En la Santa Biblia que poseo en mi biblioteca –ejemplar que me obsequió el sonorense Cornelio M Castelo– y que contiene el Antiguo y Nuevo Testamento, editada por las Sociedades Bíblicas Unidas con revisión de 1960, aparece el asunto de Poncio Pilatos, entonces gobernador de Judea quien sentenció a Jesús a ser crucificado, para cumplimiento de la resolución judicial de entonces. Y que según cuentan, había pedido a los asistentes a semejante juicio votar por la alternativa de liberar al fundador del cristianismo –actualmente en varias de sus versiones religiosas e iglesias–, o a un conocido ladrón de la época; de tal manera que por mayoría –o como diría Alexis de Tocquevielle en su magnífica obra La democracia en América: “la dictadura de la mayoría”–, decidieron confirmar la sentencia que Pilatos había impuesto a Jesús de Nazaret y que significaba su sacrificio.
Ante la decisión de la muchedumbre, el perverso Pilatos recurrió a la artimaña de lavarse las manos; acto representativo con el que se deslindaba del aberrante hecho. Desde entonces, ese lavatorio es invocado y llevado a cabo en sentido figurado por todos aquellos que pretenden desligarse y desvincularse de algún suceso del que han sido partes y jueces. Así, suponen que se han liberado de la responsabilidad directa de la que indudablemente son culpables, como es ahora el caso de Miguel Ángel Mancera, jefe todavía del estado de la Ciudad de México, y del secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer.
El terremoto que ocurrió este 19 de septiembre tuvo su epicentro en la entidad de Morelos, precisamente en el municipio de Jojutla el cual sufrió tantos daños como varias de las zonas de Puebla y la Ciudad de México. Y entre sus desafortunadas consecuencias, ese fenómeno de la naturaleza dejó el colapso de un colegio de nombre: Enrique Rébsamen, donde murieron 21 niños y cuatro adultos, porque la dueña y directora obtuvo de la SEP y del gobierno de la Ciudad de México, permisos muy seguramente realizados con sobornos para levantar clausuras, por haber edificado sus departamentos habitacionales hasta con jacuzzi en el techo de los salones donde estaban los niños de kínder y primaria.
Era de tal manera el añadido edificado, que pareciera como si no hubiera tenido la asesoría de un arquitecto o ingeniero civil, y solamente los servicios a ojo de buen cubero de albañiles; por lo que aquello no resistió el movimiento trepidatorio del terremoto y su destrucción cubrió con escombros a esos niños. Ya en los inicios de la investigación que está por concluirse, tanto Mancera como Nuño han imitado a Pilatos y se han “lavado las manos” para desmarcarse de esos homicidios, cuando ellos dos: el perredista de a mentiritas y el priísta, fueron los que autorización que semejante trampa tuviera licencia y permiso para funcionar como colegio. Así que ambos tuvieron y tienen mucho que ver como jueces y partes de la tragedia.
Se han “lavado” las manos, las conciencias y las responsabilidades con agua de impunidad y se las han secado con las toallas de la corrupción. Los dos nuevos Pilatos: Nuño y Mancera, quieren sacarle la vuelta al bulto de la tragedia de este colegio que contaba, además, con las “bendiciones” del encubridor de pederastas: Rivera Carrera; quien, en tiempos de Jesús, sin titubear hubiera votado para que lo crucificaran. La pesquisa debe ir hasta sus últimas consecuencias para sentar ante el tribunal penal a Pilatos-Mancera y Pilatos-Nuño quienes sabían, o deberían estar enterados –pues esa es la función de los cargos que supuestamente desempeñan–, de los añadidos al a’i se va que se realizaron al edificio que, al derrumbarse, mató a esas 24 personas.
Son, al menos, corresponsables de esos homicidios, en el grado menos doloso si se quiere, que de todas formas debe privar a esos dos nuevos Pilatos de sus derechos políticos para que dejen de ser apresurados precandidatos presidenciales. Y ser sentenciados a mínimo 20 años de prisión. A menos que sean como el gobernador de Judea, a quien Nerón salvó de ser encarcelado y ahora Peña sea quien proteja a Nuño y a Mancera.
Álvaro Cepeda Neri
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: CONTRAPODER]
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