Como si estuviera planeado, el mismo día que el general John Kelly, secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, visitó al presidente Enrique Peña, la Frontera Norte de México se convulsionó por una violenta jornada.
[bctt tweet=”Ya no son 9, sino 20 las principales organizaciones criminales que controlan el narco en México @Nancy_Contra” via=”no”]
Y es que ese 5 de julio, supuestos integrantes del Cártel de Sinaloa y la organización criminal La Línea se enfrentaron en Chihuahua durante horas y dejaron como saldo 15 personas ejecutadas.
Kelly había venido precisamente a dialogar con el presidente Peña y otros representantes del gobierno mexicano sobre la seguridad hemisférica. En particular, sobre la que más le interesa a Estados Unidos: la seguridad fronteriza. La escena de Chihuahua de ese mismo día es reflejo de una de las peores crisis humanitarias en la historia reciente de México, algo que le debió quedar claro al secretario estadunidense.
De la inseguridad mexicana, por cierto, Estados Unidos tiene mucha responsabilidad, pues gracias a su financiamiento (recuérdese la Iniciativa Mérida, pactada desde el gobierno del panista Felipe Calderón para “legitimar” su espurio gobierno) se ha recrudecido la violencia a lo largo y ancho del país.
Los 2.6 mil millones de dólares dados en armamento y equipo militar, capacitación y demás “asistencia” de Estados Unidos a la guerra contra el narcotráfico de nada han servido para acabar con ese negocio. Por el contrario, el crimen organizado explota nuevas “áreas de oportunidad” delictiva en un clima de terror para el resto de la sociedad.
Pero nada de esto es desconocido para los patrocinadores de la guerra contra el narco. El Congressional Research Service de Estados Unidos publicó recientemente su análisis Mexico: organized crime and drug trafficking organizations 2017, en el que da cuenta del desastre de esta política pública.
Según el informe, es altamente probable que ya no sean nueve las principales organizaciones criminales que controlan el narcotráfico en México. Ahora, indica, podrían ser hasta 20 grandes cárteles que no sólo mueven droga, sino que manejan células criminales y pandillas dedicadas a otros ilícitos, como la extorsión, el secuestro y el robo de combustibles.
El análisis destaca que las organizaciones mexicanas de tráfico de drogas han estado en constante flujo. “En 2006 había cuatro cárteles dominantes: Tijuana, Arellano Félix, Sinaloa, Juárez –Vicente Carillo Fuentes– y Golfo. Desde entonces, las grandes organizaciones más estables se han fracturado”.
Agrega que posteriormente “la DEA [Agencia Antidrogas] identificó como dominantes a Sinaloa, Los Zetas, Tijuana, Juárez, Beltrán Leyva, Golfo y La Familia Michoacana”.
El informe indica que estas siete organizaciones se fragmentaron y llegaron a ser nueve, incluidos los Caballeros Templarios y el Cártel Jalisco Nueva Generación. Pero ahora, detalla, podrían ser hasta 20 las organizaciones importantes.
“Nuevos grupos de delincuencia han surgido desde que inició el gobierno de Enrique Peña Nieto, en diciembre de 2012, quien se ha enfrentado a una situación delictiva cada vez más compleja.”
Los grandes cárteles y los nuevos grupos delictivos “han promovido su expansión en actividades ilícitas, como la extorsión, el secuestro por rescate y el robo de combustibles, lo que plantea un desafío para el gobierno del presidente Peña Nieto”, apunta.
Hasta ahora, el gobierno mexicano reconoce que en el país operan nueve, y no 20, grandes cárteles de la droga, de los cuales se desprenden otras 36 organizaciones criminales, a las que denomina células o pandillas según sus características. Los nueve son: Sinaloa, Los Zetas, Tijuana, Juárez, Beltrán Leyva, Golfo, La Familia Michoacana, Caballeros Templarios y Jalisco Nueva Generación.
En el caso de Chihuahua, que sufrió el enfrentamiento que coincidió con la visita del general Kelly, la información de la Procuraduría General de la República (PGR) indica que operan ocho grupos criminales –dos de ellos, dominantes– que se disputan el control territorial, el mercado local de drogas y el paso a Estados Unidos.
Según el oficio PGR/UTAG/00799/2017, en la entidad que gobierna el panista Javier Corral Jurado se enfrentan dos grandes cárteles: el de Sinaloa y el de los Carrillo Fuentes. De éstos se desprenden otras seis células y pandillas consideradas altamente violentas.
Con el Cártel de Sinaloa, también conocido como del Pacífico, están aliados Gente Nueva, Los Cabrera, y las pandillas de Los Artistas Asesinos y Los Mexicles; mientras que los Carrillo Fuentes controlan a La Línea –que según las autoridades de Chihuahua se habría enfrentado al Cártel de Sinaloa el pasado 5 de julio– y la pandilla de Los Aztecas.
El reporte del Congressional Research Service refiere que “la estabilidad de México es de suma importancia para Estados Unidos, y la naturaleza e intensidad de la violencia ha sido motivo de especial preocupación para el Congreso [estadunidense], pues México comparte una frontera de casi 2 mil millas con Estados Unidos, y los dos países tienen estrechos vínculos comerciales, culturales y demográficos”.
Sin embargo, la preocupación no es tanto porque consideren a México “socio estratégico” y “vecino cercano”, sino sobre todo porque temen que “la violencia se ‘derrame’ a los estados fronterizos de Estados Unidos (o incluso más adentro) a pesar de que se han reforzado las medidas de seguridad”.
El servicio de investigación del Congreso estadunidense destaca que “la brutal violencia relacionada con el narcotráfico en México ha sido dramáticamente marcada por decapitaciones, ahorcamiento público de cadáveres [los colgados en puentes, por ejemplo], coches bomba [sic] y asesinatos de decenas de periodistas y funcionarios gubernamentales. Más allá de estos crímenes, la violencia se ha extendido de la frontera con Estados Unidos al interior de México, ardiendo en los estados del Pacífico –Michoacán y Guerrero– y en los estados fronterizos de Tamaulipas, Chihuahua y Baja California”.
Agrega que, entre 2009 y 2011, “en las ciudades de Tijuana [Baja California] y Juárez [Chihuahua] la violencia aumentó a niveles de zonas de guerra”. Pero, por si los estadunidenses aún no lo notan, zona de guerra es todo México, lamentablemente para nosotros, que vivimos y sufrimos este país.
Nancy Flores
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