Moscú. El paso por Moscú del rey saudita Salman bin Abdulaziz Al Saud pareció agregar nuevos pilotes al puente de mediación construido por Rusia en Medio Oriente, con posibilidad de conciliar intereses regionales.
Además de desgajar otro de los aliados claves de Estados Unidos en la región como Arabia Saudita, uno de los primeros países visitados por el presidente Donald Trump, Rusia se presenta como ideal mediador para Riad, Teherán y Ankara.
Las referidas tres potencias regionales se encuentran entre los principales jugadores en el tablero sirio, donde los combatientes venidos o pertrechados y financiados desde afuera juegan en este momento un papel crucial.
Moscú y Riad mantienen claras diferencias de fondo respecto al tema de Damasco, sin embargo, en el reinado petrolero parece prevalecer cada vez menos la decisión de derrocar al presidente sirio Bashar Al-Assad, dada la nueva situación en la guerra.
Con un movimiento terrorista Estado Islámico (EI) mucho más debilitado, aunque lejos de ser derrotado, la monarquía saudita parece mirar con otros ojos hacia sus viejos y nuevos aliados, como son los casos de Estados Unidos y Rusia, respectivamente.
En la nueva atmósfera que viven ahora las renovadas relaciones Moscú-Riad parecieron influir dos aspectos: el panorama en el conflicto sirio y la situación en el mercado petrolero.
Los dos aspectos fueron cruciales en este reinicio de los nexos entre estas naciones que mantuvieron relaciones por debajo de sus potencialidades, como dicen expertos aquí.
El acercamiento pareció iniciarse con la convicción por Riad de que una eventual guerra de precios en el mercado del crudo, con el fin de dejar fuera a Estados Unidos con sus extracciones por el método de esquisto, dañaba a todos por igual.
Con la mediación de Venezuela, cuyo presidente Nicolás Maduro visitó Moscú recientemente, se logró en la Organización de Países Exportadores de Petróleo un consenso para reducir la producción y un acuerdo con las naciones fuera de ese cartel como Rusia.
Arabia Saudita y este país se mantienen como los principales productores de crudo en el orbe, pues llevan al mercado de conjunto más de 20 millones de barriles diarios, un cuarto del total, por lo que el peso de sus decisiones es crucial.
Pero la visita, del 4 al 7 de octubre, tuvo lugar en medio de un cambio en la situación en Siria, cuyo gobierno en su momento acusó a Riad de pertrechar y financiar a grupos armados con el fin de derrocar a Al-Assad.
El tono de la visita del rey saudita fue de reconciliación con Moscú y destaque de su papel en la solución del diferendo en Siria, cuando la aviación rusa apoyó al ejército de ese país mesoriental para recuperar la ciudad de Deir Ezzor y localidades de la provincia del mismo nombre.
Además, Rusia, Turquía e Irán cooperan con relativo éxito en sus esfuerzos por crear zonas de distensión para reforzar el régimen de alto el fuego en Siria, donde el EI pierde cada vez más posiciones.
Estados Unidos, por otro lado, queda en mayor evidencia sobre sus planes de hacerse con yacimientos petroleros sirios. Todo eso pareció influir en el tono de las conversaciones de Moscú y Riad, y con ello en la dimensión de los acuerdos analizados.
Al evaluar su visita a esta capital, Al Saud afirmó que se analizó la colaboración en casi todas las esferas posibles: energéticos, cooperación técnico-militar, energía nuclear, agricultura, turismo, medicina e infraestructura.
Unos 25 proyectos de inversiones se debatieron en los encuentros, con presencia de más de 100 compañías sauditas, y se creó el depósito para energía entre el Fondo Ruso de Inversiones Directas y la compañía petrolera Saudi Aramco.
Otros mil millones de dólares tendrá el fondo de inversiones en la esfera tecnológica.
Saudi Aramco, la mayor compañía por reservas y extracción de crudo, también podría comprar gas licuado ruso, mientras que prevé desarrollar con Gazprom Neft tecnologías de extracción e, incluso, acordar la explotación conjunta de nuevos yacimientos.
Pero lo más interesante pareció ser lo debatido en la esfera de la cooperación militar, como la producción por licencia rusa de las ametralladoras AK-103 y la compra de nuevos helicópteros, tanques T-90 y nuevos sistemas antiaéreos del país euroasiático como el S-400.
Estados Unidos de inmediato mostró su “preocupación” por los planes de Riad de adquirir, como ya lo hizo Turquía, los modernos S-400 con un alcance de 400 kilómetros, capaz de combatir más de una decena de blancos al mismo tiempo, en un rango de altura de 10 metros a tres kilómetros.
De hecho, los expertos consideran que Arabia Saudita llegó a Moscú con quejas sobre la ineficiencia de Washington para garantizar su protección y por la demora de entrega de sistemas antimisiles.
La Casa Blanca, en medio de la visita del rey saudita a Moscú, aprobó de urgencia la venta a Riad de sistemas antimisiles Thaad por unos 15 mil millones de dólares.
Pero ello para nada influyó en la decisión de Riad, que parece mirar cada vez menos a Washington al tomar sus decisiones.
El reino saudita acordó con Moscú la adquisición de los S-400, de los sistemas pesados de disparo artillero TOS-1A Buratino y antitanques Kornet-EM, así como los lanzagranadas AGC-30 y las ametralladoras AK-103.
Sin embargo, expertos estiman que con esa acción de Washington, frente al volumen de acuerdos comerciales alcanzados aquí por los dos colosos petroleros, le será imposible evitar el desgaje de otro aliado en el Medio Oriente, además de Turquía.
Ankara también buscó por mucho tiempo la compra a Estados Unidos de los sistemas antimisiles Patriot hasta que se reconcilió con Rusia, entró en cooperación con ella en Siria y, finalmente, adquirió los S-400.
El reino saudita parece no solo dispuesto a negociar con Moscú, sino a recabar el fin de las sanciones de Occidente.
Así, el ministro saudita de Relaciones Exteriores, Adel Ajmed al Jubeir, presagió el pronto fin de las restricciones contra este país.
Nuestras inversiones en Rusia de ninguna forma violan ninguna norma internacional y creo que se puede llegar a un acuerdo con la comunidad mundial para levantar las restricciones, comentó.
Rusia y Arabia Saudita rubricaron un paquete multimillonario de acuerdos, después que en el primer semestre de 2017 llegaron a un intercambio comercial de 430 millones de dólares, para un aumento del 30 por ciento, aunque visto aún como insuficiente.
Moscú parece martillar con seguridad los pilotes de su puente mediador en las turbulentas aguas del Medio Oriente, algo que le da sus primeros dividendos geopolíticos.
Antonio Rondón/Prensa Latina
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