Hace varios años, en la década de 1980, los estudiantes de la Normal Superior de México –ubicada en la avenida San Cosme– habían tomado acciones muy severas en contra de la política educativa del gobierno mexicano. Esas acciones iban subiendo de tono, al tiempo que eran amenazados con que se cerraría su escuela. Aunque no había una razón válida para desaparecerla (es más, su ubicación se constituía en una fortaleza y en una estrategia que les redituaba éxitos a los estudiantes), alguien encontró una justificación inesperada: las instalaciones fueron clausuradas y con ello se eliminó ese foco rojo de inconformidad.
Esa “justificación” no fue el bajo nivel académico ni las movilizaciones de los estudiantes, porque ahí no había argumentos. El secretario de Gobernación en ese entonces, Jesús Reyes Heroles –un genio político priísta–, encontró el pretexto: inventó que las instalaciones de la Normal Superior eran afectadas por la falla de San Andrés. Dado que la Ciudad de México se ubica en una zona sísmica, el argumento funcionó y la Normal Superior desapareció de San Cosme, aunque hasta ahora sus instalaciones siguen en pie.
Todo esto viene a cuento porque hoy, el secretario de Hacienda y Crédito Público también encontró una “justificación” de ese tipo para “explicar” la inflación que padece México. El funcionario declaró que la inflación que vive el país y que, según los datos publicados llegó a 6.44 por ciento –la más alta en muchos años–, es culpa de los fenómenos climáticos. Ahora no le echa la culpa a la falla de San Andrés sino a los jitomates, que son producidos por temporada. José Antonio Meade expresó que “si se elimina la evolución extraordinaria del precio del jitomate y de la papa, la inflación hubiera sido casi 30 puntos menos; estaría cerca de 6 y 6.08 por ciento, es decir menor al mes anterior”. Estaría bien que hiciera el mismo ejercicio eliminando los aumentos a las gasolinas, el aumento al gas, a las tarifas eléctricas y a otros cuya decisión es del gobierno y no del clima, para ver cuánto bajaría la inflación.
Todos los productos del campo dependen del alza de los precios si la producción es buena o mala. Pero así ha sido toda la vida; es más, es una ley de la oferta y la demanda. Productos abundantes son más baratos, productos escasos son caros.
A ver señor Meade, la inflación se mide por una canasta básica de la cual se obtiene una muestra de 80 productos, con la que se mide quincenalmente el proceso inflacionario. Estos productos son los de mayor consumo básico de la población. Por lo tanto, no mide todo lo que compramos los consumidores y es lógico pensarlo desde el punto de vista de la teoría económica: no sería posible medir la totalidad de productos que se comercian en el mercado. En este sentido, la medición de la inflación es una referencia, no una realidad.
De lo que se olvida o desconoce el señor Meade es que dentro de la inflación existe el concepto de inflación subyacente, que es la que mide los productos cíclicos o de temporada, como son los pobres jitomatitos. Si la quitamos, queda una inflación que mediría sólo los productos que no son afectados por el clima y los periodos de cosecha. El problema es que no los podemos quitar del consumo y por ello hay que medirlos. El funcionario no toma en cuenta que cuando la cosecha es abundante, el kilo de jitomate baja y origina que la inflación no suba; a lo mejor no baja porque habrá otros productos de temporada que se comporten en forma inversa.
Ésta es una cuestión importante, porque quizá el jitomate sube pero la cebolla baja y entonces existe una compensación en los precios. Por ejemplo, hay productos que son caros todo el tiempo, como el aguacate, las uvas, las fresas, zarzamoras, etcétera, pero en la lógica de la inflación éstos se consideran que no son de consumo generalizado. En la pobreza alimentaria, en donde se ubican más de 20 millones de mexicanos, los jitomates sólo los conocen porque los ven en los mercados, pero difícilmente los consumirán.
Es una explicación cómo los productos de temporada afectan a la inflación. Señor Meade, estaría bien que propusiera una iniciativa para prohibir los cambios climáticos y en la exposición de motivos debería contemplar que el objetivo principal sería controlar el proceso inflacionario. El problema es que no sólo son los climas, también hay que considerar la cuestión biológica de las plantas y las temporadas en que se producen.
En la gastronomía mexicana y mundial, el jitomate y la papa se constituyen en ingredientes imprescindibles para los diferentes platillos que se hacen y que se consumen a grandes niveles. Hay que imaginarse comer unos suculentos tacos al pastor sin salsa, porque Meade dijo que los jitomates son inflacionarios. ¡Condenados jitomates, hay que aplicarles la ley del hielo porque están a punto de desbarrancar a la pujante economía mexicana!
Ahora sí hay que aplicarles lo que decía un comercial: “Estaban los tomatitos muy contentitos, cuando llegó el verdugo [Meade] a hacerlos jugo”. Hay que borrarlos de la economía porque son unos malvados y han superado las capacidades del gobierno para controlar la inflación. Esto es un atentado.
La desafortunada declaración del secretario de Hacienda es para tratar de desinformar a la población, como lo ha hecho el gobierno toda la vida, y ocultar que el aumento de la inflación más bien se debe a las malas políticas gubernamentales, como fue el gasolinazo, el aumento del gas, en algunos meses el aumento en tarifas eléctricas y el no llevar una buena regulación económica, que es facultad exclusiva del gobierno.
La declaración de Meade no sólo es una ofensa al sentido común, también es un atentado contra la inteligencia. Por eso ya no es extraño que el presidente en su época de candidato presidencia no supo qué libros había leído.
Estaría bien que el señor Enrique Peña Nieto hiciera obligatorio que en su administración se impartiera un curso de economía a sus colaboradores, con especialidad en inflación, además de otros conceptos que parecen no entender. Claro, él mismo debería ser alumno para que reprobara como ya le pasó con la investidura presidencial.
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