En su libro La raíz nazi del PAN (Editorial El Chamuco, México, 2014), el caricaturista Rafael Barajas Durán (el Fisgón) expone las influencias nazis, fascistas y franquistas que tuvo en sus orígenes el Partido Acción Nacional (PAN), fundado en 1939, en pleno auge de esas corrientes totalitarias.
Sin embargo, el origen extremista del PAN está plenamente documentado, y Barajas aporta algunas nuevas referencias a la bibliografía existente sobre el tema (véase, por ejemplo, Pablo Moctezuma Barragán, Los orígenes del PAN, Ehécatl Ediciones, México, 1997).
Buena parte de las 238 páginas de las que consta el volumen está dedicada al contexto nacional e internacional en que se desarrolló la derecha católica en las primeras décadas del siglo XX, y que condujo a la formación del PAN, partido derechista que llegaría al poder en 2000.
El Fisgón enfatiza la influencia del ideólogo francés Charles Maurras (1868-1952), enemigo de las revoluciones y partidario de la monarquía y de la Iglesia.
Además, Barajas se refiere a los vínculos de Manuel Gómez Morin y de otros destacados panistas con grupos radicales y a las simpatías que en su tiempo mostraron por los gobiernos de Franco, Hitler y Mussolini.
Leemos en La raíz nazi del PAN: “Muchos autores han afirmado que Gómez Morin encabezaba la tendencia liberal de Acción Nacional, pero diversos analistas han documentado que el fundador del PAN era profundamente católico y antiliberal” (página 119).
Egresado de escuelas confesionales como el Colegio Sagrado Corazón de Jesús y la preparatoria María Inmaculada, cursó la carrera de leyes en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se tituló en 1919 con una tesis donde criticaba “el liberalismo, el contrato social y el concepto de soberanía popular” (página 200).
Fue simpatizante de José Vasconcelos, quien en su trayectoria ideológica llegó a defender al nazismo y a pregonar un hispanismo a ultranza, que lo llevaba a denostar la herencia prehispánica de México (véase: “Vasconcelos: ideólogo de la derecha”, Contralínea 309, 4 de noviembre de 2012).
Abogado empresarial y rector de la UNAM entre 1933 y 1934, el fundador del PAN perteneció a La Base, organización católica de carácter secreto, precursora de la Unión Nacional Sinarquista y, de acuerdo con reportes de inteligencia de la época, estaba vinculado al Consejo de la Hispanidad, fundado por el franquismo para influir en Hispanoamérica (página 130).
Entre los documentos que comenta el Fisgón se cuenta el texto de una conferencia que impartió Gómez Morin luego de viajar a España en 1928 y que luego fue publicada en forma de libro con el título de España Fiel.
En ese escrito, Gómez Morin expresaba su admiración por la dictadura de Miguel Primo de Rivera en ese país, que gobernó de 1923 a 1930.
Observa el Fisgón que en el “primer cuerpo doctrinario del PAN” se vio reflejada la admiración de su fundador por el tipo de gobierno que encabezaba Primo de Rivera, “en el que participaban los grupos patronales, la Iglesia, las elites universitarias y gremios de trabajadores”, entendidas en el documento panista como “comunidades naturales” que deberían ser “reconocidas, respetadas, organizadas y jerarquizadas” (página 133).
Al igual que Gómez Morin, muchos panistas albergaban tendencias hispanistas y simpatizaban con la dictadura de Franco, por lo que “El PAN apoyó al gobierno totalitario de Franco e impulsó en nuestro país las teorías hispanistas y la forma de gobierno que había promovido la dictadura de Primo de Rivera” (página 137).
Por añadidura, el padre de Gómez Morin era español y “el primer panista no optó legal y oportunamente por la nacionalidad mexicana al obtener la mayoría de edad. Esto le impidió ser diputado en 1946 y le valió la acusación de ser un operador de la Falange incrustado en México” (página 139).
Más aún, según revela el Fisgón, a principios de la década de 1940, cuando ya fungía como presidente del PAN, Gómez Morin era colaborador de una publicación abiertamente pronazi, denominada La Reacción (?).
La Reacción (?) fue un semanario de tendencias abiertamente pronazis, que se publicó a principios de la década de 1940, en plena Guerra Mundial.
Su línea editorial era “similar a la de otras revistas fascistas de la época. Una buena cantidad de notas está dedicada a dar información noticiosa favorable al Eje Alemania-Italia-Japón; los artículos y las caricaturas defienden las posturas de Hitler y sus aliados con el fin de influir en la opinión pública y el gobierno. Por supuesto, no faltan los textos racistas y antisemitas ni las andanadas anticomunistas, anticardenistas, antilombardistas, antisindicalistas y antiagraristas” (página 193).
La raíz nazi del PAN incluye ilustraciones de portadas y caricaturas de esa publicación.
Gómez Morin colaboraba en ese periódico, que el 29 de septiembre de 1941 publicaba, íntegro, su segundo informe como presidente del PAN, del que decía: [permite] “conocer a fondo la situación política de México, y cuál es la orientación firme que debe seguirse para engrandecer esa patria” (página 151).
El fundador de La Reacción (?) fue Aquiles Elorduy, quien creó ese semanario en 1938 y se contó también entre los fundadores del PAN, partido en el que militaron otros colaboradores de La Reacción (?) como Manuel Herrera y Lasso, abogado de empresas petroleras y miembro del primer consejo nacional del PAN, Pedro Zuloaga Irigoiti y Alfonso Junco. Ultracatólico e hispanista, este último se cuenta, al lado de Salvador Abascal Infante, entre los defensores de la Inquisición, causa que enarbolaron en sus libros Inquisición sobre la Inquisición (Jus, México, 1949), y La Inquisición en Hispanoamérica (Tradición, México, 1998), respectivamente.
En la década de1940, Junco militó activamente en el PAN y fue candidato a senador por ese partido.
Con citas textuales de los materiales publicados en La Reacción (?), Barajas muestra que “fue una revista de combate pronazi que sirvió a los intereses de Alemania en la Guerra…” (página 237).
Desde luego, la derecha católica de la época profesaba una gran admiración a Francisco Franco por haber implantado en España un gobierno autoritario y católico.
Como bien señala Rafael Barjas al final de su libro, “en el PAN profascista de 1939-1942 –el de La Reacción (?)– parecen estar las raíces de la cultura política que imperó en el sexenio calderonista: la promesa democrática como medio para imponer una visión autoritaria, tradicionalista y clerical; el discurso humanista que encubre la disposición a miles de personas por un fin superior (ya sea acabar con el comunismo, el populismo o las drogas); el recurso de promover el odio a un enemigo como una causa sagrada (llámese Stalin, Cárdenas, Lombardo Toledano o López Obrador); la idea de que hay grupos humanos inferiores que no tienen derecho alguno (ya sean judíos, chinos, migrantes centroamericanos, delincuentes o miserables), y la disposición a someterse a las lógicas de un imperio (llámese el hispanismo, el Tercer Reich o Washington)” (páginas 189-190).
El carácter derechista, procatólico y conservador del PAN se puede documentar a lo largo de su historia desde diferentes perspectivas. Una de ellas es la continuidad de ese partido con el conservadurismo decimonónico, que prolongó su influencia en la Guerra Cristera y en la formación de grupos político-religiosos en el siglo XX; otra perspectiva, que desarrolló el periodista Álvaro Delgado, es el estudio de grupos secretos, como el Yunque, que desde mediados del siglo XX pretendieron tomar el poder para implantar la hegemonía católica; y otra, que retoma el Fisgón en su libro, consiste en analizar el papel que jugaron las corrientes franquistas, fascistas y pronazis en los orígenes del blanquiazul.
Todas esas indagaciones convergen en el resultado de que el PAN es un partido derechista, católico y conservador y nos explican por qué cuando llegó a posiciones de poder, desde el sexenio de Salinas de Gortari, ese partido demostró que era su prioridad oponerse al Estado laico así como defender poderosos intereses económicos.
La llegada del PAN al poder significó la de personajes que provenían del activismo católico conservador, del que se ha nutrido siempre dicho partido; esos políticos y funcionarios se esforzaron por defender intereses empresariales y clericales, y por esto último se opusieron a la despenalización el aborto y, en general a los derechos sexuales, y en la década de 1990 desataron una oleada de prohibiciones moralistas en los estados y ciudades que gobernaban (por mencionar sólo una de las más conocidas, recordemos la famosa prohibición de las minifaldas en Guadalajara, en 1995).
La culminación de los 2 sexenios de gobiernos panistas, de 2000 a 2012, fue la reforma del Artículo 24 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para implantar la llamada “libertad religiosa”, a gusto del clero católico, que la entiende como la posibilidad de intervenir, sin limitaciones, en todos los campos de la vida pública, lo mismo en la política que en la educación pública o en la milicia. Bajo esa óptica, la separación entre la Iglesia y el Estado quedaría prácticamente anulada y las instituciones de México serían similares a las de muchos países de Centro y Sudamérica, donde la influencia clerical no ha tenido cortapisas.
Edgar González Ruiz*
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
Contralínea 412 / del 16 al 22 Noviembre de 2014
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