Las vacaciones significan desconectarse de la rutina, sobre todo de las responsabilidades laborales. Hasta hace unos años, al salir de viaje se complicaba dar seguimiento a las series televisivas, pues si no veías un capítulo debías esperar 6 meses a que retransmitieran el programa. En el tema de las telenovelas se daba una extraña situación, al finalizar el periodo vacacional, las televisoras transmitían un resumen para que todos estuvieran al corriente.
Hoy parece ridículo no saber qué sucedió en una serie gracias a los cambios tecnológicos, que están afectando a las televisoras tradicionales. Ahora los espectadores tienen la opción de decidir qué verán y cuándo, a través de servicios de paga, como Netflix, y libres, como Cuevana que se mueve en los límites de la piratería y la legalidad. Sobre este último servicio, HBO lo demandó pero perdió, porque Cuevana no sube los contenidos a su propio servidor. Por ello, seguirá operando en esa zona gris, hasta que autoridades como el FBI cierren los servidores donde sí hospedan los contenidos o cambien las leyes.
Recordando ese pasado reciente, las personas regresaban de sus vacaciones y necesitaban reconectarse a su vida, volver a habituarse a sus hábitos y horarios de trabajo, ponerse al día, se decía, incluso en sus series favoritas.
Hoy, desconectarse durante las vacaciones parece imposible, gracias al alcance de la señal de internet. Los mensajes se siguen recibiendo en los dispositivos, y las personas continúan mostrando sus actividades en las redes sociales, incluso aquellas que llevan a cabo en las vacaciones, recomiendan lugares que visitaron y que consideran que sus amigos deben visitar y se dan sugerencias para casi todo.
Estar vacacionando ya no es como antes, cuando el padre o la madre de familia –en ocasiones por única vez en el año– ofrecía el ciento por ciento de atención a sus hijos. Antes había personas simplemente descansando, otras leyendo un libro, otras platicando con nuevos amigos.
Hoy, esos mismos padres y madres de familia continúan resolviendo temas laborales durante sus vacaciones: desde informar dónde está algún archivo hasta solucionar un problema. Los asuntos familiares ya no se quedan en pausa, el grupo familiar en Whatsapp sigue informando de los nuevos problemas. La mayoría que aparentemente descansan en camastros o en la arena de la playa mantienen la mirada fija en su teléfono y mueve los dedos a toda prisa. Los vacacionistas ríen con prisa y siguen atendiendo sus smartphones, vuelven a enviar una selfie (autofoto). Pocas veces observan el paisaje o interactúan con las demás personas. Regresan a su hotel y vuelven a conectarse a sus pantallas.
Antes eran pocos los hoteles que ofrecían el servicio del internet inalámbrico, algunos hasta cobraban aparte y un costo exagerado por ello. Era habitual que los grandes hoteles lo ofrecieran sólo en su área de negocios, previo pago. San Miguel de Allende viene a mi recuerdo, donde un hotel más bien caro así lo ofrecía; en cambio, varios hostales accesibles ofrecían el servicio de forma gratuita: sabían que sus clientes extranjeros no venían a hacer negocios pero necesitaban la conexión para buscar lugares para visitar, rutas, mapas, contactarse con sus familiares en el extranjero, etcétera. Finalmente se impuso el ofrecerlo de forma gratuita y hoy se sabe que el 80 por ciento de los turistas continúan conectados durante las vacaciones y el 70 por ciento busca las señales inalámbricas gratuitas, como lo indica el estudio realizado por GDATA. Incluso negocios como cafeterías y bares ofrecen el servicio para lograr atraer a esos siempre conectados clientes. Además están los cibercafés, que se impusieron en zonas turísticas debido a esa casi necesidad de estar presente a distancia.
Independientemente de lo contradictorio que resulta salir de vacaciones pero seguir al pendiente de todos los problemas, hay algunos riesgos esperándonos en cualquier zona turística y es importante estar conscientes de ellos. Y es que los cibercriminales apuntan sus baterías contra las señales de internet inalámbrico gratuitas de los negocios buscando los datos de los paseantes. La razón es que la gran mayoría de esas redes gratuitas no son muy seguras y alguien puede interceptar la información. Por ello, realizar transacciones bancarias durante las vacaciones en una conexión abierta o utilizando un dispositivo desconocido es un gran riesgo: los datos de las tarjetas de crédito o débito pueden ser interceptados y utilizados. Si se considera que el tarjetahabiente se encuentra en un lugar lejos de casa, el aclarar los retiros y solucionar el problema seguramente será una pesadilla.
En primer lugar, recomiendo tener respaldos de la información del equipo, considerando que el vacacionista sea alguien que debe seguir trabajando durante su viaje y que podría no volver a ver su computadora.
Instalar y conocer las aplicaciones antirrobo que ya existen para los dispositivos móviles, para que en caso de robo o extravío pueda eliminar a distancia el contenido. Así, en caso de que los ladrones quieran consultar los archivos en la memoria SD no puedan ver nada, ni fotografías ni videos, pues el contenido estará cifrado.
Utilizar un cybercafé es caminar por la cuerda floja: por un lado están los virus que podrían inutilizar los dispositivos USB que se conecten, y por otro lado están los famosos keyloggers, instalados por el que administra el lugar y que pueden guardar todo lo que se escribe, incluidos nombres de usuarios y contraseñas y enviarlo por correo electrónico, con lo que obtienen acceso a un mundo de información personal.
Otro riesgo es el pishing o más claramente los sitios web que simulan ser las páginas oficiales de bancos u hoteles esperando que se ingresen los datos de las tarjetas de crédito para las reservaciones.
Aunque esto nos parezca otro motivo para no descansar durante las vacaciones, esos cuidados a la larga nos brindarán tranquilidad y seguridad respecto de nuestros datos personales y servicios financieros.
Gonzalo Monterrosa
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