Opinión

Presión y acoso sexual en el deporte, la historia de Katelyn Ohashi

Publicado por
Prensa Latina

La Habana, Cuba. Katelyn Ohashi era una niña de 3 años cuando fantaseaba con alcanzar la gloria de la gimnasia artística y conmocionar al mundo del deporte en Estados Unidos.

Su carrera comenzó a paso certero de buena aprendiz. Así, en 2009 llegó al equipo nacional junior y logró colarse en significativas competencias de ese país y el orbe, incluso participar en el Campeonato Nacional Junior.

Por esta época y en varios choques internacionales, Ohashi disfrutó del metálico sabor del trofeo dorado en pruebas por equipo y circuitos individuales en las barras asimétricas, viga de equilibrio y suelo.

El 2013 marcó la vida de la atleta, no sólo por el triunfo alcanzado en la America Cup frente a su compañera Simone Biles, sino por la sorpresiva operación de hombro que la dejó fuera de la escena deportiva por unos años.

Aunque procuró la recuperación, una lesión en la espalda, una fractura en el esternón y nuevas intervenciones quirúrgicas dejaron volteada la cara de la moneda que antes le favorecía.

Estaba en lo alto del mundo. Era invencible. Hasta que dejé de serlo, dijo la propia deportista en una ocasión.

Con las complicaciones de salud, vino la pérdida de la esperanza, de seguidores y las opiniones negativas de los críticos quienes la encontraban demasiado pesada para volar en las superficies que exigía la especialidad.

Entonces sucedió lo impensado. Katelyn decidió tirar los guantes o, más bien, sacudir el polvo de magnesio y dejar el entrenamiento.

La gimnasta de élite matriculó en la especialidad de Género y Sociología en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y desde el nivel universitario continuó con el deporte.

Pero tal decisión no fue sólo producto a los problemas de salud y condición física. Otra de las razones, la más dolorosa, fue el acoso sexual que sufrió.

Esta noticia se conoció a raíz de la movilizadora campaña virtual del #MeToo en 2017 que convocó a las personas, sobre todo a las féminas, a levantarse contra las conductas de abuso sexual a que eran sometidas.

Larry Nassar, exmédico de la Federación Estadunidense de Gimnasia, fue uno de los enjuiciados y condenados a prisión por delitos de esta índole, luego de la denuncia de 156 mujeres que fueron su blanco.

Nadie debería sentir vergüenza por contar los abusos que sufrió, debemos enseñarle al mundo a parar de estigmatizar a las víctimas, versa un fragmento del poema leído por Katelyn al contar su historia.

Después de ese impasse, muchos dejaron de soñar, pero la gimnasta emprendió una nueva época en su carrera y empezó a todo tren con muy buenas noticias este 2019 en el inicio de temporada de las competencias en la UCLA.

En su acometido de estructura social, las redes de información volvieron viral en segundos una de sus majestuosas actuaciones con casi 40 millones de visitas en YouTube, al tiempo que la colocó en las páginas de los más importantes medios de comunicación estadunidenses.

La gloria estadunidense de 21 años sedujo en la prueba universitaria Collegiate Challenge con un ejercicio de piso fuera de serie que le valió un perfecto 10 y dejó hipnotizado a los presentes en la sala y a medio mundo.

Pero aquella pulcra rutina fue sólo el comienzo. Hace apenas unas semanas volvió a enloquecer a los fanáticos tras su espectacular debut en el Campeonato de Gimnasia Femel PAC-12 en West Valley City, Utah, Estados Unidos.

Ohashi vuelve a sonreír y ahora, toda renacida, sobrevuela en las competencias universitarias con la única meta que es el cielo.

Más allá de Katelyn Ohashi

El apresurado repaso por la vida de esta gimnasta es un pretexto para ir a las interioridades de una casa que se derrumba, pero como vieja con coloretes no deja ver las arrugas de la edad.

Al igual que Ohashi, cientos de estrellas exitosas del arte y el deporte sufren a diario de humillaciones, maltrato físico y sicológico y abuso sexual y violación, mientras son obligadas a resistir en silencio.

De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 2018 una de cada tres mujeres sufrió violencia física o sexual, la mayoría por parte de una persona cercana o de estimada confianza.

Obviamente, en el competitivo y machista terreno de los deportes esos actos deplorables cobran más fuerza pues la mujer es subvalorada y sus aptitudes suelen medirse por la belleza física, el largo de su falda o el uso “apropiado” que den a su atributo sexual.

En la larga lista que han denunciado a sus agresores figuran conocidos y valiosos nombres del universo deportivo, entre las que destaca la cuatro veces (2013, 2014, 2015 y 2016) medallista de oro en la competencia general individual, Simone Biles.

Detrás, se encuentran la primera gimnasta afroamericana en conquistar el oro olímpico en Londres-2012 en la prueba individual y por equipos, Gabrielle Douglas, y su compañera McKayla Maroney; además de la talentosa Aly Raisman, ganadora de la medalla olímpica en igual torneo en el ejercicio de suelo.

La fuerza del movimiento iniciado en Estados Unidos cruzó el Pacífico y llegó al continente asiático en la voz de una de las mejores atletas de Hong Kong, la china Lui Lai-yiu, especializada en los 100 metros con vallas.

Otra que se animó a hablar fue la jugadora de la Asociación Nacional de Baloncesto Femenino (WNBA por sus siglas en inglés) Breanna Stewart, quien contó sus vivencias mediante una carta publicada en el sitio digital The Players Tribune.

Pero, como toda regla existe la excepción. Aunque la mayoría de mensajes son compartidos por mujeres, también hay hombres unidos a la iniciativa.

Uno de los casos más famosos fue el del español Antonio Peñalver, medallista de plata en decatlón en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, quien acusó a su entrenador Miguel Millán por abusos cometidos cuando era un adolescente.

Estas declaraciones demuestran el cambio de mentalidad incitada por la campaña del #MeToo, pero no podemos ser portadores de un discurso triunfalista cuando aún existen personas con miedo a romper el silencio por las repercusiones negativas que pudieran generarse.

Para ellas va esta historia de amor y entereza. En la anécdota de Katelyn y otras tantas maravillosas deportistas está la revolución contra la agresión y el acoso, y en favor del empoderamiento de las féminas.

Yelena Rodríguez Velázquez/Prensa Latina

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