Desde hace años hay una campaña de promoción de “valores” en México. Es muy bien vista por la mayoría de la gente, pues supuestamente busca un mejoramiento en las relaciones sociales.
El gobierno federal, con la Secretaría de Educación Pública al frente, y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que dirige Elba Esther Gordillo, están en campaña permanente a favor de esos “valores”.
Sin embargo, la promoción de estos “valores” es parte de la estrategia para la integración de México al dominio de los Estados Unidos. Se trata, en principio, de imponer la ideología del imperio.
Precisamente fueron los imperialistas ingleses y estadunidenses quienes comenzaron con la divulgación de sus ideas e intereses bajo una forma “aceptable”, para imponer su propia cultura a los pueblos colonizados (y, hoy en día, neocolonizados).
Ellos parten de la idea racista de la superioridad del hombre blanco y de sus valores sobre los pueblos “atrasados”, “salvajes”, “sin cultura”. Por eso se autodesignan la “misión” de dar cultura a esos pueblos “ignorantes” y de introducirles sus “valores”. A quienes no los aceptan, les hacen la guerra a sangre y fuego. Esta guerra es justificada ante su propio pueblo, como si fuera en defensa de su seguridad, de la civilización y hasta de la paz.
Así, en el lenguaje colonial dominar un pueblo se llama “pacificarlo”. Actualmente la Organización de las Naciones Unidas, con sus “misiones de paz”, invade países –como sucedió con Haití, a cuyos ciudadanos presentan como “salvajes” e “ingobernables”–. Y ese mismo plan siniestro está en marcha contra México.
Durante la Colonia se impuso la religión cristiana a sangre y fuego y se ejecutó a quien no adoptara la cultura europea. En México, y en todos los dominios españoles, la inquisición se encargaba de quemar vivos a los “herejes” que mantenían sus tradiciones, idioma y religión.
Por ejemplo, fray Juan de Zumárraga, el primer obispo y arzobispo de la Nueva España, nacido en Vizcaya, ejerció el cargo de inquisidor para imponer las ideas, cultura y religión a los indígenas; promovió la tristemente célebre ejecución de don Carlos Ometochtli, un dirigente texcocano, hijo de Nezahualpilli y nieto de Nezahualcóyotl, quien fue quemado en la hoguera bajo acusaciones de idolatría y amancebamiento. Se le asesinó el 30 de noviembre de 1539. Además, Zumárraga fundó el Colegio de Santiago Tlatelolco para aculturizar a los indígenas y para que éstos escribieran en náhuatl la versión española de la invasión a nuestras tierras. Con ello pretendían justificar esta criminal ocupación y el genocidio, además de difundir la falsa historia que promovió Hernán Cortés y que se convirtió en historia oficial.
Hoy a los disidentes no los queman vivos; primero los satanizan en los medios de comunicación y luego les dan muerte civil, aislándolos y neutralizándolos. O, de plano, los ejecutan, en una supuesta acción defensiva. Incluso pueden morir “en un accidente”. Actualmente, los imperialistas ya no pueden imponer una sola religión. Entonces imponen sus “valores”, buscando que los pueblos se sometan a ellos. En la Colonia, los ingleses exigían a sus colonizados “speak white” (comportarse como blancos). Hoy exigen que se adopten sus “valores” que se presentan como “universales” y que quieren que prevalezcan en todo el mundo.
Con la promoción de sus valores, los imperialistas angloamericanos quieren imponer su concepción del mundo; en primer lugar, el individualismo. Para ellos la “libertad individual” es la ley suprema. Pero con la doble moral que caracteriza a los colonizadores y neocolonizadores: ellos piensan en la libertad de los grandes empresarios para aprovecharse del trabajo y los recursos de todo el mundo, pero no piensan en una libertad para que el pueblo trabajador tenga una vida digna y plena. Los derechos de la clase obrera, individuales y colectivos, les importan nada. La lucha del imperio es por una “libertad” hueca, aquella que les posibilita a los poderosos actuar a su antojo y en contra de los derechos individuales y colectivos de los pueblos.
Ellos promueven también el valor de la “unidad nacional”, entendida como unidad alrededor de la clase dominante. Se trata de una “unidad” para que el pueblo se una a su gobierno cuando realiza ataques imperialistas contra otras naciones. Obama, al asumir el poder, habló de la defensa de valores como “la libertad individual y la unidad nacional”. Envueltos en el patrioterismo, los imperialistas estadunidenses han invadido Irak y Afganistán; han bombardeado Pakistán, Yemen y Libia. Y ahora avanzan en la injerencia directa y el control militar de México. Ante estos odiosos ataques ellos no aceptan otra disyuntiva más la que expresó abiertamente George W Bush: están “con nosotros o contra nosotros”.
También impulsan el valor de la “igualdad y la equidad”, siempre y cuando se sometan todos a sus planes y designios. Porque si no te sometes, eres un peligro para la “seguridad” y te criminalizan. Eres igual, siempre y cuando bailes al son que te tocan los poderosos.
Con su doble moral, predican la “paz”, la “democracia”, la “libertad”, los “derechos humanos”, la defensa del “mundo libre”. Pero el sistema que ellos llaman “democrático”, el “sistema de partidos”, no es más que la cruel dictadura del gran capital. El colmo es que pretendan criticar la “violación de derechos humanos” no que ellos cometen, sino la de cualquier régimen distinto que no acepte el sistema político que quieren imponer. Así, atacan a países como Cuba, China, Venezuela, simplemente porque ahí el pueblo se ha dado un sistema diferente. Y en ese punto, el de la defensa de “valores universales”, ellos no son tolerantes para nada. Hacen la guerra, torturan, reprimen y encarcelan a quienes luchan por sus derechos y su soberanía.
Ellos, como seres superiores, predican la “tolerancia” hacia los pueblos oprimidos y las minorías (homosexuales, lesbianas, discapacitados, migrantes). Pero en la práctica los atacan todo el tiempo.
Elba Esther Gordillo fue a Puebla el 8 de abril a darle el espaldarazo a su pupilo Rafael Moreno Valle. Habló de “rescatar valores”. Días después, el pasado 10 de mayo, Moreno Valle inauguró ahí, junto con Keith W Mines, director general de la Iniciativa Mérida, una base militar que será conducida por los yanquis: la Oficina Federal de Investigación (FBI, por su sigla en inglés), la Migra (Immigration and Customs Enforcement, ICE), el Servicio de Inteligencia Criminal Naval (NCIS, por su sigla en inglés) y otros, en la zona de los Encinos, en San Salvador Chachapa. Con ello se viola la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los derechos del pueblo de México y la soberanía nacional.
El 11 de octubre de 2010, Felipe Calderón resaltó el valor de la tolerancia y de la pluralidad política: “La diversidad étnica, religiosa, cultural, política que tanto enriquece a nuestro país, lejos de ser un lastre para nuestra convivencia, es un auténtico motivo de orgullo nacional y de avance de nuestra sociedad.
“Se pueden tener diferencias, discrepancias, divergencias, pero nunca hacerlas desde una perspectiva del odio. Nunca desde una perspectiva que implique la eliminación de quien piense diferente”, afirmó Calderón. Es decir que es un “valor”, permitir permanentemente que nos ataquen, violen las leyes, repriman al pueblo.
Otro “valor” que promueven es el de la “cultura de la legalidad”, para que aceptemos sus dictados y obedezcamos a los jueces y tribunales corruptos que dicen defender el estado de derecho, cuando en realidad lo que vivimos es la ley del más fuerte. Y ahora quieren que cuando el pueblo esté en condiciones de vencer, les permitamos seguir actuando aunque piensen “diferente”.
Y sí es cierto que piensan “diferente”, pero no sólo eso, piensan en imponer el dominio inhumano e ilegal y fascista de las grandes corporaciones y su imperio. Por eso es necesario luchar para eliminar los intereses de los grandes monopolios sobre el pueblo, que no tienen respeto alguno ni siquiera por la vida de sus trabajadores.
Ahí tenemos a los mexicanos asesinados en la frontera por los agentes de la Border Patrol; las siete mujeres quemadas vivas en la tienda Coopel, de Culiacán; los 65 mineros muertos en Pasta de Conchos; los 14 que perecieron en Sabines; los 49 niños muertos en el incendio criminal de la Guardería ABC, en Hermosillo. Tantas muertes impunes sin castigo para los que las provocaron.
Y mientras nos tienen dominados, quieren que aceptemos los “valores universales” para trabajarles bien en su interés: puntualidad, cultura de hacer bien las cosas, responsabilidad, honradez, solidaridad y tolerancia ante la diversidad. Como dijo el pasado 1 de abril, el secretario de Educación Pública y precandidato del Partido Acción Nacional a la Presidencia de la República, Alonso Lujambio Irazábal: se deben de “poner de moda los valores”.
Ellos se adornan con “valores” que son los primeros en pisotear. Y luego le piden al pueblo que sea “tolerante”; que mientras sea esclavo asalariado de las grandes corporaciones sea puntual, honrado y solidario con sus patrones.
El gobierno promueve la “solidaridad” ante un desastre o ante la miseria y la pésima y carísima atención de la salud de la población, para que sea el mismo pueblo el que con sus recursos –y a través de fundaciones de la iniciativa privada–, apoye a los desgraciados; en vez de que el gobierno cumpla con su obligación de atender debidamente las necesidades de un pueblo al que carga de impuestos. ¡Tenemos derechos! Y el gobierno debe garantizarlos, pues es su función.
De modo que en éste tema de los “valores”, debemos de ser conscientes de que no existen “valores universales”, sino una lucha entre un pueblo que exige sus derechos, las naciones que luchan por su soberanía y las grandes corporaciones y sus gobiernos imperialistas que quieren imponer su dictado, su ley y también su cultura, para someternos mental y espiritualmente; y, con ello, justificar su saqueo, crímenes y la violación de todas las leyes internacionales y nacionales que se han alcanzado tras siglos de lucha por los pueblos del mundo.
*Politólogo; vocero del Congreso de la Soberanía y dirigente de Meexteki
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