De entre los pocos asistentes, dos que tres (pues las mesas se vieron vacías y dos parejas bailando en la pista), que aparecieron en el video que subió a las redes alguno de los invitados, estaba Enrique Peña Nieto con su cuñada y su novia; estaba bailando muy quitado de la pena, como que sabe que tiene impunidad si es que, como no se cansa de afirmar y reafirmar López Obrador: contra los últimos expresidentes entre los que podemos contar a Fox, Calderón y Peña, absolutamente nada se hará, ya que con el pasado no habrá ajuste de cuentas. Esto con todo y que hay un expediente de más de 400 páginas, acreditando la presunta corrupción de Chente cuando vivió en Los Pinos y mandó hacer sus cabañas.
Esas “chozas” fueron habilitadas para su uso con muebles de lujo que, tras su sexenio, misteriosamente desaparecieron. Así como también desaparecieron los miles de cuadros de pinturas de firmas conocidas y que nadie supo nadie sabe dónde quedaron. El asunto es que una vez más el presidente en funciones confirmó sus dichos de que nada se hará contra el pasado si se trata de los expresidentes: Salinas (éste ya declarado oficialmente como residente de Gran Bretaña); Zedillo, Fox, Calderón y Peña, salvo –dijo– que en una consulta a mano alzada el pueblo se lo pida.
Por lo pronto, Peña anda desatado con su novia potosina y aceptó ser el padrino de una pariente de esa novia; acto que celebraron con una fiesta de muy pocos asistentes, donde como en la melodía Sergio el bailador, danto traspiés, bailó con su cuñada y luego con su novia. A Peña se le veía muy quitado de la pena e importándole un bledo la suerte de su excolaborador Emilio Lozoya y quien, dicen, ya está a cobijo estadunidense con protección a cambio de que suelte todo lo que sabe del peñismo. Por eso asegura su abogado que no podrá ser encontrado por los integrantes de la Fiscalía de Gertz Manero.
Ni siquiera pensó Lozoya en acatar las condiciones de los amparos y puso pies en polvorosa a la sombra de Trump, para que a cambio de que lo protejan de la justicia mexicana les cuente santo y seña de lo que sabe como parte de la corrupción de la que ha sido acusado. Y mientras esto pasa, Peña anda muy alegre en el baile que, algunos aseguran es ya la antesala de su matrimonio, el tercero; como aquello de que la “tercera es la vencida”. Y demostrando que tiene cuerda para rato lo captaron bailando, como en sus mejores tiempos mexiquenses cuando daba rienda suelta a sus amoríos, según lo que nos cuenta el reportero Alberto Tavira en su libro Las mujeres de Peña Nieto, (Océano, 2012).
Lozoya fugitivo y Peña bailador. Así que éste es el panorama que no le pinta muy bien al primero. Por lo que el júnior Emilio mejor se asiló como inmigrante, a cambio de soltar lo que sabe de Videgaray, Peña, Coldwell y muchos otros peñistas que se enriquecieron alrededor de Petróleos Mexicanos (Pemex) y lo dejaron en la quiebra; a tal grado que esa empresa es la que se convirtió en un ancla de la recesión; es decir, el casi nulo crecimiento económico y que López Obrador ya no sabe qué hacer para salvar. Peña sabe que él no será presentado ante los tribunales mexicanos y muchísimo menos estadunidenses, pues compró la impunidad que le permite lucirse bailando como trompo chillador.
Álvaro Cepeda Neri
[OPINIÓN] [CONTRAPODER]
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