Pensándonos territorio: akúún júbá y la resistencia de los pueblos de la Montaña

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En la Montaña de Guerrero, las hijas y los hijos de Begó, el fuego, vigilan los cerros. Sus miradas son tan profundas que conocen el alma de ákúún júbá (deidad de la tierra, del cerro). Saben lo que hay en sus entrañas porque es el ente más importante para los pueblos Mé’pháá: es el que cuida su territorio, aquel que puede enfermar a alguien si maltrata a la tierra, corta un árbol o incurre en una falta en el entorno natural. Nada escapa a sus ojos, los mismos que hoy presencian  el riesgo latente de proyectos extractivistas que han puesto en los territorios de la Montaña sus ojos y visión de un desarrollo, que lejos de sus promesas por resarcir las terribles condiciones de desigualdad, explotación y despojo que padecen sus habitantes, amenaza con profundizarlas en pro de alimentar un sistema neoliberal, el cual no concibe la naturaleza o sus fuerzas, más allá de un recurso para la acumulación de bienes, riquezas y poder en las manos de unos cuantos.

Pero los pueblos originarios de la región no son testigos pasivos, resignados a ver cómo sus territorios son condenados y llevados a la muerte paulatinamente, no sólo por la conexión espiritual con la naturaleza a través del pensamiento mágico-religioso, sino porque además son los espacios conocidos, aquellos en donde han nacido, construido y significado una vida, son los resguardos de la memoria, de su historia y su devenir, su entramado de significados. Por ello, continúan organizándose en la defensa de sus territorios, en un contexto, como el actual, el de la “cuarta transformación,” que no parece tener la intención por detener los proyectos extractivistas en los territorios de los pueblos originarios.

Desde el comienzo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en diciembre de 2018 se generaron expectativas de cambio en las viejas estructuras políticas y sociales, entre éstas, se anunció una atención prioritaria hacia los pueblos “indígenas” y la transformación en la relación entre estos y el Estado (Programa Nacional de los Pueblos Indígenas, 2018-2024). Sin embargo, los llamados mega-proyectos del sexenio, entre los que se encuentran el Tren Maya; el Proyecto Integral Morelos, mejor conocido como la Termoeléctrica de Huexca; el tren Transítsmico y la Refinería Dos Bocas, tienen incidencia en territorios de pueblos originarios, el problema es que estos proyectos no son solo alternativas para el desarrollo,  como dijo en un tuit Luis Hernández al respecto del Tren Maya: “Es mucho más que un ferrocarril. Es un reordenamiento territorial que implica desplazamiento de poblaciones y construcción de 18 ciudades. Su impacto es brutal. La “consulta” gubernamental escondió el hecho”. Situación que se ha repetido en los otros proyectos, pues:

“A principios de 2019, la consulta realizada para el Proyecto Integral Morelos (PIM), que incluye la construcción de una termoeléctrica en Huexca, Morelos, ha estado rodeada de disturbios y del asesinato de uno de los principales opositores. De ahí que el Congreso Nacional Indígena haya expresado que ‘esas consultas están hechas a modo para concretar el despojo y llevar la muerte a territorios’. Cabe destacar que tanto el tren maya como este último proyecto, tampoco han sido sometidos a consulta y consentimiento indígena, de acuerdo con el Convenio 169 de la OIT [Organización Internaiconal del Trabajo] ‘Sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes’ (Díaz, Orizaga y Muciño, 2019, sp).”

De esta manera, “la contradicción esencial es que la atención a pobres e indígenas no puede lograrse si a la vez los principales asesores prometen hacer de México un paraíso de inversión privada y ofrecen ampliar las Zonas Económicas Especiales que por definición implican políticas neoliberales de despojo de territorios y bienes comunes” (Martín, 2018, sp).

Sin duda, hay dos grandes formas de concebir el florecimiento humano en un país donde la “cuarta transformación” intenta continuar con el despojo y la imposición de proyectos de muerte. Los pensamientos se bifurcan entre la visión de un mundo occidental y la cosmogonía de los pueblos originarios, dos concepciones de existencia y dos interpretaciones sobre el valor de la naturaleza y  su relación con la vida, que se encuentran como contraposiciones en un enfrentamiento desigual. En Guerrero se tienen 894 concesiones mineras que mantienen al asecho a las comunidades, tales como la conexión del corredor Puerto Lázaro Cárdenas-corredor transítsmico y la expansión del corredor turístico en las costeras. A todo esto se suma el incremento en la violencia a causa del crimen organizado, actor que también ve los territorios de la Montaña como espacios propicios para asentarse y expandir sus redes, no solo a partir de la siembra y comercialización de la amapola, de la cual Guerrero es el principal productor, sino de una serie de oleadas de violencia que recorren los territorios en forma de ejecuciones, desapariciones y enfrentamientos armados.

Ante este escenario, las comunidades indígenas de la Montaña han tenido que organizarse no sólo  a través del sistema de justicia comunitaria sino que han creado un Consejo de Autoridades Agrarias en Defensa del Territorio (CRAADT), espacio de reflexión, que lucha contra las empresas mineras que amenaza con entrar a su territorio sagrado. Más de 14 concepciones mineras en la región estarían borrando su historia, el lugar donde yacen sus muertos, los ríos y ákúún júbá. Pero, más allá de estas movilizaciones, la defensa de los territorios se lleva a cabo a partir del continuo compromiso por estrechar el lazo entre seres humanos y naturaleza. El pensamiento de los pueblos indígenas teje su devenir en el futuro a través de caminar la palabra y recuperar la memoria como forma de resistencia ante un sistema económico, pero sobre todo de pensarse colectivamente. Este colectivizar su existencia tiene que ver con una episteme de los pueblos originarios. En el caso del pueblo Mé’pháá, ellos ven en el mano vuelta o el cambio de brazo una suerte del don del recibir y dar. En pocas palabras, la lógica de la vida no es la acumulación de la riqueza y el control del poder, sino la relación seres humanos-entes-naturaleza o, bien, un florecimiento que no comprende el despojo del ser. Por tanto, defender el territorio se convierte en una prioridad, una responsabilidad por sembrar y florecer la vida.

En esta tesitura, ákúún júbá es la fuerza más imponente para la defensa del territorio ante los proyectos estractivistas. Si alguna de sus hijas o de sus hijos busca maltratar a la naturaleza es reprendido con una enfermedad y, por tanto, tiene que ir a ofrecer su respeto; para eso, el xi’ña, “hermeneuta de los sueños y de las enfermedades del cuerpo-territorio”, sirve de interlocutor porque no cualquier persona puede hacerlo. Esta deidad de la tierra o del cerro cuida todo el territorio, por tal motivo, si los Mé’pháá no se organizan para defenderlo serán reprendidos por no proteger la vida.

Una estrategia de las autoridades comunitarias para la defensa del territorio en la Montaña se condensa en el sacrificio de un gato en la comunidad de Zilacayota, municipio de Acatepec. La sangre del felino es dada a ákúún júbá para que la comunidad no tenga problemas, pero también para que se defienda de cualquier amenaza. Así, el poder del felino es traspasado a las nuevas autoridades comunitarias que serán las inmediatas figuras de cuidar el territorio.

Otro elemento importante es la ceremonia xtámbaa donde presentan al niño o la niña con la tierra, los bosques y los ríos, para que lo cuiden; a través de esta ritualidad el niño se transforma en los otros. MatiÚwáa (2018) señala que durante esta ceremonia hay tres dimensiones filosóficas: (1) ser, refiere estar en el mundo en condición de iguales;  (2) ser otro, tener un animal siendo uno mismo, y (3) ser territorio, es asumir que no se está solo y que hay una responsabilidad por los otros donde se construye la territorialidad (MatiÚwàa, 2018: https://bit.ly/2Sd4nu1).  Es así, como el individuo es al mismo tiempo colectivo, al mismo tiempo territorio, una fusión que explica e interpreta la vida, concepción imposible de asumir para un sistema depredador capaz de devorar la tierra y con ello, amenazar la propia vida.

En esta línea, se comprende también, ya no específicamente del pueblo Me’pháá, que la defensa de los territorios sea articulada por varios colectivos de mujeres indígenas desde el feminismo comunitario, como la defensa del cuerpo mismo (Cabnal, 2010; Begoña, 2013). La metáfora del cuerpo femenino como territorio a defender es otro escenario que revela, por un lado, una concepción en donde el cuerpo humano es una extensión y parte de la naturaleza, y por el otro, que el auto-cuidado está vinculado con la protección a los demás y a los territorios.

La muerte o la vida, en el trasfondo ambas, es lo que está en juego en las concepciones de los pueblos originarios, es la apuesta por la vida, en donde el otro es necesario, ya que hasta para morir hay que estar acompañado; no hay vida sin el territorio, un territorio que es cuerpo vivo, que siente y resiente, que provee a los cuerpos que lo habitan, que lo cuidan, y en este juego, ambos entes se alimentan, se acompañan, se cuidan, y al pertenecerse a sí mismos y a los otros, se auto-protegen. Por ello, si se pierde el derecho a la auto conservación, se amenaza la vida misma, la propia y la de todos, y es que moralmente no podemos ser, estar, ni sobrevivir solos en este mundo, más si se trata de defender el territorio, ya que es el cuerpo de ákúún júbá, y al mismo tiempo, sólo podemos ser en cuanto exista ese cuerpo que nos da vida.

Bibliografía

Dorronsoro, Begoña (2013) “El territorio cuerpo-tierra como espacio-tiempo de resistencias en las mujeres indígenas y originarios”, en IV Coloquio Internacional de Doutorandos, disponible en línea: https://cabodostrabalhos.ces.uc.pt/n10/documentos/11.3.1_Begona_Dorronsoro.pdf [último acceso 15 de febrero 2020].

Cabnal, Lorena (2010) “Acercamiento a la construcción del pensamiento epistémico de las mujeres indígenas feministas comunitarias de Abya Yala”, en Feminismos diversos: feminismos comunitarios, pp. 11-25.

Díaz, Alejandro, Isabel Orizaga y Rita Muciño (2019) “Los pueblos indígenas y el giro colonial de la “cuarta transformación”, en Animal Político, 19 de agosto. Disponible en línea https://www.animalpolitico.com/blog-invitado/los-pueblos-indigenas-y-el-giro-colonial-de-la-cuarta-transformacion/ [Último acceso 9 de enero 2020].

Martín, Rubén, (2019) “AMLO: Las contradicciones de la cuarta transformación” en Sinembargo, 8 de julio. Disponible en línea https://www.sinembargo.mx/08-07-2018/3439219 [último acceso 7 de enero 2020].

Programa Nacional de los Pueblos Indígenas 2018-2024.

Isael Rosales*/Elena Herrera**

*Integrante del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan

**Investigadora independiente, doctora en antropología por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Ciudad de México

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