Opinión

Se abre el proceso de lucha para México

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Después de la histórica victoria popular del 1 de julio, comienza un nuevo proceso de lucha para el pueblo mexicano, un proceso general enmarcado por viejos y también nuevos conflictos; con enormes tareas democráticas y revolucionarias, que toca las fibras en todas las vertientes de la vida del pueblo, hasta en la indispensable reconfiguración de posiciones, creencias o supuestos.

Las derechas, en especial los neoliberales, no pierden el tiempo, se esfuerzan por amagar, subrayan que aún fuera de Los Pinos y marginados en las cámaras, nada ha de cambiar en lo fundamental, porque así lo dicta una suerte de mandato divino del cual se sienten acreedores por el mérito de mantenernos doblegados hasta ahora. En efecto, creen que es su derecho a dominar; oligarcas, monopolios y clases políticas se hinchan de patriotismo, llaman al “México fiel” para que no se salga de control, que siga siendo el país inconsciente, el país de los invisibles, para que esta inmensa falla tectónica no vuelva a ocurrir. Porque el sistema haría aguas, pero ahora caben mil preguntas, si el capitalismo neoliberal se hundiese, el daño será para sus detentores.

Aunque la burguesía es quien sabe cómo funciona el capitalismo en las condiciones del país, conoce de sus estructuras y sabe de todas sus debilidades en virtud del esquema de dependencia en que se construyó, y se reserva el derecho de accionar para intentar quebrantar la resistencia que va surgiendo; en el tema de la zozobra tecnocrática de la cual pregonaban que ocurriría después de su fecha fatídica, nada ha pasado, lejos de eso hay un sentido popular de estar en perspectivas de luchar frente a aquella zozobra instrumentada por las leyes de hierro del capitalismo tecnocrático en cuanto a nuestro futuro incierto que sólo los ricos tenían resuelto.

La lucha arrecia, pero en otras formas, la burguesía se sabe blindada en sus esquemas económicos y políticos, policiacos y militares, ideológicos y culturales, le queda mucho piso en las relaciones sociales dominantes; además se siente sobreprotegida por el Hegemón del Norte. Se siente muy superior al pueblo llano, está satisfecha con los llamados a la calma, cree que exorcizó todos los fantasmas, confía en su buena estrella. De tal suerte que recomienza sus embestidas, clama porque nada pare o se contravenga a sus reformas, que nada altere sus grandes negocios ni sus maneras de erigirse en clase dirigente y rectora del Estado burgués; pero también aquí como en las elecciones, algo anda mal, y aún no se sabe a ciencia cierta qué es. Las cosas se tornan imprevistas, no tolera que los acontecimientos la rebasen o que surjan contratiempos inesperados, ya ni sus televisos atinan de momento en su labor desorientadora, pero no ceden en presión.

Nuevos escenarios se abren, los de abajo se vuelven atrevidos, los cálculos no encajan a los burgueses, porque todavía en posesión de los medios de producción y capitales a manos llenas producto de tanta explotación y saqueo, llegamos a las circunstancias de su pérdida de consenso social, lo cual no es poca cosa. Es ésta la materia fina con la que debemos trabajar, es lo que los vientos de lucha nos traen, así que se debe aprender el oficio una vez más sobre la base de las nuevas experiencias y condiciones de la lucha de clases, no apostar al fracaso sino a empujar el proceso hacia la izquierda.

A estos momentos hay de todas las conjeturas, que si Andrés Manuel López Obrador será un neoliberal más, que si ya pactó, que si será un nacionalista a la antigua, que si no pasará de ser demócrata, que si ni de aquí ni de allá, que no lo dejarán gobernar, para todos los gustos y disgustos pues, aunque en blanco y negro; es un proceso sui géneris, de una lucha política tan compleja como dinámica, al que asisten todas las clases y sectores sociales. Las presiones y las salidas que se presenten serán parte del cómo se libre esa carga largamente acumulada de explosividad, aunque también del cómo se despliegue y asuman los liderazgos.

El sistema capitalista tal cual está construido y colapsado no permite traslados mecánicos en la lucha política, las relaciones de poder suben de intensidad a la vez que se abren también abajo en los sectores populares para presionar desde diversas formas por sus propios intereses.

Nada puede negar las graves tensiones, aunque la oligarquía financiera en dado caso intente patear el tablero; la cuestión es que de momento la burguesía con sus políticos no se recuperarán de esta derrota tan fácilmente, ni sus partidos se repondrán a la primera con una credibilidad por los suelos y una historia de arbitrariedades: tendrán que transitar el amargo camino de los contestatarios, a la cola, reaccionando contra el proceso de lucha social que debe despuntar.

Entre tanto viene a colación la eterna pregunta de Lenin: ¿qué hacer? Lo que puede cambiar en estos momentos tiene relación directa con las demandas sociales de todo el pueblo mexicano y las clases que lo componen, lo que no ha de ser cambiado así simplemente es el modo de producción capitalista, sus relaciones y el carácter del Estado; no obstante, para esto último la batalla es de largo aliento. El sentido popular se expresa en todas partes en la idea de que se debe desarrollar el protagonismo de masas, uno de los efectos de cambio en las perspectivas del debate social dice que hay que accionar por cambios profundos, que un solo hombre no puede gobernar, que el pueblo debe desplegarse a modo de un compromiso de lucha social.

Las cosas que se han propuesto cambiar pues son las que toca enfocar también: una línea de combate por asegurarse el ejercicio pleno de los derechos sociales; por desmantelar la tan cuestionada corrupción en los recursos; por el castigo a los represores y asesinos del pueblo; por crear todos los instrumentos necesarios a la formación política masiva al pueblo trabajador; por establecer los cimientos de una nueva constituyente popular; por desarrollar los medios e instrumentos necesarios a la acción colectiva política y económica de los sectores populares; por contener a los monopolios y avanzar en posiciones antiimperialistas frente a las amenazas externas.

Como sabemos, las clases explotadoras no están tranquilas, les asusta la expresión de este clamor y mandato popular, suben de tono en sus exigencias, quieren su paraíso, no están de acuerdo en que se hable de los pobres (y menos que se priorice en ellos) [1]. Se enfrentarán a su debido tiempo, transferirán costos de toda índole e intentarán dividirnos, pues sus viejas ambiciones ahí están de la mano de su tendencia general a tomarlo todo.

Van contra cualquier iniciativa que no corresponda al ciento por ciento de sus intereses y agendas a que nos tienen sometidos; en comunión con los imperialistas[2] de todos los países buscarán aislar al país y degradar nuestra condición social humana; volverán las diatribas racistas contra el pueblo; retornarán con odio de clase las maneras despectivas de dirigirse a nuestros pueblos originarios; clamarán por los esquemas despóticos de controlar a la clase obrera; recurrirán a los mecanismos de siempre para corromper a sus oponentes; instrumentarán las maneras arrogantes de despreciar a nuestros campesinos y campesinas. Y naturalmente existen diversos empalmes de intereses de la burguesía con una potencial política desarrollista y programas económicos, siempre y cuando se les considere como los sujetos de primera importancia porque son la clase rectora del “progreso” capitalista.

Ahí el pueblo –al asimilar las formas en cómo se movilizó el 1 de julio– tendrá los momentos y situaciones para avanzar más sobre el terreno, para hacerse de más y novedosos aprendizajes políticos, para rechazar en todas partes la vetusta ideología neoliberal, para esperar en la bajadita a los industriales, para confrontar al charrismo sindical, para presionar en educación, salud, patrimonio cultural, vivienda, agua, ecología, trabajo, programas sociales y otras demandas de urgencia.

Al elevar su conciencia de clase, sus formas de organización, su comunicación social, su sentido de democracia, su cohesión nacional, sus propios medios de poder popular, así como posicionando y resignificando la importancia futura del socialismo propio, basado en nuestro sentido comunitario contra el grosero individualismo de índole depredador, confrontativo, consumista y disolvente del tejido social a lo que nos tienen sujetos.

Notas:

 [1] Pobre que esa clase dominante con su neoliberalismo se encargó de producir y excluir. Igualmente la burguesía revienta de odio contra las ideologías, pero goza con la ideología propia que venera al capital.

[2] Aunque los imperialistas son proclives a quebrar la economía mexicana para sacar ventaja ante sus prioridades hegemónicas.

Felipe Cuevas Méndez/Telesur

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