La instrucción pública, junto con la tierra, sus recursos naturales y el trabajo son el baluarte social por el que ofrendaron su vida miles de mexicanos, en los distintos procesos hacia la construcción de la patria nueva, surgida al calor de la revolución mexicana que generó normatividades jurídicas desde un profundo arraigo identitario y con un anhelo fehaciente de sacar del atraso a la población rural y marginada de nuestro país y elevar el nivel de vida de la sociedad.
La convicción del maestro rural y urbano, formado en el espíritu de transformación, forjó su propia encomienda, responsabilidad de la primera Normal Rural de América Latina (actualmente la Escuela Normal Rural Vasco de Quiroga, de Tiripetío, Michoacán): “llevar educación a los lugares más recónditos del país”, instruyendo a niños, jóvenes y adultos, con un proceso de enseñanza de cultura asamblearia, del amplio dominio del conocimiento, tanto empírico, como el perfeccionamiento de la técnica, es decir; la instrucción con un amplio dominio cultural y tecnológico.
Sin embargo, las maestras y maestros, enfrentaron desde la primera generación, laceraciones de la clase en el poder, perseguidos por la Iglesia y los caciques. Los asesinatos, mutilaciones y amenazas no se hicieron esperar. Desde aquellos tiempos la represión camina de su mano, por ejercer la divulgación de la verdad, el conocimiento y la ciencia; pero también el aliado eterno del maestro ha sido, en todo momento, la comunidad a la que se sirve.
Los estudiantes, al igual que el magisterio, han sido objeto de múltiples oleadas de represión, que el Estado ha emprendido en su contra, desde las detenciones, asesinatos y desapariciones, hasta el cierre de espacios de instrucción de la enseñanza y el cambio de paradigmas formativos de los profesores y profesoras.
Basta con citar algunos casos como la represión estudiantil de 1968 que este año cumple medio siglo; la de 1971 y, recientemente, el 26 de septiembre de 2014: la desaparición de 43 jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, donde está demostrada la intervención del Estado. En el presente presenciamos el caso de la represión sistemática que ejerce el gobernador Silvano Aureoles Conejo contra el magisterio democrático de Michoacán. No han escapado de las balas y el tolete, campesinos y estudiantes. Se ejecuta de manera tajante la represión. Desde el pasado 17 de enero se acumulan 83 maestros detenidos y un sinnúmero de golpeados.
Tanto los estudiantes de 1968 como el magisterio en 2018 no son partes aisladas de una sucesión de acontecimientos sino protagonistas de una misma desgracia e historias en común. El estudiantado y el magisterio siempre han marcado el signo contextual y de transformación en sus movilizaciones. Es la histórica formación emancipadora derivado de la procedencia o integración a la vida social real de las comunidades, es decir, se viven y padecen las mismas problemáticas.
En esa condición se sufre o se tiene el acercamiento empático a las causas de la desigualdad e injusticia prevalecientes, se vive de cerca la indignación y la desesperanza.
El gobierno silvanista en Michoacán ha reprimido por igual a campesinos, maestros y estudiantes, ha insistido de manera irrestricta en la aplicación de las reformas estructurales en el estado y en profundizar la entrega de territorio mediante las Zonas Económicas Especiales, ahora llamadas zonas económicas entregadas. Su debilidad es la Presidencia de la República. Se sospecha de acumular una cantidad indeterminada de dinero de las finanzas públicas para su proyección. Solamente que los acuerdos cupulares de la alianza de la seudoizquierda y los conservadores (PRD-PAN) tiró por la borda su expectativa.
En Michoacán se siente el escenario mezclado de ley de seguridad interior, represión, efectos de las reformas estructurales, ambición política, calumnia y corrupción impuestos por las elites políticas y económicas. Pero también está el de la indignación, resistencia y capacidad organizativa de las bases magisteriales para dar cumplimiento al mínimo indispensable, el pago de salarios adeudado por Silvano y como punto siguiente la abrogación de la punitiva reforma educativa y la trasformación de la patria.
La lucha tomará proyecciones naturales. Los afectados son los mismos indignados: maestros, estudiantes y campesinos, los cuales manifiestan en el hecho singulares capacidades de resistencia. Ni siquiera se puede hablar de simbiosis: estudiantes, magisterio y comunidad son lo mismo, de ahí que siempre se menciona: “nuestros campesinos, estudiantes y padres de familia”.
Ante la actual crisis neoliberal y los nuevos procesos transitorios que se perfilan a nivel nacional y mundial, magisterio y comunidad caminan con alta moral, con firmeza inquebrantable contra la letal reforma educativa, en defensa de la escuela pública, de los derechos políticos y sociales, trabajando en la construcción y aplicación de una buena educación para el buen vivir y por la transformación de la patria.
Comité Ejecutivo Nacional Democrático del SNTE en Lucha
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]
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