La Habana, Cuba. Las tensiones en la península coreana, que pusieron en vilo al mundo a causa del temor por una guerra nuclear, ocuparon los principales espacios de discusión en el terreno internacional durante todo 2017.
Si bien la República Popular Democrática de Corea (RPDC) enfatiza que el desarrollo de su fuerza militar nuclear sólo tiene carácter defensivo ante las vetustas amenazas de Estados Unidos y sus aliados, para la humanidad cualquier escaramuza nuclear tendría un impacto grave.
El 3 de septiembre pasado Pyongyang realizó su sexta prueba nuclear, “la más grande hasta el momento”, con una bomba miniaturizada que puede ser instalada en un misil de largo alcance.
De acuerdo con las lecturas, la prueba fue mayor que cualquier otra realizada anteriormente: de unos 100 a 150 kilotones, potencialmente 10 veces mayor a la última vez, la realizada el 9 de septiembre de 2016. Para el gobierno norcoreano se trató de un “significativo paso para completar el programa de armas nucleares de la nación”.
Como en las cinco pruebas anteriores, las sanciones del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no se hicieron esperar. Algunas prohíben las exportaciones de bienes y servicios, incluso dicho Consejo decidió reducir drásticamente las importaciones de derivados del petróleo al país asiático.
En ese sentido, el gobierno de Kim Jong-un ha reiterado su condena por los perjuicios que los castigos impuestos, bajo la égida de Estados Unidos y sus aliados, ocasionan al pueblo norcoreano.
Una comisión de la RPDC para la Investigación de los Daños de las Sanciones, asegura que el objetivo de las medidas es suprimir el derecho a su subsistencia y desarrollo. Afirma que en la realidad se viola el párrafo de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que estipula que la campaña de medidas no afecte las actividades de cooperación humanitaria de los aparatos del organismo multilateral.
La comisión señala que Estados Unidos y sus seguidores bloquean totalmente las actividades económicas y comerciales normales de la RPDC y obstaculizan en todos los sentidos el cumplimiento de los proyectos de cooperación de las dependencias de la ONU en esa nación, incluidos los del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por su sigla en inglés) y el Fondo de Población.
A pesar de las numerosas sanciones de la ONU, Pyongyang avanza y ha conseguido acelerar su programa nuclear y balístico.
El investigador del Centro de Estudio de la Política Mundial del Instituto de Asuntos Internacionales de la RPDC, O Ryong Chol, en un comentario titulado “Hay que conocer bien la esencia de la confrontación RPDC-EU”, expone sobre la génesis de las tensiones en la península coreana.
Para Ryong Chol la situación en esa área, que tiene más de medio siglo, es tergiversada por las desinformaciones de Estados Unidos y sus socios. Recuerda que la política hostil, la amenaza y chantaje de Estados Unidos empujaron a su rival socialista a optar por la tenencia de armas nucleares.
Sobre este punto, un acta de acusación redactada por el Comité Nacional Coreano por la Defensa de la Paz y el Comité Pannacional de Medidas Emergentes contra los Ejercicios de Guerra Nuclear anti-Norte, publicada recientemente, revela la historia criminal de Estados Unidos contra la RPDC durante más de 70 años.
Según el documento, inmediatamente después de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, Washington ocupó ilegalmente el suelo surcoreano y lo convirtió en una gran base militar para la guerra de agresión contra la RPDC. También, desde allí, buscaba tomar la hegemonía mundial a través de la dominación militar.
Señala que, aún después de la aparición del Tratado de No Proliferación –que prohíbe la introducción de armas nucleares en un Estado o región desnuclearizada–, Estados Unidos emplazó en Corea del Sur cañones de 155 milímetros, bombas, misiles y bombarderos nucleares. Introdujo hasta la bomba N conocida como “arma diabólica del siglo XX” y el misil nuclear de mediano alcance Pershing 2. De esta manera, infringió flagrantemente dicho tratado y convirtió a la vecina Corea del Sur en el mayor arsenal nuclear del Extremo Oriente, señala.
Detalla que, a mediados de la década de 1980, llegó a más de 1 mil 720 el número de armas nucleares estadunidenses ubicadas en el suelo surcoreano con una densidad cuatro veces mayor que la de los mismos artefactos desplegados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la zona.
A finales de ese período y a principios de la década de 1990, cuando acontecían cambios en la situación internacional y se alzaba el clima contra la guerra nuclear, Washington creó la “crisis nuclear” en la península coreana hablando de las “sospechas de desarrollo nuclear del Norte”, explica.
El documento conjunto advierte que Washington tenía como fin aislar y aplastar a la RPDC y para ello definió un complot en su contra con el rumor de las “sospechas de desarrollo nuclear del Norte” y la “crisis nuclear”.
En 1993 presentó el plan de guerra anti-RPDC y, al año siguiente, insistió abiertamente en la “represalia militar” anunciando la “reevaluación de los preparativos para la guerra nuclear”. Intensificó, en la década de 2000, la campaña anti-RPDC publicando hasta el “guion de desarrollo de arma nuclear del Norte”.
Ante ese panorama, en enero de 2003, la RPDC se retiró del Tratado de no Proliferación para defender la soberanía y dignidad del país, y optó por desarrollar su armamento nuclear.
Al respecto el Ministerio de Relaciones Exteriores de la RPDC reafirma que la fabricación y desarrollo de armas estratégicas en su país constituyen una inevitable medida autodefensiva ante las amenazas de Estados Unidos y sus aliados. Recalca que es en absoluto para defender la soberanía y la integridad territorial del país, la vida pacífica del pueblo y los derechos a la existencia. Advierte que es Washington quien debe estar en el banquillo de los acusados por ser el caudillo de la proliferación de este tipo de armas, para las cuales invierte fondos astronómicos.
Sin embargo, Estados Unidos mantiene su Séptima Flota en la región, a nombre de la paz, y continúa realizando numerosos ejercicios militares. Entre ellos sobresalen los Foal Eagle, llevados a cabo en 24 ocasiones, los Team Spirit 17 veces, los ejercicios combinados de refuerzo para tiempo de guerra en ocho oportunidades y Ulji Focus Lens en 33.
En noviembre de este año las fuerzas navales de Estados Unidos y Corea del Sur efectuaron en el mar de Japón unas maniobras militares sin precedentes, en las que participaron tres portaaviones estadunidenses. Junto a los portaaviones USS Nimitz, USS Ronald Reagan y el USS Theodore Roosevelt, todos con capacidad nuclear, 11 barcos estadunidenses más de guerra equipados con sistemas de defensa de misiles Aegis y otros siete navíos enviados por Seúl, incluyendo tres destructores, se unieron en este ejercicio.
Pyongyang denunció esas maniobras que consideró una nueva provocación que abona a la temida crisis en la región cuyo desenlace depende de las acciones de Estados Unidos.
A pesar de que el gobierno norcoreano insiste en que su fuerza militar nuclear sólo tiene carácter defensivo y disuasivo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como para echar más leña al fuego mantiene un discurso amenazante contra Pyongyang.
Aseguró en septiembre pasado ante la Asamblea General de la ONU, que “(…) si nos vemos obligados a defendernos o defender a nuestros aliados, no tendremos otra opción que destruir completamente a Corea del Norte (…)”.
Lo cierto es que la humanidad espera una salida pacífica a esta crisis sobre la base del derecho a la autodeterminación de cada país en cuanto a su sistema político y desea un 2018 con menos tensiones sobre todo en el terreno nuclear, a partir de la sabiduría de sus líderes.
Odalys Troya Flores/Prensa Latina
[BLOQUE: OPINIÓN] [SECCIÓN: ARTÍCULO]
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