Opinión

¿Qué pasa en la “tierra prometida”?

Publicado por
Prensa Latina

Nueva York, Estados Unidos. Palestina es una nación traumatizada por la violencia. Desde hace años resulta algo de todos los días la muerte de compatriotas a manos de los militares de Israel, potencia ocupante que le niega el derecho a su propio territorio.

Cada día mueren palestinos a manos de las fuerzas de Tel Aviv. La impunidad de la que goza Israel le permite agredir a civiles en la Franja de Gaza y continuar su expansión por el territorio árabe.

Lo que sucede en Palestina es una tragedia en curso y se desata en gran medida por el traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, en una clara violación del derecho internacional. El movimiento de la sede diplomática estadunidense destruye las posibilidades de paz y, por el contrario, intensifica las tensiones.

Precisamente, los manifestantes en Gaza se oponen a esta medida unilateral y también demandan el derecho a regresar a sus tierras ancestrales, de las que fueron expulsados.

Los que utilizan drones, tanques y armas de fuego para atacar a los civiles son las fuerzas de ocupación de Tel Aviv, aunque paradójicamente se sigue culpando a las víctimas.

Israel es el único país que no reconoce fronteras geográficas para su nación y se expande por el territorio palestino sin ningún tipo de límites. Frente a tal escenario, la Organización para la Liberación de Palestina pide el cumplimiento de las legislaciones internacionales.

Resulta una desconexión de la realidad asegurar que la apertura de la embajada norteña en Jerusalén no se relaciona de forma alguna con las protestas en Gaza. Al parecer, la embajadora estadunidense cree que todo cuanto hace Palestina es anti-israelí. Sorprende que las autoridades de un Estado que debe tanto a los migrantes, discriminen a las personas por su origen.

Desde el anuncio del presidente Donald Trump de reconocer Israel como capital de Israel y hasta la fecha, unos 150 palestinos han muerto debido a la violencia.

Washington emplea la coerción para lograr apoyo, como en el caso de Guatemala y otros países, que tienen una estrecha relación con la Estados Unidos: no se trata sólo de una cuestión política, hay muchos intereses de por medio.

Estados Unidos se ha mostrado como defensor del derecho a la protesta, así lo hicieron en el caso de Irán. Pero cuando son los palestinos quienes se levantan contra la ocupación, entonces los califican de terroristas.

Basta de culpar a Hamas (grupo insurrecto islámico palestino) de todo, las protestas en Gaza son movimientos espontáneos de quienes exigen el cese de la ocupación y el respeto a sus derechos. Israel es quien destruye las aldeas y las ciudades palestinas, quien expulsa a esas personas de sus hogares y limita su capacidad de movimientos.

Los palestinos protestan en su propia tierra y piden respeto a sus derechos, se trata de una cuestión básica de supervivencia. Si se mira bien un mapa, los territorios en los cuales –según dice Israel– los palestinos intentan penetrar por la fuerza, forman parte en realidad de Palestina, de acuerdo con las fronteras establecidas en el acuerdo para la conformación del Estado judío. Israel se ha empeñado en cambiarlo todo en Jerusalén, los nombres de las calles, de los lugares más conocidos, de los barrios…

Este lugar debe estar abierto a todas las religiones de las cuales es cuna y no una ciudad cerrada como lo resulta ahora gracias al empeño de Tel Aviv.

Las autoridades israelíes sólo han dejado un 12 por ciento de Jerusalén a los palestinos, añadió; los pocos que todavía viven allí deben mandar a sus hijos a las escuelas fuera de la ciudad y si la familia se extiende, no se les permite ampliar su vivienda o construir otra casa.

Todavía hoy, 70 años después de la creación de Israel, no existe un Estado de Palestina de conformidad con las fronteras internacionalmente pautadas en 1967, año en que Tel Aviv comenzó a acelerar su expansión y se apoderó de más tierra árabe, incluida una parte de Siria.

En 1947, Naciones Unidas estableció la partición de Palestina para ceder 55 por ciento de ese territorio a un Estado judío: Jerusalén debía ser la capital compartida.

Israel –que se autoproclama la “única democracia en Medio Oriente”– no declara aún sus fronteras oficiales ni posee una Constitución.

Aunque la anexión de tierras mediante la conquista militar es ilegal, según el derecho internacional moderno, el gobierno de Tel Aviv cuenta con el apoyo de uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad y una de las naciones más influyentes en la política y la economía mundial: Estados Unidos.

El conflicto es bien desigual en muchos términos y las peores consecuencias las siguen pagando los palestinos. Mientras desde un lado lanzan piedras y cocteles molotov hacia la arbitraria valla fronteriza, desde el otro responden con fuego vivo, y ataques indiscriminados de drones y tanques de guerra. Los muertos y heridos los pone Palestina.

Ibis Frade/Prensa Latina

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