…luego la gente cree que uno sale por gusto, pero no, de por sí uno
sale porque aquí ya no hay nada. El gobierno ya no apoya y el producto [de la cosecha agrícola] ya no vale; de a tiro estamos bien amolados.
De por sí uno sabe que allá en el Norte lo van a maltratar y a explotar
a uno, pero ¿qué se le va a hacer? Ni modo de quedarse a pasar
hambre
Testimonio de un campesino-indígena migrante, junio 2010
Está duro vivir así, con tanta carencia, y más si uno ya tiene familia y piensa lo que va a venir pa’ sus hijos. Aquí ya no hay mucho que hacer, la tierra ya no da más que para comer un poco, y luego las cosas están muy caras, pura crisis. Ya no hay apoyo ni nada, como que se olvidaron de nosotros de una vez. Ni modo, no queda de otra más que jalar pa’ la frontera y buscarle. Hacer unos centavos pa’ mandar acá y seguirle ahí como se pueda
Testimonio de un joven migrante, diciembre 2011
La migración contemporánea de campesinos mexicanos que, sin documentos migratorios y a través de sus propios medios y redes y mediante enormes esfuerzos socioeconómicos, se desplazan a Estados Unidos en búsqueda de mejorar su situación de vida es un vasto proceso social que no sólo tiene que ver con asuntos de carácter económico y de la falta de desarrollo social y material en gran parte de las zonas urbanas y rurales del territorio de México. Hay otro marco contextual que no se puede olvidar al leer este complejo fenómeno social; estas migraciones, en su génesis y realización, tienen un carácter histórico-estructural y político que se hace poco visible: las precarias condiciones de vida y los pésimos niveles de bienestar del campo mexicano (particularmente de los campesinos y de algunos pequeños y medianos propietarios) que estimulan la migración se explican también desde el tipo de relaciones de desigualdad que el Estado y sus instituciones han tenido las últimas décadas para con estos grupos del sector rural. El Estado mexicano no trata igual a todos sus ciudadanos. Si bien a nivel de los marcos jurídicos y de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos no hay diferencia entre ciudadanos y todos tendrían y tienen “hipotéticamente” los mismos derechos y obligaciones (y no debería haber diferencia ante la ley entre un acaudalado empresario y un empobrecido campesino de la sierra), en la práctica y el ejercicio efectivo de la política oficial lo que priva y es moneda corriente es la parcialidad y el trato diferenciado; en los hechos, ni todos son iguales ni valen lo mismo. Esto permite entender por qué las zonas rurales, especialmente aquellas con una alta población indígena y con economías de autoproducción campesina con muy poca o escasa tecnología agrícola moderna-occidental (comunidades indígenas de Puebla, Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Chiapas), han sido estructuralmente “olvidadas” y poco atendidas por el Estado, concentrándose en dichas regiones la pobreza extrema, bajísimos niveles de ingreso, salarios ínfimos y la parcial o total carencia de servicios de salud y educación. El escenario previamente descrito lleva a la consideración de que, haciendo un balance de los precarios niveles de vida, los campesinos son ciudadanos de segunda y, de facto, están selectiva o totalmente relegados de los beneficios y derechos sociales que, de acuerdo con el marco jurídico constitucional, el Estado mexicano debería proveerles.
La relación de desigualdad (entre los campesinos, el Estado y otros grupos) no se limita a los escenarios de precariedad material que privan en las comunidades de origen y que estimulan y posibilitan el proceso migratorio; no se agota en las posibles “causas materiales” y en lo que los diversos estudiosos de la migración han denominado como los factores o condiciones económico-materiales que generan la expulsión de los migrantes. La migración tampoco se acota únicamente a los migrantes como actores fundamentales del proceso migratorio: también toca a los familiares, amigos y conocidos de los campesinos “temporalmente ausentes”, así como a otros grupos sociales de México y Estados Unidos. Además, esta desigualdad a su vez está presente en las diversas dinámicas sociales que están vinculadas o implicadas en la migración y que remite a las diversas etapas y vivencias que experimenta el migrante en su experiencia migratoria: 1) primero, la salida de los lugares de origen y el tránsito a través de México, mediante las redes familiares y sociales con que cuenta el migrante campesino; 2) después, el arduo y riesgoso proceso de cruce por la frontera que, además de considerables costos económicos, representa un peligro físico real y efectivo para el migrante. Por lo general y a últimas fechas, los migrantes tienen que hacer varios intentos antes de lograr cruzar la frontera entre México y Estados Unidos y continuar con su trayectoria y experiencia migratoria. Desde que se cerró la frontera internacional a mediados de la década de 1990 y hasta la fecha, miles de mexicanos han muerto en su intento por cruzar la frontera; 3) posteriormente, el proceso de inserción social y laboral en los lugares de destino en un país extranjero, primero mediante la llegada con los parientes y conocidos que ya residen en Estados Unidos y reciben al migrante, acto seguido con la búsqueda e incorporación a los trabajos (por lo general “no calificados”) a los que tiene acceso el recién llegado; 4) luego, el envío de dinero a las comunidades de origen y la comunicación a través de diversos medios tecnológicos (principalmente teléfono y recientemente redes sociales como Facebook y otras plataformas de internet) entre el migrante y sus familiares y conocidos; 5) finalmente, el regreso del migrante al lugar de origen, o, como en muchos casos acontece, la permanencia del migrante en el país vecino.
En el transcurso de las diversas etapas de su experiencia migratoria y de trabajo en Estados Unidos, los campesinos migrantes experimentan diversos procesos de marginación y exclusión de parte de los gobiernos de México y Estados Unidos, así como por parte de organizaciones delictivas y otros grupos sociales: a) en los lugares de origen y procedencia, los campesinos
En resumen, los campesinos mexicanos migrantes están sometidos a varios niveles de exclusión: 1) por no contar con documentos, estos migrantes están en una situación migratoria irregular de la que se benefician deliberadamente sus empleadores en el país de destino; asimismo, como ciudadanos de un Estado nacional con una relación de poder desigual y asimétrica con Estados Unidos, son sujetos sin derechos en el extranjero, individuos a los que no defiende el Estado mexicano; 2) además, por su situación migratoria y su nacionalidad mexicana, los migrantes están inmersos en relaciones laborales desiguales e irregulares, fuera del marco de las leyes laborales estadunidenses; son considerados “mano de obra barata y desechable”; 3) finalmente, debido al desconocimiento parcial o total de la lengua y los diversos códigos de comportamiento de los individuos del país de origen, los migrantes pueden estar expuestos a dinámicas de exclusión social y cultural por parte de los ciudadanos estadunidenses.
No obstante, los campesinos migrantes no son sujetos pasivos que se resignen a ser “víctimas” y padecer estos procesos de exclusión y discriminación. Por el contrario, las experiencias de los migrantes muestran sus diversas capacidades de organización y acción colectiva en diversos ámbitos y lugares del país de origen y del lugar de destino. Gracias a las redes familiares y comunitarias, los migrantes que ya residen en Estados Unidos ayudan a sus congéneres que están en la comunidad a realizar la travesía migratoria. También es cierto que frecuentemente los migrantes que ya se encuentran en el Norte distribuyen y socializan los recursos económicos y sociales que generan para ayudar a sus parientes y amigos que se encuentran en sus lugares de origen, así como contribuyen con la comunidad desde la lejanía. Asimismo, el vivir conjuntamente en Estados Unidos les permite a los migrantes construir redes de apoyo y solidaridad entre ellos para sortear las diversas adversidades que enfrentan en los lugares de destino y los sitios de trabajo.
Guillermo Castillo Ramírez*
*Maestro y doctor en antropología; autor de proyectos de investigación posdoctoral en antropología con líneas de trabajo en migración nacional e internacional y procesos de movilidad geográfica de grupos indígenas y campesinos en México
[Sección: Opinión]
Contralínea 438 / del 25 al 31 de Mayo 2015
https://youtu.be/lRihaqtnbO8
https://youtu.be/u1qR0ZQsFR4
https://youtu.be/nWD5a6MyPZM
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