Categorías: Opinión

Los pilares del narcotráfico

Publicado por
Guillermo Garduño Valero

Lo peor es mirar y avanzar hacia el vacío sin detenerse…

Francisco Valero Becerra (Poema)

¿Sobre qué bases descansa el narcotráfico? La pregunta no es casual pues en el presente constituye la primera amenaza a la seguridad mundial y es, por tanto, un fenómeno global y no doméstico. Entenderlo en esta dimensión supone reconocer las complejas redes que lo impulsan y que tienen su inicio en áreas casi inaccesibles de montañas y selvas donde se produce la goma de opio a partir de los bulbos de amapola, y dentro de los derivados de este alcaloide estaría la morfina, teniendo otro derivado adicional que sería la heroína, pero también estarían otros cultivos como la marihuana y el hachís. Otro caso es la pasta de coca elaborada bajo un complejo sistema de secado de sus hojas que mediante el uso de precursores en laboratorios clandestinos deriva en cocaína y crack (cocaína en piedra); a los que hay que añadir los resultantes de síntesis química, como sería el caso de los sicotrópicos conocidos como anfetaminas y metanfetaminas.

Los efectos de cada uno de estos estupefacientes son diversos, pues algunos actúan como estimulantes, otros son depresivos y los hay con efectos alucinógenos, siendo altamente adictivos, por lo que los usuarios quedan sometidos emocional y fisiológicamente a estas drogas. La pregunta base estaría dada por saber ¿bajo qué condiciones el sujeto se vuelve propenso a las adicciones y qué tanto estaría en el ámbito de su voluntad superarlas?

A esta primera fase de elaboración y uso del producto surge otra que va dirigida a colocar la producción hacia su destino. Es ahí donde la droga es empaquetada y colocada en tránsito por los mal llamados cárteles, que son los dueños de las rutas que le dan valor agregado a la droga, por lo que ésta irá aumentando de precio de acuerdo a la proximidad de los mercados de mayor capacidad de consumo, proyectando el kilo de cocaína de un valor inicial de 2 mil 500 dólares ya procesada a poco más de 130 mil dólares al menudeo, en el mercado estadunidense o europeo. De hecho ningún producto tiene tan baja inversión inicial y tal nivel de utilidad frente al consumidor.

Para completar el circuito del tráfico, estaría la pulverización de la distribución, donde existen acuerdos entre las diferentes bandas delictivas en cuanto a territorio y clientela, a las que se suman los promotores para inducir a la adicción, que ya están presentes en nuestra sociedad y que operan a partir de introducir entre los miembros de la estructura familiar; en los barrios y en puestos fijos, como las “tienditas”; semifijos como el llamado por celular, y móviles que operan en forma abierta; lo que posibilita diversidad de riesgos, pero garantiza el flujo de la droga a los consumidores.

Todo lo anterior sería imposible sin la estrecha vinculación del crimen organizado en materias tales como comercio de armas, lo cual le da una extraordinaria capacidad de fuego, a lo que se añade la corrupción del sistema policiaco en todos sus niveles, de mandos militares y de aduanas de todos los países y la participación activa de gobiernos, partidos, clase política y núcleos sociales, que están directa o indirectamente vinculados al narcotráfico, lo que hoy en día es inocultable.

El punto de remate es el circuito financiero que plantea el lavado de dinero, que opera a través de la banca internacional y que posibilita mediante complejas ingenierías financieras legalizar el dinero como si fuera resultante de negocios abiertos y transparentes. Resulta increíble que, cuando quedan al descubierto los vínculos entre estas “respetables” instituciones con el narco, se procede contra empleados menores cuyas firmas aparecen como las únicas que respaldan estos hechos delictivos, desvinculándolas de los grandes negocios y de la cúspide del dinero que se mantiene hoy en día intocada, a pesar de los considerables fraudes que se han visto ventilados en los últimos tiempos.

La complejidad del problema es evidente en la semblanza que se ha ofrecido anteriormente, por lo que la estrategia para su combate efectivo descansaría en una mirada integral y no simplificante, pues las tesis más conocidas de solución serían las siguientes:

Legalización a partir de transformarla de un problema de mercado de relación oferta y demanda a un problema de salud pública, que la reorientara hacia la construcción de un sistema sanitario paralelo para su desarticulación. Lo que descuida ese planteamiento es que, dada la magnitud del problema, construir un sistema de esta naturaleza sería más costoso que el presupuesto dedicado hoy en día a bienestar social, pues recordemos que si en 24 horas los millones de usuarios no reciben su dosis entrarían en estado de ansiedad donde todo el sistema de salud sería insuficiente para darles atención.

La segunda línea es la depuración de las fuerzas policiacas y militares insertas en el narcotráfico, apoyadas bajo un sistema de inteligencia y contrainteligencia para penetrar a estos grupos en su interior, estimular sus diferencias y someterlos a luchas intestinas como ha ocurrido hasta ahora. El problema sigue vigente, pues esta situación es la que ha derivado, a partir de la fuga propiciada del Chapo Guzmán, que las calles de las ciudades fronterizas sean hoy en día verdaderos campos de batalla.

La tercera opción supone afectarlos económicamente mediante la expropiación de sus bienes, lo que sin duda no garantiza que los funcionarios de las administraciones no se apoderen de ellos o los dejen inútiles por largo tiempo sin beneficio alguno, pues liquidarían fuentes de empleo y no se podría medir el impacto en todo el flujo económico internacional y nacional que generaría, por lo que este riesgo no parece ser encarado por nadie.

La cuarta opción es combatirla militarmente como hasta ahora y la resultante es la barbarie, pues de poder a poder la lucha entre actores estatales y no estatales no ha advertido la afirmación de Sun Tzu, quien hace 3 mil años afirmaba: “Cuando dos fuerzas se enfrentan en una lucha prolongada, ambas terminan en la ruina”. A partir de ello, al desangrar los recursos del Estado, la sociedad terminaría arruinada, y el aparato político y policiaco, enriquecido.

La quinta posición es el restablecimiento del estatus anterior mediante el retorno a los acuerdos con las fracciones del narcotráfico, que demostraban capacidad de operatividad y control, afectando únicamente a la oferta marginal y a los grupos que estuvieran creando excedentes que pudieran afectar los precios en el mercado de distribución, creando complicidades mediante las cuales se posibilitó abrir a la circulación a los capos de las mafias, entregándoles a su retiro sectores completos de la economía para su usufructo e inversión. De este acuerdo participaron desde las narcoguerrillas de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), hasta grupos de todo signo.

Finalmente, todas las opciones marcan en diferentes direcciones, pero por sí mismas no eliminan al narcotráfico. Al final queda reducido todo a una ley física que sustenta que “lo que resiste apoya”. Pensar ingenuamente que al legalizar la droga los sicarios se quedarían sin empleo, con arsenales de armamento, es llegar a la estupidez, pues se multiplicarán otro tipo de delitos de manera exponencial. Creer que a balazos se va a llegar a ganar la guerra al narcotráfico es tan sólo avizorar una victoria pírrica, donde el costo del triunfo es equivalente al fracaso. Afectar los circuitos financieros sin considerar las consecuencias terminaría arruinando economías completas, y seguir pensando en volver al pasado priista de “no pasa nada y todo se vale mientras entreguen su cuota”, es suicida para el Estado.

Quizá todos tienen una parte de la solución, pero sin una visión que lo enfoque de una manera integral, bajo un acuerdo multinacional, financiero, militar, de salud pública, social y humano, la solución estará lejos de consolidarse y la agudización del fenómeno traerá vastas consecuencias. De hecho, hay que reconocer que los pilares sobre los que descansa el narcotráfico están articulados al modelo civilizatorio del capitalismo, del poscapitalismo y del socialismo real que aún subsiste; modificarlos supone crear un modelo social y económico alternativo, donde la libertad y no el control social, la democracia participativa y no el autoritarismo, y la visión de seguridad colectiva y no la reducción de los valores a la oferta y la demanda sean los que predominen.

*Doctor en sociología por la UNAM, especialista en América Latina por la Universidad de Pittsburgh y experto en seguridad nacional y fuerzas armadas

gavg@xanum.uam.mx

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