El pasado 18 de junio de 2015, en la localidad de Zagar, Polonia, se llevó a cabo un simulacro militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) llamado Noble Jump (Salto Noble) donde se ensayó la capacidad de reacción de la alianza militar con la participación de nueve naciones (Alemania, Bélgica, Lituania, los Países Bajos, Noruega, Polonia, República Checa, Hungría y Estados Unidos) con un total de 2 mil 100 soldados participantes. Este ejercicio militar de dimensiones históricas, nunca antes visto desde la Guerra Fría, responde a la operación Punta de Lanza (Spearhead en inglés), que planea erigir un ejército en común para la rápida intervención de la OTAN en los países de la periferia de la Organización, situados a escasa distancia del enclave ruso de Kaliningrado.
La ministra de Defensa de Alemania, Ursula von der Leyen, afirmó durante el simulacro militar en Polonia que “nos es importante, como país líder de la Fuerza Punta de Lanza de la OTAN, aquí en Polonia, enviar una señal clara. Hay que enviar una señal a los socios orientales, que les vamos a brindar protección. Nueve naciones han demostrado su interoperabilidad, como el conocerse y tenerse confianza”. Junto con sus homólogos presentes –el ministro de Defensa polaco, Tomasz Siemoniak, la neerlandesa Jeanine Hennis-Plasschaert, la noruega Ine Marie Eriksen Søreide, además de la presencia del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg– pusieron por primera vez en obra una práctica de la denominada Very High Readiness Joint Task Force (Fuerza de Choque Conjunta de Alta Disposición Operativa, VJTF), con el fin de coadyuvar a la creación de una respuesta rápida para la asistencia de los Estados miembros de la coalición militar bálticos y fronterizos a la Federación Rusa. El general alemán de la OTAN, Hans-Lothar Domröse declaró al periódico alemán Die Welt: “Nosotros deberíamos proveer a nuestros aliados con armas modernas y potentes, como helicópteros, obuses, tanques, sistemas de cohetes antiaéreos y equipo pesado de punta, además de entrenarlos en su uso”.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, por su lado, anunció en el Salón Militar Ejército-2015 en Moscú, a mediados de junio, que más de 40 nuevos misiles balísticos intercontinentales capaces de resistir a los sistemas de defensa antiaérea más sofisticados serán desplegados por las Fuerzas Armadas rusas. A lo que el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, respondió declarando que esta medida era “innecesaria y poco constructiva”. La posible presencia militar de 3 mil efectivos de Estados Unidos en los Países Bálticos (Estonia, Letonia, Lituania), Polonia, Bulgaria y Rumania parece ser una de las razones, para el Kremlin, de tomar decisiones tan drásticas de rearme.
La guerra híbrida presentada por la ministra Ursula von der Leyen en la pasada Conferencia de Seguridad en Múnich, Alemania, sería la combinación de diferentes formas de guerra simultáneas, es decir, la acción militar con la presión económica y el uso de propaganda con fines desestabilizadores. Estas tres medidas ya están en marcha, sobre todo la presión económica, dado que el miércoles 17 de junio, en una reunión en Luxemburgo, la Unión Europea decidió prolongar las sanciones económicas hasta enero de 2016, además de prolongar la prohibición de invertir en la península de Crimea por parte de la iniciativa privada hasta junio de ese mismo año. Estas sanciones que tenían como origen un carácter temporal debido a la crisis en Ucrania, parecen ahora convertirse en permanentes ante la lucha frontal contra la nación euroasiática. Cuando ya se están viendo los daños colaterales que ocasionan estas medidas en las economías europeas con la caída de sus exportaciones e importaciones hacia esa nación y la consecuente pérdida de mercados y, por lo tanto, pérdidas cuantiosas para las empresas sancionadas así como de puestos de trabajo, Estados Unidos apenas se ve afectado por su mínimo intercambio comercial con Moscú, es decir, las naciones europeas sí están viendo los costos en la realidad.
“El ejercicio Salto Noble fue planificado para probar y cerciorarse de la capacidad de las tropas de intervención rápida de la OTAN bajo condiciones de operación, para ver que nuestros conceptos y procedimientos funcionaran en caso de una crisis verdadera”, explicó el general estadunidense Philip M Breedlove, del Comando Superior Aliado de Europa, en una publicación del Ministerio de Defensa Alemán. Los mensajes enviados a través de los medios representan hoy el frente propagandístico de la llamada guerra híbrida.
La región de Kaliningrado, donde opera la base naval rusa más importante sobre el Mar Báltico, situado entre Lituania y Polonia, a las puertas de donde la OTAN fue a realizar su ejercicio militar, es probablemente el puesto de primer choque, donde de hecho ya se han visto encuentros entre aviones de caza rusos y de la OTAN en el pasado. La presencia de submarinos atómicos y misiles balísticos intercontinentales a tal cercanía de países miembros de la OTAN, sin duda es un escenario poco alentador para los estrategas de la alianza transatlántica, y una posible razón para reforzar de forma tan ostentativa las capacidades en los países bálticos.
La modernización del Ejército ruso tiene contemplada la incorporación de “[…] unidades de blindados Armata, Kurganets y Bumerang, además de los cañones autopropulsados Koalitsia SV”, según comenta el mandatario ruso en el marco del Salón Militar Ejército-2015. La adquisición de cohetes balísticos intercontinentales como de un submarino atómico se adiciona a estas iniciativas de rearme de las Fuerzas Armadas rusas. La respuesta mutua de ambas partes por equipararse al otro en términos militares parece como una reminiscencia de la Guerra Fría, que condujo entonces a una carrera armamentista sin precedente en la historia.
Cuando los representantes de ambas partes de la contienda pasan a acciones cada vez más concretas de rearme, y la posibilidad de un diálogo y una solución diplomática pasan a un segundo término, es cuando las preocupaciones sobre el estallido de un verdadero enfrentamiento militar se dibujan cada vez con más claridad.
Las sanciones y contrasanciones en pie actualmente –como las medidas de rearme militar en Rusia como en la OTAN misma– parecen forjar el panorama actual de la política internacional. Desde la Cumbre de Gales del Grupo de los Siete en 2004 se ha ido perfilando la operación Punta de Lanza contra la supuesta amenaza rusa. Los aires de guerra que vienen soplando desde ya casi 2 años se están intensificando inexorablemente. Lejos de prometer una solución pacífica a la vista, dan el tono de que la inevitable confrontación está en marcha, que los tiempos de negociaciones se están agotando de a poco. Pese a la inicial prudencia por parte del Kremlin, las tensiones siguen al alza, y la altísima concentración de efectivos y material militar en la zona del Báltico está en auge.
Independientemente del cumplimiento de los Acuerdos de Minsk II, firmados en febrero 2015, la acción militar comienza a primar a la contención. Con una crisis en Ucrania, donde además se está surtiendo de armas al régimen de Kiev en una guerra civil sin salida aparente, los occidentales podrían seguir así su política justificada por una supuesta agresión rusa por un tiempo indeterminado.
Axel Plasa*, @axel_contra
[OPINIÓN]
*Periodista
Contralínea 443 / del 29 de Junio al 05 de Julio 2015
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