Dijo el secretario de Turismo, Rodolfo Elizondo, aunque “aclaró” luego que no lo dijo: “Hay un deterioro de la imagen de nuestro país en el exterior que se debe, básicamente, a la insistencia de algunos medios de comunicación de darle mucha importancia a todo lo que sucede en el país en materia de crimen organizado, el narcotráfico, y esto (sic) ha ayudado a que la imagen de México en el exterior se deteriore”.
Al descartar que México sea un Estado fallido, la encargada de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, niega que el clima de inseguridad en México se haya generalizado, pues “los hechos delictivos se ubican en Baja California, Chihuahua y Sinaloa”. Anteriormente había señalado que también existía zozobra en Durango, Michoacán y Guerrero. ¿Por qué los borró de la lista? Pánico escénico.
Luego del 5 de febrero, Día de la Constitución, hubo 31 asesinatos, 21 de ellos en el Estado de México, entidad donde hace varias jornadas detuvieron a dos jefes policiacos ligados al cártel de los Beltrán Leyva.
Este año superaremos el récord de 2008: más de 5 mil asesinados por el llamado crimen organizado, aunque nunca se nos han dado cifras de cuántos matan los que aparentemente están desorganizados.
Se dijo en una reunión encabezada por el jefe de la Secretaría de Seguridad Pública, Genaro García Luna, que en seis años (2002 a 2008) pasamos de 60 secuestros a 50 mil. Un crecimiento exponencial que al mismísimo Roberto Malthus lo hubiera conmocionado.
Una de las víctimas fue Luis Eduardo Cisneros Zárate. El joven egresó de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Xochimilco, y realizaba una maestría en etnología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, amén de dar clases en la preparatoria popular Jacinto Canek. Su delito: poseer una computadora personal.
Al bajar de un microbús –las latas de sardina que padecemos los viajeros–, cerca de Chalco, donde vivía, fue interceptado por unos policías que lo golpearon y le arrebataron su instrumento de trabajo. Haciendo caso a los anuncios del gobierno mexiquense, fue a denunciar; al levantar el acta le advirtieron que no lo hiciera. Él, como buen ciudadano, mantuvo su declaración.
Pasaron unos días y se lo tragó la tierra. Su familia lo buscó, angustiosamente, y a esa labor se sumaron muchos de sus compañeros, ya que era muy querido por su responsabilidad, inteligencia y bonhomía. Luego de un tiempo, apareció su cuerpo sin vida en una fosa clandestina.
A los padres se les amenazó para que no siguieran adelante en sus denuncias; algo frecuente desde que tenemos el ejemplo de la valiente Isabel Miranda de Wallace.
El científico francés –usted lo recuerda seguramente– Christopher Augun vino a México para continuar sus investigaciones en la UAM. Al cambiar euros por pesos mexicanos, una banda que operaba impunemente en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México lo siguió y al salir de la terminal lo ultimó a sangre fría.
La lista de asaltos, extorsiones, crímenes y delitos sinfín puede alargarse varias cuartillas, Reynosa y Monterrey son ejemplos. Un sólo dato: el 70 por ciento de los mexicanos, según una encuesta citada por un legislador, tienen miedo de salir a la calle. La situación, empero, no está para quedarse en casa, por lo que todo mundo se arriesga no importando los anuncios oficiales de que “vamos ganando la guerra” o el nuevo: “En unos meses las cosas serán mejores”.
En Cancún, donde torturaron y asesinaron al general Mauro Enrique Tello, según dos correos electrónicos que nos hicieron llegar, las cosas están así: las jovencitas no pueden ir a discotecas porque llegan pandillas de traficantes, se apoderan del lugar, golpean a los acompañantes de las muchachas, las hacen bailar desnudas y a unas cuantas las violan entre risotadas de los mafiosos.
Historias espeluznantes, pero también claras de que la mayoría está inerme en el enfrentamiento de esta administración y los delincuentes. Lo mismo en la frontera norte: en Chihuahua, la violencia se ha exacerbado, pero también en Cancún, el Estado de México, el Distrito Federal, y qué diremos de Michoacán, Familia mediante.
Los medios también hemos sufrido. Van casi 50 reporteros asesinados y no hay un solo detenido. Muchos de nuestros compañeros se la jugaron por documentar lo que sucedía y a dónde apuntaban las flechas.
Decir ahora que medios y periodistas faltan a la verdad, como hacen Rodolfo Elizondo y Patricia Espinosa, podría dar risa, pero en realidad indigna y molesta.
jamelendez44@gmail.com
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