En fechas recientes, el expresidente muy controvertido Vicente Fox Quezada se ha soltado la lengua y se da el lujo de replicar a su homólogo baby Bush en sus recientes memorias plagadas de mendacidades sobre la guerra de Irak, que le han valido al texano desaires, desde el excanciller alemán Gerhard Shröeder hasta el polémico guanajuatense.
Se suponía que baby Bush y Fox eran amigos y cuya intimidad la trasladaron hasta firmar, en forma cupular y sin la aprobación del Congreso mexicano, la perniciosa Alianza para la Seguridad y Prosperidad para América del Norte (ASPAN), que a México no le aportó ni “alianza” –traducida por la erección del muro de la ignominia en la transfrontera y el inicio de la expulsión de los migrantes ilegales mexicanos– ni “seguridad” –más de 30 mil muertos del genocidio calderonista en su fracasada guerra contra el narcotráfico de corresponsabilidad estadunidense: el consumo de drogas y la venta de armas de alto calibre–, ni “prosperidad” –el modelo neoliberal se encuentra en caída libre a los dos lados de la transfrontera, a diferencia notable del crecimiento de Brasil y prácticamente toda Suramérica, que no se subió al Titanic financiero construido por los banqueros de Wall Street, los verdaderos amos del mundo (by the time being).
La ASPAN, el engendro de Fox –insistimos: firmado con baby Bush (del canadiense, ni quien se acuerde)– es la continuación de la captura de México (pero sin los mexicanos) iniciado por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de Salinas y profundizada con Zedillo –con la entrega de la banca nacional al extranjero anglosajón y español–, y hoy constituye la plataforma geopolítica para la ejecución (en el doble sentido de la palabra) del Plan México, análogo del Plan Colombia, y rebautizado debido a su repelente semántica entreguista, como la Iniciativa Mérida, y que a su vez ha delineado la incorporación de México al Comando Norte, es decir, la absorción militar de nuestro país por Estados Unidos. Desde el TLCAN hasta el Comando Norte, tal ha sido “la ruta trágica de los hombres perversos”, emulando el título de un libro del filósofo galo René Girard.
Ahora resulta que Fox estuvo en contra de la guerra de Irak y cuya postura la proporciona el guanajuatense como motivo de las represalias de Estados Unidos en lo que se refiere a la política migratoria.
De entrada, no existe correlación alguna: Estados Unidos tenía una propuesta migratoria –que para su momento era relativamente satisfactoria (dado el momento unipolar de Estados Unidos)– que fue desechada por Fox y su todavía más locuaz colaborador, el sionista Jorge Castañeda Gutman, quien optó por las famosas “enchiladas completas” que no llegaron ni a chilaquiles siquiera.
Toda la verborrea conjunta de Fox y Castañeda de aquí hasta sus epitafios no pueden ni podrán eclipsar uno de las mayores errores históricos de la diplomacia mexicana en materia migratoria, que servirá a las futuras generaciones como paradigma de lo que no se debe hacer.
Así las cosas, el fracaso migratorio es imputable directa y exclusivamente a Fox (más que a Castañeda, cuyos intereses sionistas con el megaespeculador George Soros, un instrumento de los banqueros esclavistas Rothschild, son ampliamente conocidos) y no comporta relación alguna con la no participación militar de México en la aventura de Irak, que en última instancia representó el inicio de la decadencia de la unipolaridad estadunidense.
A toro muy pasado, Fox replica a su (¿ex?) íntimo amigo baby Bush, quien lo increpó en sus memorias por haber faltado a sus compromisos para ir juntos a la guerra en Irak. Esta versión bushiana fue difundida en su momento por el israelí-venezolano, naturalizado mexicano, Andrés Rosenthal Gutman (medio hermano de Castañeda Gutman y, sobre todo, cuñado de Andrés Holzer Newman, presunto operador del siniestro “Irán-Contras” en México).
Fox se autoalaba en su artículo semanal (¿quién se lo escribirá?) de que, “salvo el mejor juicio de la historia”, su “decisión (sic)” –de no dar su “voto incondicional (sic)” para que Estados Unidos libre su guerra en Irak– fue “firme (sic) y valiente (¡supersic!)”, que tuvo costos muy altos para México en su relación bilateral con Estados Unidos.
¿Será Fox el cobarde marrullero que describe baby Bush? ¿O tendrá Fox la razón en autocalificarse de “firme” y “valiente”?
Lo que sí recordamos es que Fox desapareció de la escena pública al momento de tener que dar su decisión, debido a una intervención quirúrgica en la columna vertebral (¿sacada de la manga?) en el Hospital Militar. En esa ocasión, Fox dijo que había sufrido una lesión vertebral al haber cargado a Martita en el rancho de San Cristóbal.
Lo que hasta aquí parece más creíblemente lógico, por la secuencia de eventos, es que Fox prometió a baby Bush, su socio en la ASPAN, la participación de México tanto con su voto positivo como con sus efectivos militares en la debacle de la guerra en Irak, pero que luego se arrepintió por motivos fehacientemente históricos que se desconocen (hasta cierto punto).
Fox alega que optó por “no manifestarse” en tanto no tuviera pruebas de la existencia de las “armas de destrucción masiva”.
¿Entenderá Fox qué significa “armas de destrucción masiva”, las cuales, por cierto, nunca existieron?
Lo más interesante de lo expectorado por Fox es su aserto de que Condoleeza Rice, la secretaria bushiana de Estado, le mostró fotografías satelitales de los supuestos almacenes de armas de destrucción masiva en Irak. ¿A tal grado llegó a mentir Condi Rice?
De que Fox haya sufrido fuertes presiones de parte de otro mentiroso (le atribuyó a la Euskadi Ta Askatasuna los bombazos de Madrid, supuestamente perpetrados por Al Qaeda, lo cual le costó ser defenestrado de su cargo por la vía electoral), el exfiscalista José María Aznar López, el entonces presidente español, no causa ninguna sorpresa, ya que ha sido su característica tratar a los dos pésimos presidentes que ha tenido el Partido Acción Nacional como a vulgares conquistados del Medioevo.
Un dato importante que se le escapa a Fox –quien sigue siendo pésimamente asesorado por Castañeda Gutman– es que, con o sin México, nunca existió voto alguno en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), debido a que Francia –mediante la ilustrada presencia de su embajador Dominique de Villepin, a quien baste comparar con Jorge Castañeda Gutman y Arturo Sarukhán Casamitjana para percatarse de la miseria de la representatividad diplomática de México– anunció que vetaría la resolución bélica apadrinada por Gran Bretaña.
Hasta aquí se derrumban todas las mentiras propaladas perversamente por Fox y Castañeda Gutman sobre la falta de apoyo de México a la guerra de Irak, que nunca fue denunciada por ninguno de ellos dos; al contrario: Castañeda Gutman festejaba cada bombardeo de Estados Unidos contra la población civil iraquí mucho antes del inicio de la guerra (en su momento lo exhibí en una carta al Correo Ilustrado de La Jornada).
Hasta aquí, Fox borda en el vacío y en la fantasía.
¿Cuál fue el papel desempeñado por mi amigo Adolfo Aguilar Zínser (que en paz descanse), embajador de México ante la ONU?
Va mi testimonio compartido por varias personalidades de la política y la cultura en México, que ahora es el momento propicio de exhumar, sobre la postura oficial de México respecto de la guerra de Irak.
A mi amigo Vlady, el gran muralista ruso (que en paz descanse) –con quien comulgué el culto al genial geoquímico ucraniano Vladimir Vernadsky y su concepto inigualable de la biósfera–, y a mí se nos ocurrió, quizá en forma un tanto ingenua (inexpiable pecado de los artistas y los utopistas), convocar a una reunión para reconciliar a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano con algunos miembros distinguidos del equipo de Andrés Manuel López Obrador, con el fin de que la llamada izquierda mexicana tuviera la mayor probabilidad de triunfo en las urnas tan hurtadas en nuestro país, que después de dos centenarios perdió su independencia para plegarse a los deseos geopolíticos de Estados Unidos, y después de un centenario de la apodada Revolución –con su célebre lema “Sufragio efectivo, no reelección”–, no tiene “sufragio efectivo” y la reelección de las personas ha sido sustituida por la “reelección del modelo neoliberal”, desde Miguel de la Madrid Hurtado hace 28 años consecutivos (mediante el infame decálogo neoliberal del caduco Consenso de Washington).
Asistieron a la comida en Cuernavaca en una casa que me facilitó mi amiga Silvette Watteau –quien, por cierto, es una excelsa chef (mas correctamente cheftaine)–, además de Vlady y un servidor (los convocantes), Adolfo Aguilar Zínser, Cuauhtémoc Cárdenas, Víctor Flores Olea, Alejandra Moreno Toscano y Claudio Albertani. De última hora, no pudieron asistir mis amigos Manuel Camacho Solís y Porfirio Muñoz Ledo.
Mi esposa Ivonne, otra gran cocinera, y Silvette fueron las estupendas hacedoras de la magia gastronómica de esa tarde inolvidable que resultó, “a la postre”, histórica, debido al testimonio público de mi amigo Adolfo Aguilar Zínser –de quien se había distanciado Castañeda Gutman, después de una larga amistad, por sus complejos de inferioridad y su legendaria inmadurez plagada de envidias (contra los propios colaboradores de su padre, un diplomático a carta cabal).
Es evidente que los sionistas y medio hermanos Rosenthal Gutman y Castañeda Gutman estaban a favor de la guerra (por los intereses petroleros que representan los Rothschild y George Soros, sus verdaderos patrones), mientras Adolfo Aguilar Zínser, proveniente de una familia nacionalista del México profundo, estaba en contra –como me susurró al oído, además de que estaba enterado de mi crítica postura pública que seguía con interés y que, a final de cuentas, resultó correcta sobre la insanidad de la guerra en Irak, cuyas malignas consecuencias globales todavía no son saldadas.
Pues resulta que hasta un minuto antes de que Gran Bretaña se desistiera del voto del Consejo de Seguridad de la ONU y retirara su resolución bélica contra Irak –con el veto anunciado por Francia en la voz de Dominique de Villepin, además de la renuencia de China y Rusia–, Adolfo Aguilar Zínser, el embajador de México, no tenía ninguna instrucción ni recomendación del gobierno foxiano en el sentido de una votación (a favor o en contra) o de una abstención. Éste fue el relato de Adolfo Aguilar Zínser a los ilustrados comensales de aquella tarde histórica de Cuernavaca (debido a la desaparición prematura de su cronista), cuya versión dista mucho de los asertos reactivos (a las declaraciones flagelantes de baby Bush) de Fox con seis años de atraso.
La “decisión” de Fox que siempre no fue –insistimos, nunca hubo necesidad de esclarecer las intenciones porque no existió voto en el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que obligó a que Estados Unidos y Gran Bretaña se fueran por la libre– hasta el último minuto, según el público testimonio histórico de Adolfo Aguilar Zínser, equivalió a esconder la cabeza del polémico expresidente como vulgar avestruz, lo cual no comporta nada de heroico.
Pero la insanidad mayor de Fox y Castañeda Gutman consiste en su abortado intento de vincular sus mentiras y sus fantasías sobre la guerra de Irak con las represalias antimigratorias de Estados Unidos, que son producto unilateral de su error catastrófico de sindéresis, carente de sabiduría diplomática y reducida a la vulgaridad de las “enchiladas completas”, al rechazar la propuesta estadunidense que era aceptable para su coyuntura y mucho mejor a las calamitosas penurias que viven seis años más tarde nuestros migrantes allende el muro de la ignominia.
* Catedrático de geopolítica y negocios internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México
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