecciones presidenciales de 2016, cuando el número de latinos votantes aumentó 13 por ciento con relación a 2012, alcanzando un récord cercano a los 13 millones de boletas, apenas la mitad de los que tienen ese derecho.
Tal vez los próximos comicios sean el escenario donde los que aun hablan la lengua de Cervantes muestren su potencial para los próximos años, ya que el 60 por ciento de sus integrantes tienen una edad menor de 35 años.
Pero, hoy aun es un hecho que “deben ser movilizados no solamente para registrarse sino para votar”, señala el reporte.
Según ese estudio, constituyen el 17.8 por ciento del total de la población de Estados Unidos y ascienden a 57.4 millones de personas, no obstante su fuerza debe dejar de ser un mito y convertirse en una realidad que les facilite poder defender sus intereses.
Luis Beatón/Prensa Latina
[OPINIÓN][ARTÍCULO]
En los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, la llamada bonanza petrolera se esfumó.…
El tracoma es la principal causa de ceguera en Kenia. Debido a las características, esta…
Tras una temporada de incendios forestales, la economía boliviana presenta una crisis en la producción…
Luego de que el Partido del Trabajo (PT) presentó una iniciativa para reformar la Ley…
El registro para el programa Jóvenes Construyendo el Futuro comienza el 1 de diciembre, para…
Los organismos autónomos se crearon “para evitar que las empresas del Estado, particularmente Pemex [Petróleos…
Esta web usa cookies.