En las épocas de crisis, dicen sociólogos y sicoanalistas, se despierta más el espíritu bullanguero, festejoso, destramapado. Y es lógico. Ante la incertidumbre, la adversidad, los malos augurios el ser humano quiere evadirse, no aceptar que puede venir lo peor.
El 12 de diciembre, por ejemplo, más de 6.5 millones de compatriotas –según cálculos de algunos– acudieron a la Basílica de Guadalupe para rezarle a la Morenita. Es impresionante. Centenas de miles, además, vienen de lugares no muy cercanos y hacen días de viaje, incluso con una o dos imágenes a cuestas, lo que habla de un sacrificio enorme. Además, muchos se van de rodillas por toda la Calzada de Guadalupe, lo que es, en ocasiones, sobrehumano.
Pero esa creencia es parte de un gozo interior de haber cumplido con algo que les redituará salud, mejoramiento de sus condiciones o apoyo para algún familiar enfermo.
Una y otra cuestión, el ignorar lo que viene o el pedirle a otro que resuelva nuestros problemas, son parte de no saber enfrentar el futuro, el querer evadir lo que nos toca. Y eso es muy característico de la época que estamos enfrentando, en la cual se irán agudizando muchos problemas, desde los individuales hasta los que estamos padeciendo colectivamente y que aumentarán a pasos agigantados con la destrucción de la naturaleza.
Los recientes cambios impulsados por Enrique Peña Nieto con el aval y la profundización de los panistas y el seguidismo de los verdes y panalistas serán nefastos para todos, salvo aquellos que estén metidos en los negocios muy productivos y depredadores de la naturaleza. Y ello es criminal y mal visto por quienes tienen una idea humana de las cosas.
Veamos un ejemplo: José María Bergoglio, el llamado papa Francisco, dice: “Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’, esa economía mata”.
Y añade el prelado: “no se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra en el juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.”
Justamente lo que veremos con las petroleras que vendrán al país. Su dinero, su poder, su capacidad de cooptación a los que deciden y las ventajas que tienen ante una empresa que, como Petróleos Mexicanos, está lastrada de corrupción, no le permitirá, en 2 años, ser un dechado de virtudes, ni podrá darse un quién vive con las británicas, gringas y holandesas. Por eso era importante no llegar hasta donde quiso el Partido Acción Nacional (PAN), organización que ni siquiera ha leído al actual papa. Y no olvidemos que ellos dicen que siguen la doctrina eclesiástica, pero ya sabemos que dinero mata ideología…
Y precisa más Panchito: “hasta que no se revierta la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos, será imposible erradicar la violencia”.
Además: “no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz”.
México, con sus 55 millones de pobres, una violencia de las mayores en el orbe y un sistema injusto que da libertades inusitadas a los ricos, incluso para delinquir, lo puede sobradamente decir.
Pero este santo varón también apunta: “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de la minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que se nieguen el derecho de control de los Estados […] se instaure una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone de forma unilateral e implacable sus leyes y sus reglas.”
Hay más de Bergoglio, pero todo esto que nos recetó viene como anillo al dedo con base en lo que pasa en nuestro país: una clase política sorda y ciega que derrocha sin límites, se reúne en sitios de lujo en los cuales se desperdicia la comida, está alentada por esos grupos financieros que ganan sin medida (banqueros, dueños de las telecomunicaciones, contratistas en todo y empresarios de otros países que saben atender muy bien a unos cuantos para lograr favores).
Mientras eso ocurre, sabemos, la violencia aumenta no obstante que se trate de ocultar y hasta censurar a muchos, la situación de inequidad es más que evidente, ni siquiera fuera de las ciudades, sino en ellas mismas, y la presunción de una ideología, cualquiera que se enarbole, es algo que no existe.
Los últimos acontecimientos en las legislaciones nos dejarán en los huesos nacionalistas. Ya vendrán los problemas mayúsculos y a ver qué guapo copetón los puede enfrentar.
*Periodista
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